jueves, 9 de abril de 2015

El asesino anda suelto en Panamá



El asesino anda suelto en Panamá
Foto Silvio Rodríguez: Marianela Dufflar




Participantes en el Foro de la Sociedad Civil pidieron la expulsión de Félix Rodríguez y activaron una fuerte campaña en las redes sociales, particularmente en Twitter, con la etiqueta #FueraAsesinodelChe. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
Me recordó una película de la década del 50, un western serie B de un director en el olvido. “El asesino anda suelto”, y como en el viejo thriller, en Panamá hay un matón que exhibe con descaro su prontuario criminal frente a los dolientes de un crimen incalificable.  Félix Rodríguez Mendigutía, el ex oficial de la CIA que identificó a Ernesto Che Guevara en La Higuera y decidió los balazos que lo mataron, se pasea por una ciudad crispada, que ha tenido, probablemente, uno de los miércoles más largos de su historia.
Este hombre participa en eventos y ofrece conferencias de prensa en la que se promueve como un defensor de los derechos humanos. Da asco, como dijo el Presidente de la OCLAE que exigió al gobierno de Panama la expulsión inmediata de este asesino del territorio nacional. Y cualquiera lo entiende, porque la imagen de Félix Rodríguez, con el logotipo de la derrotada Brigada 2506 bordado en su camisa, es nauseabunda. Nos recuerda al Che que yace sobre un fregadero de la ropa sucia, en la lavandería del hospital de Vallegrande, en  Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Algunas de estas imágenes que tanto duelen e indignan, con un Ernesto Guevara enflaquecido y con cara de Cristo atormentado, las tomó el asesino como prueba de fe para sus jefes en la CIA.
Es imposible no relacionar este hecho con un día en que cada hora pesó como una montaña. Llevo más de 20 años como periodista, y jamás vi tanta noticia junta, tantas conferencias de prensa, tantos hechos que merecían ser reportados, y tanta rabia. Saber que este hombre está suelto en el Itsmo y que se auxilia de una corte de delincuentes vestidos de “sociedad civil”, ha exacerbado los ánimos. A la vergüenza de un foro que intenta legitimar a este tipo de gente, se sumó la afrenta histórica que supone que Félix Rodríguez Mendigutía ande suelto y desafiante en algún lugar de la América Latina y el Caribe, la región por la que el Che dio su vida.
Eso explica, entre otras cosas, por qué la delegación cubana al Foro de la Sociedad Civil, preámbulo de la Cumbre de las Américas, protestó hoy cuando no fueron acreditados 22 de sus miembros, ni por qué se retiró luego de la inauguración, que sesionó en plenario. Si algo lo explica es la indignación colectiva, que obligó a los organizadores a autorizar, pasaporte en la mano y sin credencial, la entrada de todos los cubanos registrados previamente.
Explica por qué siguieron las protestas dentro del salón plenario, donde sí tenían sus credenciales un grupo numeroso de amigos o simpatizantes de Félix Rodríguez, y por qué las canciones y las consignas siguieron mientras duró la inauguración desangelada del foro de la Sociedad Civil, que trató de seguir su curso, a pesar de que los ecos que provenían del estacionamiento del hotel El Panamá debieron sentirse allí atronadores. O si lo prefieren, “consternados, rabiosos”, como en el poema que le dedicó Mario Benedetti al Che.


 

Una nota al margen
Silvio Rodríguez ofrece hoy un concierto con el que se inaugura la Cumbre de los Pueblos. Él ya está en la ciudad. Lo prueba el post que ha publicado en su blog “Segunda Cita” y que alivia esta nota  escrita en un largo miércoles de Panamá y con un asesino suelto en la calle:
Me gustaría que pudieran ver lo que yo veo desde esta habitación. La costa baja y arenosa del Pacífico reflejando rascacielos fantasmas. Y digo fantasmas porque no se ve ni una sola persona mirando desde los miles de balcones, ni una persiana abierta como alivio al fuego de la tarde, ni siquiera una humilde matica colgando, haciendo fotosíntesis de la luz tropical.
Mucho concreto proyectado al cielo.
Acaso como premonición de una vastísima enredadera de familias que ascenderá desde los barrios a dar vida a la piedra inanimada, o que bajará de las montañas como avalancha viva, inundando el asfalto en su corriente de esperanza.


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