lunes, 26 de diciembre de 2016

Las virtudes morales de nuestro pueblo

Ya corrió un mes y nadie lo ha sentido ausente, como los versos de Antonio Machado, sigue haciendo camino al andar




La mayoría del pueblo despertó el pasado 26 de noviembre con el golpe más fuerte en el corazón; el pecho de la Patria amaneció de luto. Fidel se despedía la noche antes, cual ángel centinela para no causarnos dolor.
Ya corrió un mes y nadie lo ha sentido ausente, como los versos de Antonio Machado, sigue haciendo camino al andar. Yo soy Fidel no solo es no dejarlo morir, sentirlo al lado, sino continuar la obra por la cual desveló a su alma. Es continuar la Revolución, que es la única manera en que siempre estará vivo.
¿Qué hacer para recordarlo en este otro 26? Ir a su legado. Y encontramos su propia prédica, desde el enero fundacional de 58 años atrás. Si somos Fidel, hay que hablar y actuar como él.
«…es día de meditación, porque aquí tenemos que venir todos los años a recordar a los muertos de la Revolución; pero tiene que ser como un examen de la conciencia y de la conducta de cada uno de nosotros, tiene que ser como un recuento de lo que se ha hecho, porque la antorcha moral, la llama de pureza que encendió nuestra Revolución, hay que mantenerla viva, hay que mantenerla limpia, hay que mantenerla encendida, puesto que no podemos permitir que se vuelva a apagar jamás la llama de las virtudes morales de nuestro pueblo», afirmó el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana el 30 de julio de 1959, en el segundo aniversario de la caída del joven Frank País.
Lo dijo en Santiago de Cuba, esa ciudad heroica, para dejarnos otra de sus medulares definiciones de Revolución:
«Hay que venir aquí todos los años a avivar y a atizar esa llama moral. Hay que venir todos los años a hablar claro. Hay que venir todos los años a reprochar cualquier desviación revolucionaria. Hay que venir todos los años a reprochar cualquier adormecimiento del espíritu revolucionario no solo en el pueblo sino de todos los hombres que estén al frente de la Revolución. Porque si algo no queremos —y bueno es decirlo aquí, en este aniversario de la muerte de Frank País y de Daniel, símbolo de toda la generación que se sacrificó—, bueno es decir aquí que lo que no queremos es que nadie pueda decir el día de mañana que nuestro pueblo se ha olvidado de sus muertos».

Tomado de Granma

Cumple su 58 aniversario el Cristo habanero

El Cristo fue inaugurado siete días antes del triunfo de La Revolución Cubana, construido en Italia, obra de la escultora cubana Gilma Madera


25 de Diciembre 2016
El monumental Cristo de La Habana cumple 58 años de inaugurado, y sigue siendo uno de los sitios preferenciales para observar la bahía capitalina en todo su esplendor. Abierto el 25 de diciembre de 1958, constituye una escultura emblemática de la capital cubana, y especie de guía para los marinos que llegan en barco a la Isla por el occidente.
A la entrada del puerto, a la izquierda, se encuentran algunos puntos de interés, como la fortaleza colonial de San Carlos de la Cabaña, el pueblo de Casa Blanca y la colosal estatua del Cristo.
Los marineros desde sus barcos, lo primero que ven al aproximarse a La Habana es el faro de la fortaleza de El Morro, y una vez que enfilan la proa dentro de la bahía les llama la atención la blanca silueta que se alza dando la bienvenida.



Gilma Maderas ideó y creó este Cristo de ojos eternos. Foto: Archivo JR

El monumento forma parte de un conjunto arquitectónico que caracteriza la entrada de lo que en su tiempo fuera el puerto Carenas, descubierto por el explorador español Sebastián de Ocampo entre 1508 y 1509.
Está edificado en mármol de Carrara (provincia de Toscana, Italia) contrasta con las grises piedras de un entorno antiguo como lo son las fortalezas de los Tres Reyes del Morro, San Salvador de la Punta, la Real Fuerza y San Carlos de la Cabañas. Tales piedras añejas constituyen baluartes que defendieron a La Habana de corsarios y piratas.
El Cristo fue inaugurado siete días antes del triunfo de La Revolución Cubana, construido en Italia, obra de la escultora cubana Gilma Madera, ya fallecida.
Se trata de una figura de Jesús de pie, con una mano en el pecho y la otra en alto, en actitud de bendecir, y de esta manera observa a la ciudad.
Con una altura de 20 metros sobre la base de tres, pesa 320 toneladas y está compuesta por 67 piezas. Si tomamos en cuenta la explanada sobre la colina donde se ubica, su altura es de 51 metros sobre el nivel del mar.


El poblado de Casablanca, donde está la estatua, fue en su tiempo un pueblo de pescadores, y ayuda con su quietud a completar la imagen de esa gigantesca estatua, de interés para religiosos de paso y para turistas de todas partes del mundo.
Este Cristo se esculpió en Roma y fue bendecido por el Papa. Durante el montaje, Madera fue ayudada por un equipo de 20 marmolistas y cada fragmento fue atado con tensores de acero a la estructura central.
Al margen de leyendas y mitos, el sitio es lugar ciertamente sagrado, pero su mayor importancia está en una vista maravillosa y especial, que ofrece la panorámica de una ciudad tan antigua como moderna.
(Con información de PL)

Tomado de Juventud Rebelde

JR Podcast: ¿Puedes vivir sin Facebook?

Ya te has hecho la gran pregunta, y has intuido la respuesta porque lo vives cada vez que, por alguna causa, no logras revisar tu perfil ni una sola vez en la semana. Sobre esa bendita adicción de nuestra generación trata este podcast… ¿Te animas a debatir con nosotros?

Ana Isa Vidal
25 de Diciembre del 2016 

Ya te has hecho la gran pregunta, y has intuido la respuesta porque lo vives cada vez que, por alguna causa, no logras revisar tu perfil ni una vez en la semana. Eso te genera una leve sensación de ansiedad… ¿Y si alguien te escribió algo muy importante?, te preguntas. ¿Y si algún suceso extraordinario pasa en tu ausencia y te lo pierdes?, te dices.
Has intuido la respuesta cuando, en medio de un momento especial, te haces una foto e inmediatamente piensas, ¡la tengo que compartir! Un pensamiento lógico en las generaciones jóvenes conectadas, quienes perciben que si no suben la imagen, la experiencia no estará completa.
Pero no, no logras admitirlo. Continúas pensando que puedes vivir sin Facebook, pues hace unos años ni siquiera sabías qué era una red social, y no te hacía falta. Pero dicen que la mente que se abre a una nueva idea nunca volverá a su tamaño anterior, así que te costará prescindir de los «Me gusta», de los comentarios de tus amigos, de los juegos y las aplicaciones novedosas, de las solicitudes de amistad, y hasta de la posibilidad de eliminar o bloquear lo que no te agrada.



Hasta que, de pronto, llega el día gris en que ya no puedes conectarte más, por ejemplo, desde el trabajo, porque se está perdiendo mucho tiempo en la oficina… tiempo que debería invertirse en producir.

La noticia te caerá como un cubo de agua fría. Sentirás que tu mundo (no solo el digital) se desmorona. Y, quizás, hasta intentes evadir la seguridad informática. Solo entonces lo entenderás: eres un adicto… tan adicto como otros 1500 millones de personas.
De acuerdo con un estudio publicado por la Universidad de Negocios de Chicago, esta red puede ser tan adictiva como los cigarrillos, el alcohol o el sexo. Quizás sea exagerada la comparación, pero sí se convierte en un problema cuando prefieres chatear que hablar mirando a los ojos, cuando recibir un comentario de una de tus fotos es más emocionante que interactuar con la familia o el grupo de amigos, o cuando descubres que le cuentas todo a esa persona que nunca has visto y hace siglos no tienes una charla real con tu pareja.

