martes, 31 de mayo de 2016

Enseñar a ser patriotas




Dos fotos me acompañan en la cabecera de mi cama. La primera es del Mayor General Antonio Maceo y Grajales. Es una vieja imagen que tiene más de 60 años. La heredé de mi abuelo Merejo, un campesino humilde y sencillo, que casi no sabía leer, pero con un profundo amor a su patria y a sus héroes, en particular por el Titán de Bronce.
La segunda foto es del coronel Juan Delgado, quien con derroche de valor  salió a rescatar el cadáver de Maceo en San Pedro, aquel fatídico 7 de diciembre de 1896. Ahí se fundió la virtud del patriota y el coraje y lealtad de sus seguidores.
Por  Maceo sintió abuelo una admiración sin límites. Crecí con sus anécdotas, sus historias, algunas inventadas,  pues aseguraba que por las calles del poblado de Pijirigua habían pasado las tropas del general. “Mi hija, él estuvo por estos callejones”, decía orgulloso.
No fui la única que degustó sus cuentos, hechos bajo la sombra de los mangos y ciruelos del patio de la casa. Todos los hermanos y primos hacíamos un coro alrededor de Merejo, quien nos daba clases de patriotismo, sin tener un libro en sus manos.
Con esas lecciones de amor y fervor patriótico, creció aquella prole. ¿Cómo se forma un patriota? ¿Cómo hacer que se veneren y respeten nuestros símbolos y héroes en estos tiempos en que cada vez estamos más anegados en el mundo digital y la diversidad de soportes se incrementa sin paralelos? ¡He ahí la familia, he ahí la escuela!  Puede empezar con esas narraciones de un hombre semi-analfabeto como Merejo, o un maestro paradigma (no importa la asignatura) que guste hablar de la historia de Cuba.
Cuando llegamos a manos de la maestra Gloria Granados, en primer grado, mi hermanito Juany y yo ya conocíamos la bandera cubana y también el himno nacional. Pero fue ahí, en la escuela José Antonio Labrador, donde apreciamos el acto solemne de ponernos en atención y de entonar con pasión las notas del himno. El mayor orgullo era estar entre los elegidos para izar la bandera.
En casa de mis padres siempre hubo flores y recuerdo cómo escogíamos las rosas más hermosas para ponerlas en el busto de José Martí y para llevar al río cada 28 de octubre en honor a Camilo Cienfuegos. Fueron Gloria, después Mercedes Alfaro, María de los Ángeles,  Xiomara Pérez y muchos otros, los maestros que nos enseñaron que  Historia de Cuba era más que una asignatura y que no se podía impartir sin pasión, sin que los alumnos sintieran vibrar sus corazones.
En la casa y en la escuela tuve yo las grandes clases de cívica. De ahí salieron las lecciones de cómo comportarse en la vida, qué modales seguir, y sobre todo, los sentimientos de solidaridad, el respeto al derecho ajeno. Nadie va a querer y respetar  lo que no se enseñe.
Las historias de los mambises las repitieron a nuestros abuelos sus padres y maestros;  hoy nos toca a nosotros hablarles a nuestros hijos y nietos.  Recuerdo que en 1983, aún sin concluir los estudios universitarios, un grupo de alumnos de diversas Facultades de la Universidad de La Habana  fuimos seleccionados para trabajar con los campesinos de la Sierra Maestra, en la provincia de Granma.
A mi amiga Liset García y a mí nos correspondió Santana de Nagua, en Bartolomé Masó. Los niños y jóvenes de allí nunca habían tomado helado,  aún la mayoría de las familias no tenía luz eléctrica y vivían en casas humildes, pero por donde quiera que íbamos nos daban clases de historia. Conocían los nombres de los héroes ahí caídos, en qué lugar habían ocurrido los combates librados por el Ejército Rebelde.  Los monumentos estaban cuidados con esmero.
Lamentablemente,  hoy vemos que en muchos lugares están en el olvido tarjas dedicadas a mártires,  bustos descuidados, consumidos entre hierbas, sin que nadie les preste atención. Visitamos numerosos centros  y cuando preguntamos quién es el mártir que los identifica, a veces ni siquiera lo conocen, y la biografía, si existe, está en una gaveta o en un sitial histórico que en ocasiones no recibe la atención que merece. Y ahí llegan los jóvenes que empiezan su primera experiencia laboral y ni siquiera miran para ese lado porque no les llama la atención o no existe la persona que se lo sugiere.
A todos nos toca la tarea inmensa de enseñar a ser patriotas a las niñas y niños, a los adolescentes y jóvenes. Y no se hace con una vara mágica. Es la gota día a día, sin agotarnos, porque nadie puede dudar de la validez de forjar un sentir patriótico y principios ciudadanos en  las nuevas generaciones para preservar el futuro.
 Tomado de Trabaajadores