Más allá de su función para entretener, las redes sociales son muy útiles. No sólo permiten contactar con amigos y familiares, sino que sirven para establecer contactos de negocio o necesarios para nuestros estudios; y para informarnos.
«Definitivamente, siento que la tecnología y las redes sociales, tienen un enorme impacto en nuestra generación. Es algo normal para nosotros», afirma Thalia, joven norteamericana que visita Cuba por su trabajo relacionado con la industria de viajes y hotelería. «Puedo ver la diferencia al viajar a otros países. Pero definitivamente es algo inmenso para la Generación del Milenio».



JR Podcast dialogó con algunos adolescentes en el parque Fe del Valle, uno de los puntos Wi-Fi de ETECSA en la capital cubana. Talice, a sus 17 años, tiene cuentas en Facebook e Instagram. «Ahí conozco nuevas amistades, de aquí y de otros países, lo que más comparto son fotos. También me gusta hablar con mi familia en Estados Unidos. Me conecto casi todos los días, pero no creo que llego a la adicción, obsesionados estamos en mi aula con el Zapya», comenta riendo.
¿Qué es lo adictivo de Facebook? Algunos defienden una teoría sobre las pequeñas recompensas que encontramos allí: los elogios, los comentarios positivos, las demostraciones de atención y afecto que recibes de diferentes maneras y te hacen regresar por más todos los días. Otros, sencillamente, se divierten con los carteles ocurrentes, los videos y foros sobre diversos temas.
Mucho también coinciden en que la mejor protección de cualquier consecuencia nociva es dedicarle mucho más tiempo a tu vida fuera de las redes sociales. Hacer fotos que no compartirás en Instagram, activar el chat en vivo con esos amigos que adoras pero nunca encuentras el tiempo de verlos; intentar disfrutar cada momento sin obsesionarte por dejar el historial en internet...
Ernesto Alejandro, de 30 años, nos confiesa: «Facebook me atrapa y considero que puede llegar el momento en que no seré capaz de vivir sin él (…) «El punto está en que en las redes sociales puedes desinhibirte, aunque seamos extrovertidos, siempre tenemos algo de timidez. Pero se es más valiente cuando te gusta alguien en Facebook, que cuando ves una muchacha linda en la calle... ».

Pero, agrega, «lo mismo que nos da esas posibilidades de conectarnos, nos puede afectar porque podemos perder privacidad. Y quizás, no sopesaremos la valía de los vínculos tradicionales de socialización. Creo que no nos pueden faltar las expresiones de un rostro, un olor, otros sentidos que se activan durante una conversación entre seres humanos, sin un medio electrónico».
Sin más, nos despedimos… ¡No olviden escucharnos!

Tomado de Juventud Rebelde.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

No te laves la mano si tocaste a Fidel

Autor: Madeleine Sautié
Cuando conté en mi casa que había visto a Fidel, tenía solo diez años. —¿Lo pudiste saludar?, me preguntaron.  —Sí,  les dije, lo toqué. Fue entonces que oí por primera vez unas palabras a las que después se acostumbraron mis oídos cada vez que alguien tenía la suerte de vivir una experiencia similar: «No te laves la mano».
Había puesto los pies por primera vez en Tarará, como se le llamaba entonces al hermoso recinto habitado antes de la Revolución por burgueses adinerados, que tras el triunfo del Pri­mero de Enero, fue usado, entre otros servicios, como escuela de Maestros, y que el 20 de julio de 1975 quedaba inaugurado como Cam­pamento de Pioneros José Martí.
Asistí muchas veces a ese lugar, que después —cuando concluyeron obras aún pendientes— terminaría por llamarse, en lugar de campamento, Ciudad de los Pioneros José Mar­tí. Unas en vacaciones; otras para pasar cur­sos de capacitación pioneril; para, sencillamente, recibir las clases cotidianas por lo que la escuela entera debía trasladarse hasta el hermoso entorno; para participar de las actividades del 11 Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, porque allí algunas de ellas tuvieron su espacio.
Tarará, el Campamento, o la Ciudad de los Pioneros fue para los niños de mi generación mucho más que disfrutar totalmente gratis la magia de esa villa sublime, bañada de sol y mar, de aire desintoxicado, y habitada por áreas como la base náutica, las áreas de juego, el anfiteatro natural, los inmensos comedores con alimentos de lujo, el parque de diversiones… que fue mucho más de lo que los ojos de los niños de la temprana Revolución podían admirar.
Fue también el espacio para rendir tributo a los héroes, tal como deben ser educados los niños para que no olviden que vivir en un país sin guerra y con justicia social tiene el costo de la sangre de sus padres generacionales. Para ello cada estancia de los pioneros reservaba una visita a la Plaza Martiana, solemne como es digno del Héroe Nacional, pero siempre edificante. Se salía de ella, a buscar otras diversiones, la de las actividades subsiguientes, pero con la dosis ya en sangre, de la formación pa­triótica sin la cual no es posible llegar a ser un hombre de bien.
Allí los niños perdimos el color, el origen, las diferencias que por siglos marcaron al cubano más allá de su voluntad a causa de regímenes sociales discriminatorios y exclusivos. Fuimos más que una inmensa ronda a lo Mistral, porque todos esos regalos que la Revolución les hacía a los niños nos igualaban, porque ella se había encargado de hacernos nacer en un país que estrenaba un proyecto socialista en el que nada era más importante que un niño.
Aquella partida temprana del hogar, donde quedaban los padres confiados de que sus hijos estarían por días «reclutados» en un paraí­so construido para ellos, fue el espacio ideal para saber más de los otros, para poner en práctica la solidaridad del compartir, de escuchar historias de nuestros amigos, de dormir y despertar junto a otros niños que eran también nuestros hermanos, de crecer humectados por el jugo del humanismo.
A la par de ser educados educábamos también a los incrédulos, dábamos lecciones de Re­volución a aquellos adultos que no confiaron desde el principio, porque la espontaneidad de un niño, que jamás miente, no podía contar más que generosidades.
Cuando el Comandante en Jefe se dirigió aquel 20 de julio a los pioneros que lo escucharían en el anfiteatro del campamento, sabía muy bien a qué público se iba a dirigir y para ello usó el ardid de su palabra sin caer en ñoñerías que hubieran podido desmotivarlo. Desde el principio los hizo reír, pero les habló también de cosas serias.
Les explicó que ese maravilloso campamento que se les estaba regalando era obra del trabajo entusiasta y creador de los obreros, y que no debían nunca olvidar que había sido fruto del sudor y del esfuerzo de muchos trabajadores. Confiado de que lo entenderían les advirtió: «Como ustedes saben, solo del trabajo pueden surgir los bienes materiales y espi­rituales capaces de satisfacer las necesidades del hombre. Por eso nuestra Revolución rin­de tanto respeto al trabajador. Por eso nuestra sociedad es una sociedad de trabajadores y nuestra Revolución es una revolución de trabajadores. ¡Y preparamos a los pioneros para ser los futuros trabajadores de la patria!».
Les habló del privilegio del que ellos gozaban al haber nacido en una sociedad socialista, la única en el hemisferio donde vivían, donde no podía haber otras organizaciones de pioneros porque esto no era posible en las sociedades burguesas.
«En las sociedades capitalistas no hay organización de pioneros, no hay ni puede haber actividades de pioneros, no hay ni puede haber campamentos de pioneros. En las sociedades capitalistas nadie prácticamente se ocupa de los niños. Y hay muchos niños analfabetos, muchos niños sin escuelas, muchos niños desamparados, muchos niños pidiendo limosnas en las calles. Esa es la realidad terrible y dolorosa de la sociedad capitalista; ¡muchos niños descalzos, muchos niños desnudos, muchos niños hambrientos! Hay algunos que tienen mucho y otros que no tienen absolutamente nada. ¡Esa es la sociedad capitalista!».
Hoy aquellos niños hemos presenciado su adiós «de mentirita», su vuelta a los orígenes, su regreso al punto de partida, expeliendo gloria. La Caravana de la Libertad desandando los caminos que la hicieron posible reeditó su paso con la satisfacción del deber cumplido. Entre tanta confusión vuelvo a vivir aquellos días en que lavarme las manos fue un acto de sacrilegio solo salvado por un sentimiento que se enraizó hace ya mucho y solo morirá conmigo.
Tomado de Granma.