Buena Fe presentó “Soy” en Argentina



Buena Fe en Buenos Aires. Foto: Kaloián Santos Cabrera / Cubadebate

Por: Beatriz Parra González
Buenos Aires se desdibujó bajo el trazo de sus canciones, y puso a sus pies su vida bohemia y alegre. Entre los transeúntes no pocos reconocieron a ambos trovadores, incógnitos visitantes, que guitarra al hombro, escondieron la ciudad en un bolsillo y fueron a por más. Arte de Buena Fe llegado de Cuba, de la mano de Israel Rojas y Yoel Martínez.
Se escuchó entonces por doquier, en radio y televisión, la historia de dos jóvenes cubanos desenfadados, que quiebran cánones y cantan a puro corazón, sin desdoblar su historia, ni sus raíces, frente a la lógica de un mercado frívolo. Del sello Metamorfosis, y el acompañamiento del prestigioso cantautor Ricardo Arjona en esta nueva proyección internacional, mucho también se conversó.
Sin embargo, fue el Oliver´s Club del citadino barrio de Palermo, el espacio donde encontraran el calor porteño y los afectos de la tierra pampeana. Escogido para un encuentro con la prensa, se impregnó del cariño de admiradores cercanos, muchos de los cuales se acercaron al grupo durante su primera presentación en Argentina, en el 2009, cuando ofrecieron un concierto a sala llena en el ND Ateneo.
Esta vez los recibía un espacio acotado e íntimo, con luces tenues y tablado bajo. En el arranque ganaron al público tras preguntar “Dónde pongo este trastazo, que me llega como abrazo pisoteando el porvenir y susurra siempre a modo de consejo, como epitafio moderno: ¿qué coño tú haces aquí en Buenos Aires con este frío? Si yo soy guantanamero, guajiro guantanamero”.
Tarjeta de presentación en mano, corrieron el velo de la noche, atravesando por el pop, el rock, la balada romántica, la conga, el changüí guantanamero y la trova toda que conforma el amplio espectro de su obra musical, enriquecida a lo largo de intensos 15 años.
Sonaron después “PI 3,14”, “Oraré”, “Pleiesteichon”, “Intimidad”, “Catalejo”, “Con hijo incluido”, “Nacimos ángeles” todos resumidos en su nueva producción “Soy”, guía de esta gira, que los llevó primero a México y ahora Argentina, y será presentada en el habanero teatro Karl Marx los días 26 y 27 de junio próximo. Al decir de sus creadores “Soy no es un Grandes Éxitos, sino una antología de quince temas de las canciones más representativas de lo que es Buena Fe”. El disco es el primero de los cuatro que firmaron de conjunto con el sello Metamorfosis.
En medio de coros y risas, poco antes del cierre, se escuchó el agradecimiento al apoyo popular a “un trovador con dos corazones y cuatro manos que se llama Buena Fe”, con respeto a sus ideas y a su auténtica identidad cubana. También gratitud hacia Ricardo Arjona por respaldar el sueño de este grupo, y el impulso a un proyecto desconocido solo por ser de “Cuba, y por tener el corazón y el pensamiento hacia la izquierda”.
Y cerró la noche, con selfies, aplausos y emociones.
Salieron entonces, junto a sus representantes de Artist Solutions y Blue Night Entertainment, en busca de otra ciudad para poner en el bolsillo. Partieron a Córdoba que los recibió en sus principales estaciones de radio y televisión, donde nuevamente “Soy” fue noticia y se difundió la música hecha en Cuba, colmada de Buena Fe.
Tomado de Cubadebate.