Indecencia

Por: Pedro de la Hoz.
Conciertos suspendidos, profusión de invectivas, miserias humanas. Todo sucede en el sur de la Florida, cuyo epicentro, a los efectos de las expresiones extremistas, es Miami.
El pasado 15 de diciembre, el dúo Buena Fe debía comenzar un ciclo de presentaciones en Es­ta­dos Unidos, que lo llevaría a Nue­va York, Houston y también a Tampa.
Pero la empresa norteamericana Blue Night Entertainment, organizadora del periplo, recibió mensajes amenazadores por parte de los círculos anticubanos que medran con el odio en los predios floridanos —con el concierto en Tampa como pretexto— y cedió a las presiones.
«Decidimos cancelar toda la gira por respeto al público, a la comunidad cubana en Estados Unidos, no queremos que la gente esté mo­­lesta», afirmó en un comunicado la compañía.
Esa «gente», la misma que en bárbaro aquelarre se lanzó a una céntrica calle de Miami para celebrar la muerte del líder histórico de la Revolución cubana, fue la que propuso boicotear al concierto de Buena Fe,  solo porque  estos intérpretes manifestaron su condolencia ante el suceso luctuoso.
Idéntica factura le pasaron a Alexan­­der Abreu. El 14 de diciembre te­nía pactado un espectáculo con Havana D’ Primera en el club The Place, de Miami, y no pudo ser. De un lado, dilaciones en el visado de sus músicos; de otro, la al­haraca de la «gente» que no le perdona al compositor y trompetista que haya dicho días antes la idea que la abrumadora mayoría del pueblo cubano compartió: «Fidel no se ha ido, permanece».
Digámoslo de una vez por to­das: «la gente molesta» no re­pre­senta la comunidad cubana re­si­dente en Estados Unidos. Se tra­ta de un sector minoritario pero in­fluyente económica y mediáticamente, que ha hecho del odio, el revanchismo y la intolerancia un modo de vida.
Para estos vale todo, no hay la más mínima ética, como lo prueba la manera en que le cayeron en pandilla a Pancho Céspedes. El au­tor de Vida loca y Señora escribió un mensaje personal a un pianista que habitualmente trabaja con él, en el cual comentaba que le parecía inapropiado que este acu­diera a un show televisivo que man­­cillaba la memoria del Co­man­dante. Con absoluta transparencia decía «yo me fui de Cu­ba» —ha regresado más de una vez a cantar y compartir su talento con los muchos que siguen su carrera—, pero criticaba a un colega suyo que ha encontrado en el anticastrismo furibundo un negocio.
El mensaje privado, por obra y desgracia de esa «gente» y los me­dios floridanos, se hizo público. A Pancho también le cancelaron un concierto en The Place.
Nada nuevo bajo el sol. Quema de cuadros, aplastamientos de discos, incitación a la violencia configuran un expediente de larga data en un predio donde criminales y terroristas gozan de buena salud.
Tomado de Granma.

Alicia


Gracias al talento de Alicia Alonso, Cuba, y con Cuba, América Latina toda, se ubicó por primera vez en el mapa danzario internacional

Ahmed Piñero Fernández
20 de Diciembre del 2016

Hace hoy 96 años nació Alicia. Así, sencillamente Alicia. Porque, al menos en Cuba, su apellido es innecesario. Es muy difícil, por no decir imposible, encontrar a un cubano que no sepa quién es Alicia Alonso. No importa su ubicación geográfica, tampoco su nivel intelectual. Cuántas veces hemos ido en un transporte público abarrotado, y en medio del calor y la incomodidad hemos escuchado esa frase jocosa y lapidaria: «Me tienes en puntas de pie, como Alicia Alonso».
Y si tiene alguna duda, lo exhorto, lector, a que repita el mismo experimento que hice en una oportunidad: acérquese a un niñito, a un ama de casa, un obrero, un constructor, un deportista, un escritor, un campesino… Pregúntele: «¿Sabe usted quién es Alicia?». Fíjese, entonces, en el rostro de su interlocutor y notará, seguramente, una mirada brillosa por el asombro y el orgullo: «¡Alicia!... ¡Alicia Alonso, una gran bailarina!», o como respondió aquel negro camionero sudoroso, con una sonrisa amplia y una voz emocionada por eso que llamamos «sentido de pertenencia»: «Coño, mi hermano, ¡Alicia!... Alicia es un pedazo de Cuba».
De Alicia Alonso se ha escrito mucho. Aún está pendiente una valoración múltiple de la artista. Sería hermoso y oportuno que alguna editorial cubana se decidiera a publicar, como lo merece, la recopilación de opiniones emitidas sobre su entidad humana, su arte y magisterio. Un riguroso trabajo de selección, ordenamiento y clasificación de los textos publicados en la Isla y el extranjero (incluso, algunos inéditos), de muy distinta naturaleza, en cuanto a su intención y características. Una suerte de bibliografía pasiva de la artista que constituiría, sin dudas, un inapreciable material de consulta para bailarines, artistas de las artes escénicas, investigadores, periodistas y público en general.
Y me refiero no solo a las opiniones de la crítica especializada y de otros profesionales de la danza, sino también a lo que han dejado plasmado escritores y otros intelectuales (aquellos juicios excepcionales de autores cubanos como José Lezama Lima, Dulce María Loynaz, Antón Arrufat, Fina García Marruz, Jorge Mañach o Miguel Barnet, entre otros; o de extranjeros de la talla de Aquiles Nazoa, Antonio Gala, José María Caballero Bonald, Francisco Nieva…) y hasta lo que llamo la «Visión poética de Alicia Alonso», que agruparía los textos de Alejo Carpentier, Cintio Vitier, Eliseo Diego, Carilda Oliver Labra, Nancy Morejón, Thiago de Mello… inspirados en el arte de la prima ballerina assoluta.
Gracias al talento de Alicia Alonso, Cuba, y con Cuba, América Latina toda, se ubicó por primera vez en el mapa danzario internacional.
No fue hasta sus triunfos en Estados Unidos, a principios de los años 40, que mundialmente se empezó a hablar del ballet cubano. La Alonso se hizo representativa de nuestro país, y con su arte lo situó, por primera vez, en la historia de siglos del ballet. Asimismo, aprovechó la proverbial facilidad de nuestra gente para el movimiento y la integró en su danza. Su peculiar y novedosa forma de bailar hizo que críticos y espectadores notaran marcadas diferencias en el sentido del ritmo, en el estilo, en el fraseo, en el acento…, al ejecutar los mismos pasos que otros bailarines. Sin proponérselo, inició el camino estético de la hoy mundialmente reconocida escuela cubana de ballet.
Profundamente cubana, no cedió jamás ante empresarios y directores —a riesgo, incluso, de su propia carrera—, quienes insistían en modificar su apellido auténticamente latino por otro de sonoridades eslavas.
La Alonso hizo del ballet en Cuba un arte popular y al alcance de todos. A partir de la fundación del hoy Ballet Nacional de Cuba en 1948, y hasta 1956, cuando la compañía se vio en la necesidad de interrumpir su trabajo, se presentó gratuitamente o a precios módicos en funciones populares en teatros, plazas públicas, estadios y anfiteatros. A una de esas funciones corresponde la siguiente anécdota, que habla por sí misma de la hermosa relación que la artista estableció con el público:
«Mantener la compañía no era cosa fácil —recuerda el tenor cubano Bernardo Rosas. El Gobierno ofrecía una ridícula subvención que no alcanzaba para nada y se necesitaba dinero para todo: alquilar el teatro donde se ofrecían las funciones, el vestuario, los decorados, para pagarle a los músicos de la orquesta y a los miembros de la compañía... Un día, era muy a principios de los años 50, se ofrecía en matiné Coppelia, con Alicia como Swanilda, y Enrique Martínez como Franz, en el Teatro Nacional (hoy Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso). La función estaba programada para las 10:00 a.m., y a las 10:30 a.m. no había comenzado aún. El público, que colmaba hasta el último asiento, comenzó a impacientarse. De pronto salió a proscenio Fernando Alonso, entonces director del conjunto danzario, y explicó que los músicos de la orquesta se negaban a tocar si no se les pagaba, por lo que había que suspender la función. De repente, desde lo más alto del teatro se oyó una voz que gritó: “¡Que sea sin música, pero que Alicia baile!”».
Ante esa espontánea muestra de admiración y cariño populares, la representación se ofreció, en su totalidad, acompañada por un piano. Cuando Alicia-Swanilda asomó su cabeza por la puertecita para hacer su entrada, el teatro se vino abajo con unos aplausos que no tenían para cuando acabar. Todo el vals lo bailó llorando de la emoción, y no al compás de la música de Delibes, sino de aquellos aplausos que le tributaba un pueblo agradecido. Esa fue, según Bernardo Rosas, su Swanilda más exuberante.
Después del triunfo revolucionario, la Alonso llevó el ballet a escuelas, talleres, fábricas, unidades militares y a las más intrincadas zonas rurales, posibilitando a todos el disfrute del arte coreográfico. Por eso no es solo nuestra «artista nacional», como la definiera Alejo Carpentier, es también un fenómeno sociológico.
En una oportunidad, Alicia fue a almorzar a un restaurante habanero. Al llegar, la calle estaba semidesierta. Nadie sabe cómo ni en qué momento comenzó a divulgarse la noticia de que ella estaba allí. Al salir, la calle estaba llena de gente, de gente de pueblo, que había ido a saludar y a aplaudir a su querida artista. De pronto, un niño, que por su aspecto procedía de una familia muy humilde, se le acercó y casi desafiante le dijo: «Yo sé quién tú eres. Tú eres Cecilia Valdés», lo que provocó la risa, ¡que no burla!, de todos los que estábamos, y es que había reconocido en la mujer que tenía delante de él, a un símbolo de nuestras esencias nacionales.
A principios de los años 80 llegó hasta la casa de Alicia Alonso un joven soldado, procedente de la zona más oriental de la Isla. Según él, había venido a La Habana solo para encontrarse con la artista y dar cumplimiento a un compromiso de guerra. Semanas antes aquel joven era un combatiente internacionalista, en Angola. Durante los días en África, a él y a sus compañeros les habían proyectado un filme en el que la vieron bailar. Ver el arte de la gran bailarina cubana desde la distancia provocó en todos una gran emoción. Días después, en medio de una batalla, derribaron un avión enemigo. Y entonces llegaron a un acuerdo: el primero de ellos que regresara a Cuba llevaría como «trofeo» un fragmento de ese avión para obsequiárselo a Alicia Alonso. Y es que aquellos jóvenes no vieron en el filme a una bailarina ni a una artista: tenían, como me dijo aquel camionero, un pedazo de Cuba».
El debut de Alicia Alonso en la danza ocurrió el 29 de diciembre de 1931 en el gran vals de La bella durmiente, y para mí ha constituido siempre un hermoso misterio: a principios de ese mismo año, en La Haya, dejaba de existir la notable bailarina rusa Anna Pávlova, cuyo nombre fue sinónimo de ballet para cientos de miles de personas en el mundo entero. A la edad de ocho años la pequeña Pávlova asistió, por primera vez, al ballet, y esa representación cambió por completo su vida. En el Teatro Marinsky se bailaba en aquella ocasión La bella durmiente.
Alicia Alonso, la bailarina, nació al arte el mismo año que Pávlova dejaba de existir. Es casi providencial tal confluencia de acontecimientos, como providencial parece la historia de nuestra gran bailarina, en la que una devoción absoluta, casi religiosa, al arte danzario ha sido una constante.
Sus primeras actuaciones profesionales tuvieron lugar en Estados Unidos en 1938, en comedias musicales. En 1940, el año de su fundación, se incorporó al Ballet Theatre, compañía en la que inmediatamente tuvo a su cargo destacados papeles. En 1943, al debutar en el personaje titular de Giselle comenzó una de las carreras más impresionantes y prolongadas de la danza escénica de todos los tiempos.
Hasta el momento, no ha habido, no ya quien la supere, ni siquiera, quien la iguale. Ella es, en la historia danzaria de nuestra época, un fenómeno único e irrepetible.



Tomado de Juventud Rebelde.

martes, 13 de diciembre de 2016

Crónica de un espectador Últimos días en La Habana, Ya no es antes

Dos de las propuestas del cine cubano en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano
La obsesión por un mismo tema —por importante y abarcador que este sea— puede traer aparejado la repetición artística del tema, que en cine se traduce (o simplifica) por parte del espectador en algo así como «está bien, pero ya lo vi».
Si decisiva es la función crítica del arte, ella puede resentirse cuando se convierte en un evidente interés por subrayar lo que no hace falta subrayarse. Sale a relucir entonces el discurso per se que angustia al director y con el que se pudiera estar de acuerdo en parte, o hasta en un todo, siempre que sea disuelto en el contenido del conflicto y no se verbalice, o «encaje» en la trama a la manera de un compendio de críticas interesadas en hacer un balance unidireccional.
«Que aburrida es, lo dice todo», escribió Gothe refiriéndose a un tipo de mujer que había conocido, y aunque Últimos días en La Habana, la más reciente cinta de Fernando Pérez, no es aburrida en lo absoluto, sí permite apreciar bastante de lo anteriormente señalado, en especial su interés por el machaque insistente, a como dé lugar, in­cluso en disfavor de su atractivo guion.
Concerniente a la repetición no tiene nada que ver el hecho de que el director recurra a un compendio de formas antes asumidas en otras cintas suyas, principalmente Suite Habana (que tanto aplaudí). Tampoco en que vuelva a interesarse por esa parte de la capital en lo absoluto beneficiada en lo social, los típicos solares y sus personajes, con tantas historias por descubrir, como en cualquier otro rincón de la Isla. Su película ne­cesitaba ser contada desde allí y punto.