FOTOS: Kaloian Santos Cabrera

Buena Fe en Buenos Aires. Foto: Kaloián Santos Cabrera / Cubadebate


Luna Manzanares, una cantante de calidad excepcional





Por: José Luis Estrada Betancourt
Como una cantante de calidad excepcional se califica a Luna Manzanares, cuyo repertorio se mueve entre la cancionística y la trova, la música brasilera y norteamericana, y el jazz.
Estudió las carreras de Teórica y de Canto Coral en el Conservatorio Amadeo Roldán. En 2006 ganó la primera mención de interpretación en la categoría de menores del concurso JoJazz. A partir de ese momento se hizo conocida en el circuito de los jóvenes jazzistas del momento.
Integró la nómina de la Schola Cantorum Coralina durante un año, bajo las órdenes de la maestra Alina Orraca, experiencia que le sirvió para formar su propia banda en el 2012. Como mismo ha sido convocada para interpretar los temas de telenovelas como Bajo el mismo sol y Tierra de fuego, ha prestado su voz para varias películas.
Significativo ha sido en su carrera participar como invitada en la grabación de más de 15 discos, entre ellos destacan las producciones de los maestros Joaquín Betancourt, Juan Manuel Ceruto y Lucía Huergo. Hasta donde JR tiene conocimiento, aún la Manzanares no ha presentado ninguno de dos proyectos discográficos personales: uno con la colaboración de Descemer Bueno y otro con la de Rolando Luna.
Luna Manzanares fue además elegida para protagonizar, en el Châtelet de París (luego en Alemania e Inglaterra), el espectáculo musical Carmen, la cubana, dirigido por el británico Christopher Renshaw, a partir del texto del dramaturgo Norge Espinosa sobre la ópera romántica de Georges Bizet y el relato de Prosper Merimée. En esta edición de ¡De Impacto! le proponemos el tema Si te cansaste de mí, que canta junto a Mauricio Figueiral.

Si te cansaste de mí... Luna Manzanares y Mauricio Figueiral

MF: Si te cansaste de mí,/ disimula un poco./ Abre bien las ventanas/ y respira hondo./ Y verá esa gitana/ que te habita dentro./ Desordena la cama,/ desempolva un bolero.
LM: Si te cansaste de mí,/ préndete otro incienso./ Date una ducha fría,/ guárdate un secreto,/ y abandónate al vicio/ que mejor te asiente,/ y déjales que te besen,/ donde menos te duele.
AMBOS: Pero, por favor, no me deportes/ al sofá./ No me predispongas a la virgen/ por maldad./ Pídele clemencia a tu paciencia,/ y que interceda por mí Yemayá,/ y hazte un cocimiento pa´ calmar la tempestad.
MF: Si te cansaste de mí.
LM: Si te cansaste de mí.
AMBOS: Yo no me quiero enterar.
LM: Si te cansaste de mí,/ saca bien la cuenta./ Tergiversa los hechos,/ cuida la apariencia.
MF: Recórtame el presupuesto/ de tus atracciones./ Desprestigia lo nuestro,/ dóblame las sanciones.
AMBOS: Pero, por favor, no me deportes/ al sofá. / No me predispongas a la virgen/ por maldad./ Pídele clemencia a tu paciencia,/ y que interceda por mí Yemayá,/ y hazte un cocimiento pa´ calmar la tempestad./ Si te cansaste de mí./ Si te cansaste de mí./ Que no me quiero enterar.
Tomado de Juventud Rebelde.