Una buena historia con dos personajes excelentemente actuados desde construcciones dramáticas diferentes: el impenetrable ser, desesperado porque le llegue la visa que le permita marcharse al Norte (Patricio Wood), y el homosexual enfermo de Sida (Jorge Martínez), a quien el primero, amigo desde la adolescencia, cuida con de­dicación.



El de Wood pertenece a la galería de tortuosas existencias tan representativas en la cinematografía del realizador; mientras que el «Diego» (como el de Fresa y Chocolate) al que da vida Martínez, es toda una revelación por cuanto responde a una concepción tragicómica, nunca an­tes asumida por Fernando Pérez.
En evidente interés de la realización por aligerar lo desgarrador del drama, e igualmente los re­cursos del melodrama a los que necesariamente se acude, al nuevo Diego se le coloca en una lí­nea expresiva dominada por los aires del sainete. Sentimental, tan tierno como viperino, sibarítico hasta la muerte, Diego da lugar a situaciones risibles y a otras que estrujan la garganta. Sin embargo, algunos trances humorísticos del guion son de «fácil consumo» y reiterados.
Su sobrina, la muchachita sin pelos en la lengua que huye de su casa, viene como anillo al dedo al aire de proclama que recarga innecesariamente al filme, y le empaña sus aciertos, el principal, la alegoría a la amistad que surge entre dos amigos tan diferentes.
La muchachita, que terminará cumpliendo sus sueños de vivir entre animalitos en la azotea de Diego, lejos del contaminante ser humano, servirá también para hacer el epílogo de lo que hemos estado viendo y por ella nos enteraremos que algunos de los personajes secundarios eran puras máscaras, y a otros los cambió la vida.
Más realismo que el tradicional simbolismo de Fernando Pérez en esta película con buenos momentos y aspectos destacados en la realización —fotografía, actuaciones, ambientación— , pero en la que, a diferencia de otras suyas, prima más el subrayado desbordante que esa ambigüedad artística que lo ha caracterizado, abierta siempre a las interpretaciones y al misterio.


***


Lester Hamlet entrega su mejor filme con Ya no es antes. Y lo hace con un conflicto bastante contado: la mujer (preferentemente) que se va a vivir a 90 millas, o más, y regresa a la tierra donde dejó un gran amor de juventud.
Ese volver sobre ¿lo mismo? hace que la ta­rea creativa del director se torne más exigente, pues el reencuentro sentimental (en este ca­so 40 años después), los reproches, las ironías, las dudas, las verdades y ocultamientos de tales parejas han sido traspuestos por otros artistas, un tema, por cierto, que apareció en nuestra li­teratura y cine en fecha tan lejana —en relación con lo temprano del desgarramiento— como los años 80.
También Lester Hamlet se ve obligado a contar esos primeros minutos del reconocimiento mutuo entre recuerdos sentimentales, intercambios de puyas, quejas sobre lo bueno y lo malo de aquí y de allá, mientras el espectador se pregunta qué hará de este filme algo diferente.
La respuesta no tardará en llegar en los personajes que de manera brillante encarnan Isa­bel Santos y Luis Alberto García. Des­cri­bir­los en su complejidad humana revelaría sustancias que debieran permanecer entre velos para el espectador, en función de una historia que, jus­to hasta el final, será un suceder de sorpresas, mientras Esteban (Luis Alberto) hace lo posible por llevar a la cama a Mayra (Isabel) y ella va po­niéndole frenos.
Diálogos y situaciones a veces humorísticas, de manera que el alto voltaje sentimental se en­fríe, para después volver a dispararse.
Ninguno de los dos está satisfecho con sus vidas y las diferencias físicas dejadas por cuatro décadas importan, pero no más que los cambios emocionales. Revolotean la pesadumbre y la so­ledad entre ellos, pero no el pesimismo.
Una película desgarradora sobre lo que no fue, el amor trunco, la huella del tiempo, que hace a los protagonistas mirarse a hurtadillas en el espejo y, después de todo, los desesperados deseos de luchar y de seguir viviendo.
Muchos años con la convicción de que Isabel Santos es una gran actriz no quita para asegurar que ¡hay que verla! Y disfrutar cuánto saca de su ser para convertirse en la otra.
Son pocas las películas que aceptaron el reto de saltar al ruedo con solo dos actores desenvolviéndose en espacios cerrados. Aquellas que triunfaron están amparadas en guiones férreos y actuaciones memorables, y esta clasifica entre ellas. Indispensables la fotografía de Raúl Pérez Ureta y la música de Harold López Nussa, junto a los aportes del equipo técnico, para convertir a Ya no es antes en un sólido filme con aspiraciones a optar por un premio en este 38 Festival.
La inspiración del filme es el texto de Wee­kend en Bahía, del bien recordado Alber­to Pe­dro, una obra que en lo absoluto dejaba cerrado el ciclo sentimental de la pareja. Tam­poco Lester Hamlet lo hace, aunque deje mues­tra de ser un ferviente romántico, de esos conven­cidos de que la fuerza del buen amor todo lo puede.
DESIERTO Y LOS BEATLES
Compitiendo por México, Desierto, de Jonás Cuarón, con Gael García Bernal en el papel protagónico, es un bien armado suspenso con no po­cos ingredientes provenientes del cine de Holly­wood. Indocumentados que tratan de pasar la frontera y un norteamericano sicópata que los caza a tiros ayudado por un perro que muerde di­recto al cuello. Escasos apuntes sociales para un tema que los hubiese necesitado y fórmulas que siguen funcionando para los seguidores del gé­nero.
Dirigido por Ron Howard, The Beatles: Eight Days a Week, revela una etapa importante del famoso cuarteto, en especial sus giras por los Estados Unidos, cuando conocen el racismo imperante, que en algunos lugares trata de im­pedir que sus funciones sean vistas por los ne­gros. La actriz Whoopi Goldberg deja constancia de aquellos días y otros más ofrecen sus testimonios de la locura reinante, en especial entre la juventud que los aclama. Igualmente se refiere el documental a las transformaciones artísticas que fue experimentando el grupo y a su hartazgo por las agotadoras giras y algunos tipos de composiciones. Imágenes nunca vistas convierten a Ocho días de la semana en un material re­velador que mucho apreciarán los fieles seguidores de una música que al paso de los años se sigue escuchando.

TOMADO DE GRANMA

lunes, 12 de diciembre de 2016

Tiempo de meditar.