El poder de la palabra



 Por:Lourdes M. Benítez Cereijo


¿Quién no ha soñado con ser lo que comúnmente llamamos «artista»? En algún momento todos nos hemos imaginado presentándonos ante un público expectante. Pero no todo es coser y cantar. Pararse con un micrófono delante, ya sea en Radio o Televisión, conlleva responsabilidad, poseer determinadas cualidades, preparación y mucha profesionalidad.
No son pocos los que estiman que la locución está en decadencia, pues Cuba siempre fue paradigma de esa profesión en Latinoamérica. Sin embargo, otros tantos consideran simplemente que «estamos en otro momento».
Recuerdo que durante la realización del primer Encuentro Científico de Locución que se desarrolló en nuestro país hace unos años, la carismática comunicadora Marialina Grau le comentó a esta redactora que algunos de los elementos que afectan esta difícil profesión se conjugan precisamente en la utilización inadecuada de personas que no están formadas, habilitadas o que no poseen las condiciones requeridas.
Si bien es cierto que en nuestros medios se ha hecho común utilizar a populares artistas para presentar, animar o conducir espacios, como atractivo factor que despierte el interés del espectador u oyente, eso no quiere decir que las «notas desafinadas» que en ocasiones percibimos sean absolutamente consecuencia del llamado «intrusismo profesional».
Aunque no son mayoría, los desafortunados ejemplos existen, tanto en la pequeña pantalla como en el éter: «…y ahora escucharemos un tema muy gustado en las voces de Freddy Mercury y “el reconocido cantante Monserrat Caba… Caba… Cabalé”»... «¿Qué me puede decir acerca de la “implementización” de las medidas…?»... «El cierre de la actividad tuvo en su colofón…»... «La “sinapsis” de la obra…».
Hay que insistir en la preparación, en el background del que deben disponer aquellos que se desempeñan como la carta de presentación de un colectivo, en la cultura y en el dominio de la información. Está claro que los guiones pueden contener equivocaciones, pero el profesional de la palabra debe reaccionar con agilidad para evitar el desatino. Y eso solo se logra con la superación.
Existen además, otras cuestiones como la banalidad reflejada en la mala dicción, articulación, lectura de la cadena hablada y pronunciación, así como incapacidad para proyectarse de forma natural, y la imitación de patrones foráneos.
No estamos ajenos a los esfuerzos que se realizan desde diversas instancias como la Cátedra de Locución, cuyo rol fundamental es implementar mejores cursos para perfeccionar la labor de quienes desempeñan estas funciones, y la Sección de locutores de la Uneac, que vela porque la calidad no decaiga.
No obstante, lo cierto es que en ocasiones los deslices van más allá de la aspiración de las «eses». Estoy de acuerdo con que se debe velar por la calidad y fluidez de la expresión oral, y la limpieza en el habla; pero por muy bien que se domine la técnica, si no se tienen los conocimientos, desgraciadamente se irán acuñando frases y erratas en el público.
Los locutores devienen paradigmas no solo del uso del idioma, sino también del sistema de valores. Las personas los imitan, porque ellos tienen la capacidad de llegar, con nuestro beneplácito, hasta la intimidad de los hogares. Por tanto, no se puede descuidar un minuto la importancia de una persona frente a un micrófono y el poder de la palabra.
Tomado de Juventud Rebelde