La palabra de Fidel alcanzaba, a la vez, a los interlocutores de fuera y de dentro. Ahora, estudiar, pensar y hacer son las grandes tareas que corresponden a las generaciones en activo



Por:  Graziella Pogolotti
Diciembre del 2016 22:37:11 CDT
La muerte de Fidel produjo un estremecimiento mundial. Se abatió un gran silencio. Era la expresión de un dolor compartido en forma de recogimiento. Jóvenes y ancianos pudimos palpar el tránsito de la historia. Al repasar el ayer en la multitudinaria intimidad de la hora, al mirar hacia atrás, nuestras vidas estaban entroncando con el curso general de la historia. Así lo demostraron millares de personas entrevistadas por la prensa. Evocaban los orígenes, la trayectoria personal. En esa memoria restaurada, muchos pensaron en lo hecho y en lo dejado de hacer, en la enorme responsabilidad que entraña asumir, como lo hemos hecho, su legado.
A punto de cerrar el año, reviso el transcurso de los meses con espíritu autocrítico. Me empeño en evitar las valoraciones abstractas con el propósito bien intencionado de seguir «trabajando sobre los problemas». En mi ámbito relativamente reducido, procuro examinar área por área, precisar las causas de las deficiencias e intentar la rectificación necesaria en la proyección de futuro. Porque se trata, ante todo, de echar adelante el país. Para lograrlo, habrá que empujar la carreta con un impulso de todos, sabiendo que el camino está lleno de obstáculos, algunos objetivos y tangibles, derivados del bloqueo y de sus consecuencias económicas. Otros son de naturaleza subjetiva, resultado del resquebrajamiento de valores, de desidia, de conformismo con lo mal hecho, de pérdida de compromiso con la responsabilidad que incumbe a cada cual, de pequeñas cobardías cotidianas que paralizan el ejercicio eficiente de la crítica, tan concreta y precisa como el gesto del arquero que coloca la flecha en el centro del blanco. Haber compartido las hazañas de un trozo de historia que agigantó el tamaño de la Isla exige combatir la mala yerba que crece al abrigo de espíritus mezquinos y de la corrosiva mediocridad del alma.
En ese trayecto histórico aprendimos muchas cosas. Protagonistas de un planeta que se achicaba con el desarrollo de las comunicaciones, entendimos la creciente interdependencia entre los acontecimientos que suceden en cualquier parte del mundo, en vínculo entre el resultado de elecciones en un país lejano, las sacudidas de la bolsa de valores, el movimiento financiero internacional y las perspectivas de la inversión extranjera en nuestro país. Hemos aprendido a leer los fenómenos de la realidad, pero ese entrenamiento padece todavía de numerosas insuficiencias.
La insularidad con la añadidura de una geografía que nos sitúa en cruce de caminos han consolidado una tradición cultural caracterizada por el intenso diálogo entre el adentro y el afuera. En la medida en que los criollos fueron cobrando conciencia de sí, se plantearon definir los rasgos de nuestro entorno y de nuestras posibilidades de desarrollo. Ese propósito influye en la temprana aparición de los historiadores. Con la influencia de la Ilustración, las ideas se orientaron al desmontaje del dogmatismo y la apertura hacia la modernidad. El triunfo de la Revolución Cubana profundizó el díalogo entre el adentro y el afuera, acrecentó la conciencia de la interdependencia y modificó cualitativamente la relación. Habíamos sido objeto de deseo de las potencias. Nos convertimos en partícipes activos y en referente obligados para una extensa área del pensamiento.
Hoy estamos involucrados en un panorama mucho más complejo. La configuración del planeta es otra. Las noticias ya no se transmiten al ritmo pausado de los veleros, vuelan, se adelantan a los acontecimientos, los prefiguran y los inventan. El impacto en nuestras vidas de la aceleración del ritmo paraliza la capacidad reflexiva. Universalizar el uso del alfabeto significó una auténtica revolución cultural. Ahora, no basta con descifrar la letra impresa. En la era de Gutenberg escogíamos cuándo, cómo y qué íbamos a leer. En la actualidad, el mundo audiovisual se nos impone, nos envuelve, condiciona nuestros gustos y necesidades, adormece la independencia del pensar. La respuesta no puede conducirnos a buscar refugio en el fondo de la caverna. Corresponde a los más jóvenes, a las generaciones más requeridas de autoafirmación, más rebeldes, más afirmativas la búsqueda de una independencia de criterio, cambiar las reglas del juego, les toca domesticar los códigos que se les imponen y entrenarse en la lectura de mensajes que aparecen en las pantallas y se manifiestan en el comportamiento de las gentes en la vida cotidiana. De otro modo, obnubilados por la sobreabundancia de estímulos, perderíamos la capacidad de distinguir lo real de lo ilusorio.
Fidel interpretó como nadie la naturaleza del díalogo entre el adentro y el afuera. Volver a sus discursos desde la perspectiva actual es una lección de historia, pero también una lección de método. Su pueblo nunca estuvo al margen de las contradicciones fundamentales que dominaban cada etapa. La descolonización presidió los 60 y los 70, en sus vertientes políticas, económicas, militares y culturales. Mientras tanto, se consolidaba el dogma neoliberal, doctrina al servicio de las transnacionales y del capital financiero. En los 80, Fidel libró una verdadera batalla sobre el tema de la impagable deuda externa. Los países latinoamericanos fueron las primeras víctimas de las políticas de ajuste. El fenómeno se vuelve ahora contra Europa con su periferia gravemente endeudada, las consecuentes crisis políticas, el hundimiento de un idílico modelo de bienestar y las amenazas a la supervivencia de la Unión. Poco después, anunciaba el derrumbe del socialismo europeo y los peligros de un mundo unipolar. Al mismo tiempo, alertaba sobre el cambio climático, potencialmente letal para nuestra especie. Leyó los grandes problemas de la época. Su palabra alcanzaba, a la vez, a los interlocutores de fuera y de dentro. Ahora estudiar, pensar y hacer son las grandes tareas que corresponden a las generaciones en activo.
Tomado de Juventud Rebelde

Noticias, Ciencia y Tecnología » Firman ETECSA y Google acuerdo para mejora de sus servicios en Cuba


En el acto estuvieron presentes Eric Schmidt, presidente ejecutivo de Google, y Mayra Arevich Marín, presidente ejecutivo de ETECSA. Foto: Oscar Figueredo Reinaldo/ Cubadebate.

La empresa de telecomunicaciones de Cuba (ETECSA) y la compañía estadounidense Google suscribieron este lunes un acuerdo para ofrecer el servicio de Google Global Cache, que permitirá a los usuarios cubanos acortar el tiempo de acceso a los contenidos del reconocido buscador en Internet.
En el acto celebrado esta mañana en la capital cubana, estuvieron presentes Eric Schmidt, presidente ejecutivo de Google, y Mayra Arevich Marín, presidente ejecutivo de ETECSA.
El acuerdo permitirá a ETECSA brindar una mayor velocidad y calidad en el servicio, así como la optimización de las capacidades de su red internacional. Según se dio a conocer, a partir de ahora, los cubanos con acceso a Internet que quieran utilizar los servicios de Google verán una mejora en términos de calidad, pues la tecnología estará en función de reducir la latencia al entregar localmente servicios populares como los videos de youtube.
La participación de Google en Cuba se remonta al año 2014, cuando lanzaron una serie de productos como Google Chrome, Google Play y Google Analytics.
Igualmente, hace dos meses fueron habilitadas extensiones y temas gratuitos a disposición de Chrome Web Store, para que los usuarios cubanos personalicen sus experiencias cuando utilicen Chrome.

¿Qué es el Google Global Cache (GGC)?

Google Global Cache (GGC) permite que una gran parte de las solicitudes se publiquen desde un nodo pequeño situado dentro de la red del proveedor de servicios que sirve a los usuarios regionales.
Mejoras significativas en el rendimiento de las conexiones proxy con enlaces de alta latencia. (20%)
En base a la ubicación del usuario y al tipo de contenido solicitado, Google DNS dirigirá al usuario al mejor nodo de Google.
Si el nodo dado ya tiene el contenido solicitado en su caché local, servirá el contenido directamente al usuario final.
Cuando el contenido se sirve desde el nodo, el usuario final experimenta un rendimiento mejorado y el proveedor de servicios no incurre en el gasto de llevar el tráfico de solicitud y servicio a través de sus enlaces de peering y / o tránsito.
Si el contenido aún no está almacenado en el nodo, lo recuperará de Google y lo almacenará para solicitudes futuras.

¿Cómo funciona?