lunes, 30 de mayo de 2016

Coherentes, consecuentes








Coherentes, consecuentes
26 de mayo de 2016
La Cuba de hoy nada tiene que ver con aquel “palmar vendido, sueño descuartizado, duro mapa de azúcar y de olvido” que tanto le dolió a Nicolás Guillén. Esto que parece obvio no lo es para algunos trasnochados nostálgicos, que pretenden maquillar el pasado mediante delirantes e insostenibles malabarismos estadísticos.
En más de medio siglo de transformaciones revolucionarias, el país ha registrado notables e indiscutibles avances, reconocidos no solo por los amigos sino también por instituciones y personas para nada sospechosas de afinidades políticas o cercanías ideológicas.
Estas realidades no implican que hayamos cumplido nuestras aspiraciones, ni satisfecho nuestras expectativas. No hablemos ya de aquellas fundadas en la lógica de un proceso en permanente construcción, que se ha abierto paso en medio de agresiones, hostilidades y coyunturas adversas, sin descontar errores propios. Agobios, carencias y necesidades se triangulan en la cotidiana existencia de una sociedad que no se arredra y resiste, y lucha por salir adelante.
El mundo  tampoco es el de hace 50 o 60 años. Ni siquiera el de tres décadas atrás. Desde entonces hasta la fecha hemos sobrevivido a la desaparición del orden bipolar, a la peor crisis económica que jamás hubiéramos imaginado, a recurrentes amenazas imperiales, a despiadados intentos injerencistas, a los virus neoliberales que circulan por el orbe y a las imposiciones hegemónicas.
Hay que saber leer ese mundo —el de afuera y el de adentro— y atemperar nuestras estrategias y programas para no perder la brújula y continuar avanzando, como suele decir Raúl, sin prisa pero sin pausa.
Dicho sea esto en atención a dos compulsiones encontradas y extremas. Están, de un lado, los que nos incitan a pisar a fondo el acelerador y apuestan por la restauración capitalista, la desregulación de las leyes del mercado, la teología de la privatización y la naturalización de la desigualdad. Están, del otro, los inmovilistas, los dogmáticos, los adocenados, los acomodados, los inertes; algunos de estos últimos, avezados en las artes del gatopardismo, esa doctrina que propugna aparentes cambios para que nada sea cambiado.
En un reciente ensayo, titulado Problemas del socialismo cubano, el intelectual Fernando Martínez Heredia resume es­te contrapunto a partir de un deslinde conceptual que comparto: “Cuba está entrando en una etapa de dilemas y alternativas diferentes, entre los que sobresalen los que existen entre el socialismo y el capitalismo, teatro de una lucha cultural abierta en la que se pondrá en juego nuestro futuro. El gran dilema planteado es desarrollar el socialismo o volver al capitalismo. No servirá aferrarse meramente a lo que existe, habrá que desarrollar el socialismo. Tampoco debemos creer que el capitalismo será un futuro inevitable, que hasta podría traer progresos consigo: sería regresar al capitalismo. No se está librando una pugna cultural entre el neoliberalismo y la economía estatal: es entre un socialismo que tendrá que transformarse y ser cada vez más socialista, o perecerá, y un capitalismo que ha apostado a acumular cada vez más fuerza so­cial, ir conquistando con sus ilusiones a la sociedad y que se vayan acostumbrando los cubanos a sus hechos, sus relaciones y su conciencia social”.
Si bien es cierto que la naturaleza de ese escenario nos remite a la cultura, aprehendida en su más amplia  acepción, creo pertinente situar en el terreno de la práctica política y económica inmediata ciertas claves para dilucidar la cuestión.
Una de estas claves pasa por la profundización de los mecanismos de participación ciudadana en los debates públicos y su contribución a la toma de decisiones, voluntad que debe ponerse nuevamente de manifiesto durante el proceso que en estos momentos da continuidad al 7mo. Congreso del Partido. El debate amplio y democrático de los documentos programáticos con la militancia del Partido, la UJC, representantes de las organizaciones de masas y de diversos sectores de la sociedad, el cual exige, como lo reclamó el Primer Secretario del Partido, “escuchar, razonar y tener en cuenta la opinión de la militancia y del pueblo en general”, debe conducirnos a asumir conscientemente responsabilidades y compromisos, individuales y colectivos.
Tenemos que aprender a trabajar por conquistar metas me­dibles, posibles, inmediatas, a sabiendas de que otras, de al­cance más dilatado, dependerán de la consistencia con que sepamos consolidar aquellas.
En 1989, Silvio Rodríguez, ante la vista del ya próximo fin de siglo, entonó en una memorable canción: “Pero ahora que se acerca saco en cuenta/que de nuevo tengo que esperar/que las maravillas vendrán algo lentas/porque el mundo tiene aún muy corta edad”. Mas no por ello dejó de clamar: “Venga la esperanza, pase por aquí…”.
Como para saber que mientras todo lo que hagamos se revertirá en ganancias futuras, no podemos darnos el lujo de renunciar a trabajar por mejorar el presente, ahora y aquí, no­sotros mismos.
El único modo de hacerlo es siendo coherentes y consecuentes a la vez.

Tomado de Granma