1- El usuario resuelve content_host.google.com. (Sólo ejemplo)
2- Si el DNS del ISP no conoce ya la dirección IP, consulta el DNS de Google para la dirección IP de content_host.google.com.
El servidor DNS de Google sabe que este ISP tiene un nodo de caché global de Google que debe poder atender la solicitud, por lo que responde con esa dirección IP.
3- La dirección IP se devuelve al usuario.
4- El usuario solicita el contenido deseado de la dirección IP, que pasa a ser un nodo GGC en la red de su ISP en lugar de un servidor en la red de Google.
Si el contenido es cachable y no está ya en el nodo GGC, solicita el contenido de Google en nombre del usuario y lo guarda en caché para solicitudes futuras.
Una vez que el nodo GGC tiene el contenido, puede servirlo al usuario solicitante, así como a los usuarios posteriores que busquen el mismo contenido.
La clave es seleccionar el servidor de Google en las proximidades del cliente solicitante.
La mayoría de los sistemas CDN (Content Delivery Network)  utilizan hoy el DNS para tomar tales decisiones de selección de servidores. Sin embargo, DNS proporciona sólo la dirección IP del servidor DNS local del cliente al CDN y no la dirección IP del usuario.
El supuesto implícito de que los clientes están cerca de sus servidores DNS locales podría dar lugar a selecciones de nodo no óptimas
La única manera de mejorar la situación es asegurarse de que los usuarios apuntan a resolvers derecho
IP-2-GEO técnicas utilizadas para asegurarse de que DNS IP y el usuario IP mapear a la geografía adecuada donde se encuentra el nodo
GGC da control a los ISPs recopilando prefijos IP usando BGP de ISPs que alojan GGC – para determinar qué usuarios deben ser atendidos por un nodo dado.
Modo proxy: GGC preestablece las conexiones con los backend de Google, termina la sesión TCP del usuario localmente y es capaz de almacenar en caché el contenido estático.
Mejoras significativas de velocidad sobre los enlaces de alta latencia debido a la eliminación de al menos 3 rrt (syn / syn-ack / ack) y la reducción de los tiempos muertos del servidor.
Tomado de Cubadebate.
 

Un catalejo... y un microscopio

José Alejandro Rodríguez
 10 de Diciembre 

Con su Catalejo, Buena Fe sigue incitando a Cuba a mirarse por dentro, al costo de la sinceridad. A depender menos de los lentes «graduados» y preconcebidos en su «telescopio», para asomarse al mundo, me sugiere la metafórica canción.
El triunfalismo y la apología se empozaron durante años en la política y la propaganda internas, las proyecciones gubernamentales e institucionales, y los medios de comunicación. Una visión dulce que no ayudaba a la Revolución a revisarse desde las bases sociales hasta arriba. El crítico esencial era el propio Fidel.
Al mismo tiempo, el envés ha sido un visor fijo que, en su estereotipia para analizar las realidades del capitalismo, especialmente de Estados Unidos, no distinguía y separaba los enconos y antagonismos lógicos con los poderosos enemigos de la Revolución, de la visión acerca de otros aspectos loables y positivos de esa y otras sociedades similares.
Ya en 1983, Carlos Rafael Rodríguez, un brillante exponente de la vanguardia política e intelectual de la Revolución Cubana, sondeaba el asunto en una aguda entrevista que le hiciera el escritor Reynaldo González para la revista El Caimán Barbudo: «Somos maniqueos, nos falta la matización. No solo hay “amigos” y “enemigos”. Ni todo lo que hacen los amigos es encomiable ni cualquier cosa que se haga en el país donde gobiernan los enemigos es vituperable». Y censuraba que periodistas cubanos, de visita en la República Federal de Alemania, solo vieran allí prostitución, drogas y decadencia, y no distinguieran niños rubicundos que tomaban el sol en los parques.
Al final, es el esquema de «todo es bueno dentro y malo afuera». Y siendo justos, hay que decir que esa visión a la defensiva, en guardia siempre, respondía a realidades impredecibles de un país asediado, bloqueado y perseguido como pocos en la historia por la nación más poderosa. Un país que siempre estuvo en el visor y en los apetitos de Estados Unidos, sufrió sus agresiones, y las ha pagado con sangre y dolor. Una nación que estuvo a punto de desaparecer por su hidalguía y desarrolló un síndrome de plaza sitiada. Una sociedad que vivió de trinchera en trinchera, sin saber cómo despertaría. Y si despertaría.
Si se revisa nuestra historia, se descubre que este país siempre fue para Estados Unidos una extravagante obsesión, a la cual supeditó todos sus mecanismos políticos y coercitivos. Y una rara gravitación han tenido sobre la Isla, incluso después del triunfo de la Revolución en 1959, los vaivenes de la política norteamericana. Ello ha generado un síndrome de reacción dependiente o encadenamiento en la vida del país. Buena parte de las medidas que radicalizaron el proceso cubano eran en respuesta a la creciente hostilidad del poderoso.
Y desde que en 2014 se inició el acercamiento entre los dos países, a partir de que Obama reconociera que no sirvió la carta del enfrentamiento abierto, algunos incautos fueron rehenes, una vez más, de la visión «washingtoncentrista». Pensaron que el gesto loable y la victoria eran del despacho oval de la Casa Blanca, y no de la resistencia y dignidad del pueblo cubano durante tantos años.
La estrategia siempre ha sido la desarticulación de la Revolución, ya con la política de las cañoneras y los misiles, o con el retorno por Obama a la zanahoria y el terciopelo: ya sin «plaza sitiada», pero con plaza ansiada para revertir desde adentro. El neoanexionismo disfrazado.
Hay que estar alertas, pero no ser rehenes de sus reglas del juego. No cifrar la esperanza en su voluntad. Mientras más pendientes estemos mirando hacia el Norte, sin revisarnos y depurarnos cada día, menos distinguiremos y resolveremos nuestros propios problemas.
El método puede cambiar, pero la estrategia siempre será disociarnos, disgregarnos y ocuparnos el tiempo y la oportunidad para eliminar nuestras propias incapacidades dentro del proyecto socialista. Con bloqueo o sin bloqueo, Cuba debe resolver los problemas estructurales y funcionales de su economía y de la sociedad, para que el socialismo próspero y sostenible no termine en consigna.
Incluso, si algún día cayera el bloqueo, el desafío será mayor, porque nos quitarían argumentos. Ya hay que dinamitar nuestros «bloqueos» domésticos para hacer avanzar los cambios, y acercarnos a la Cuba soñada sin abandonar lo que nos ha traído hasta aquí, pero dejando atrás muchos lastres y obstáculos internos que se interponen.
Con buena Fe, habrá que seguir enfocando el «catalejo» para saber en qué mundo nos movemos; pero necesitaremos, cada vez más, un «microscopio» para, no solo distinguir «el meñique del pie», sino hasta las células malignas que pueden minar el cuerpo de la nación.
Tomado de Juventud Rebelde.

Actriz brasileña Sonia Braga: Venir a Cuba es un sueño hecho realidad




Actriz brasileña Sonia Braga en conferencia de prensa como parte de la edición 38 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Foto: Ariel Cecilio Lemus/ ACN

“Venir a Cuba es un sueño hecho realidad,  algo que siempre quise desde mi infancia”, así lo confesó este lunes en conferencia de prensa la reconcida actriz brasileña Sonia Braga, invitada especial a la edición 38 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.
“Aunque el escritor colombiano Gabriel García Márquez me convidó en varias ocasiones, nunca antes pude hacerlo por cuestiones de trabajo”, explicó Braga, quien presentó este sábado en el capitalino cine Charles Chaplin, Aquarius, su más reciente filme bajo la dirección de Kleber Mendonça Filho.
La cinta es uno de los 18 largometrajes que compiten por el Premio Coral en el Festival, y en palabras de Braga es una metáfora de la resistencia brasilera e internacional, inmersa en la denuncia de las dinámicas globales que defienden solo a los poderosos.
Reconocida por sus papeles en “Doña flor y sus dos maridos”; “Gabriela, Cravo y Canela”; “El beso de la mujer araña”; entre muchos otros, la actriz es una de las figuras más representativas de la llamada época de oro de las telenovelas de Brasil.
En relación con la cinta que presenta en Cuba, dijo: “Es la primera vez que encuentro a mi país tan dividido, familias de posiciones radicales separadas; sobre esos temas habla Aquarius y particularmente mi personaje, Clara, una mujer compleja con la cual me siento identificada porque expresa mucho de lo que necesito decir como ciudadana”.
Frente a los periodistas presentes, Braga recordó sus orígenes humildes en una familia de siete hijos a los que su madre tuvo que criar sola, lo cual la condujo abandonar la escuela a los 14 años de edad, y comenzar su carrera artística.
Braga recibió en 2014 el primer Premio Platino de Honor del Cine Iberoamericano y recientemente el de Mejor Actriz por el protagónico de Aquarius, en el Festival de Cine de Lima, Perú.
(Con información de ACN)

Cosas de muchachos.

Graziella Pogolottidigital@juventudrebelde.cu
10 de Diciembre del 2016 22:06:51 CDT
Los muchachos decidieron ocupar el asueto inesperado por ausencia de su profesor, dando un paseo en carro fúnebre por el cementerio. Algo macabra, la broma era propia de estudiantes de Medicina. Sería el preludio de una tragedia que marcaría para siempre nuestra historia.
La desmesura de la sentencia se abatía sobre una muchachada culpable por haber nacido criolla, cuando ya la guerra había estallado en la zona oriental del país. Para entender la historia, hay que registrar documentos y verificar datos. Pero, como si escribiéramos una novela, hay que emplear la imaginación para dar colores y vida a lo sucedido hace tanto tiempo.
En el tablero de la alta política, La Habana parecía observar desde la distancia los acontecimientos que ensangrentaban el otro extremo del país. Los potentados criollos cuidaban su fortuna, invertían en otros países y procuraban preservar sus propiedades de grandes terratenientes. Apostaban al autonomismo, a veces al anexionismo, y prestaban escasa ayuda a los insurrectos. Pasaban largas temporadas en Europa y en Estados Unidos. Pero los residentes en La Habana no podían mantenerse al margen de la situación. El movimiento de tropas y armas pasaban por el puerto y daban la medida del alcance de una insurrección iniciada por unos pocos en el ingenio La Demajagua. Por otra parte, los rumores circulaban en una sociedad en que, a pesar de los antagonismos, las diferencias de clases y la esclavitud, los matrimonios mixtos y los espacios compartidos favorecían la inevitable transmisión de la información. Apartadas de la cosa pública por razón de género, las mujeres sabían de las noticias y en muchos casos tomaban posición ante los acontecimientos. Así lo manifestaron en el estreno de Perro huevero mediante un código cifrado de fácil lectura, que desató el brutal ametrallamiento por el cuerpo de voluntarios. Por ahí andaba también un muchacho llamado José Martí.
Las vidas de los estudiantes de Medicina ofrendadas al odio y al deseo de preservar el dominio de España sobre la base del terror, renacieron como un símbolo juvenil. Se fundía en ellos la desenfadada alegría de vivir, el proyecto de una existencia futura fundada en la superación y en la ayuda al prójimo, como la identidad emergente de criollos en el contexto de la guerra de independencia. Su memoria sería reivindicada por el joven Martí y por Fermín Valdés Domínguez, comprometidos ambos definitivamente con la edificación de la patria.
Singular destino el nuestro, hecho de una historia que mucho debe al arrojo y a la desenfadada heterodoxia de la muchachada estudiantil. En la lucha antimachadista la capital desempeñó un papel importante. El 30 de septiembre de 1930 caía Rafael Trejo. Según testimonio de Raúl Roa, había tenido el presentimiento de estar señalado como ofrenda y convocatoria. El Directorio Estudiantil Universitario (DEU) se constituyó en canal para la participación juvenil. Después de la caída del tirano, fue factor activo en la constitución del llamado Gobierno de los Cien Días.
Jóvenes, muchos de ellos universitarios, encabezaron la lucha contra Batista. Muchos fueron cayendo en combate o víctimas de torturas y asesinatos. Al evocarlos, olvidamos que eran muchachos, tuvieron parejas y, a veces, los hijos les nacieron demasiado pronto. Por respeto a la dimensión de la tarea asumida, a la entrega y al sacrificio, los evocamos con rostro adusto, gesto reflexivo, en la arenga y en el combate. Las circunstancias les impusieron la maduración acelerada, el dolor por la pérdida de amigos cercanos y la asunción de los reveses desde Alegría de Pío hasta la huelga de abril de 1958. Aun así, de cuando en cuando, se les escapaban cosas de muchachos. Jóvenes fuimos también quienes alentamos el espíritu fundador después del triunfo de la Revolución. Ocurrió en la ciencia, en la educación, en el arte, en el deporte y hasta en un nuevo modo de relacionarnos, despojados de formalismos.
La tradicional conmemoración del 27 de noviembre, sin renunciar a la peregrinación, debería constituirse en un momento de reflexión. Las voces de las diversas generaciones coinciden en interrogarse acerca de los jóvenes de ahora. Los más viejos olvidamos que, al salir de la adolescencia, conocimos el estreno de la televisión, que vivíamos en una sociedad mucho más pacata donde la chaperona no había desaparecido del todo y los lugares de esparcimiento eran de acceso limitado. El tiempo transcurría más lentamente. El mundo es otro. Pero también se ha modificado el contexto de la Isla, porque los cambios económicos, aun los más cautelosos, introducen elementos imprevistos en lo social, en los valores y en las expectativas de vida, todo lo cual exige la implementación de políticas de comunicación y de métodos de trabajo en el ámbito concreto de cada cual, que ayuden a despejar horizontes, a definir futuro y razón de ser y a preservar para el país un riquísimo potencial humano, cargado de todas las energías y de la creatividad que, a los mayorcitos, cumplida ya nuestra tarea, nos van faltando.
Los muchachos de ahora tienen que formular sus proyectos de vida y buscar el sentido de la existencia en un panorama de extrema complejidad, en que se confunden los límites entre lo ilusorio y lo real. Ese entorno impone un entrenamiento para descubrir la verdad tras lo aparente. Es un ejercicio que se impone también a los mayorcitos, envueltos en procesos de rapidísima transformación, aunque cabe suponer que la experiencia nos ha dotado de cierta sabiduría. Por eso el ayer no puede ser cancelado. El diálogo intergeneracional es imprescindible en lo cultural, en lo afectivo y en lo político. Tiene que basarse en la transparencia y la confianza mutua, en el respeto a las inevitables diferencias y en la voluntad de aprender los unos de los otros.
Tomado de Juventud Rebelde.

lunes, 5 de diciembre de 2016

La ciudad de Fidel

En lo adelante, junto al título honorífico de Ciu­dad Heroína de la República de Cuba, San­tiago de Cuba sumará el honor de custodiarlo y un nuevo compromiso de sus hombres y mujeres, que sabrán ser fieles