Carmen
y Lola (de estreno en nuestras salas),cuenta la historia de dos
muchachas gitanas que, luego de conocerse en un mercado y rozarse las
manos, empiezan a perder el sueño al mejor estilo de Romeo y Julieta
Conmueve saber cuál fue el impulso
que motivó a la española Arantxa Echevarría a filmar lo que ha sido su
debut en el largometraje: un día del año 2009 se encontró una noticia en
un periódico dando cuenta del matrimonio de dos gitanas lesbianas. Las
mujeres, repudiadas por su comunidad, habían sido retratadas de
espaldas, solas, fríamente anónimas.
En 2018 Arantxa estrena la que será su ópera prima, Carmen y Lola (de estreno en nuestras salas), la historia de dos muchachas gitanas que, luego de conocerse en un mercado y rozarse las manos, empiezan a perder el sueño al mejor estilo de Romeo y Julieta. Pero como la misma directora Arantxa ha dicho, «ser gitana y lesbiana es una cosa muy difícil», de ahí que lo que les vendrá encima a las amantes clandestinas será un bloque monolítico estructurado por las familias de ambas, que desde muy temprano les han hecho saber cuál será el futuro dibujado para sus vidas (y repetido por el novio de Carmen, ya en los preparativos de una inminente boda): «casarte, darme muchos hijos, quedarte en la casa, cuidándolos, esperándome…».
La película, una producción muy modesta armada con el naturalismo y la precisión artística de quien bien planea lo que busca –sin espectacularidades ni escenas subidas de tono–, no encontró el respaldo de ningún productor, porque: «había que estar loco para pensar que los gitanos dejarían filmar una historia de lesbianas en su comunidad», fue el argumento recurrente escuchado por la directora, lo que la obligó a «arañar» por aquí y por allá lo indispensable para el arranque.
¡Y sorpresa! Carmen y Lola es invitada al Festival de Cannes y más tarde obtiene varios premios Goya vinculados a primeras producciones. Aunque después de su estreno no faltaron polémicas motivadas por una asociación de gitanas, que alegó «visiones estereotipadas», lo cierto es que la directora Arantxa Echevarría tuvo el mérito, primero, de convencer a un buen número de miembros de esa comunidad para que aceptaran trabajar en el filme y, segundo, ser lo suficientemente respetuosa con tradiciones y costumbres. En ellas se apoyó en la primera parte del metraje (con no poco de estilo documental) antes de volcarse de lleno en el conflicto amoroso de las protagonistas (magníficas Rosy Rodríguez y Zaira Romero), gitanas verdaderas, como todo el elenco, y sin ninguna experiencia cinematográfica, lo que a la postre le confiere al filme un aire de absoluta credibilidad.
Lo mejor, la sinceridad con que fue filmada. Lo alarmante, que todavía ellas, en la vida real, tengan que retratarse de espaldas.
TOMADO DE GRANMA
En 2018 Arantxa estrena la que será su ópera prima, Carmen y Lola (de estreno en nuestras salas), la historia de dos muchachas gitanas que, luego de conocerse en un mercado y rozarse las manos, empiezan a perder el sueño al mejor estilo de Romeo y Julieta. Pero como la misma directora Arantxa ha dicho, «ser gitana y lesbiana es una cosa muy difícil», de ahí que lo que les vendrá encima a las amantes clandestinas será un bloque monolítico estructurado por las familias de ambas, que desde muy temprano les han hecho saber cuál será el futuro dibujado para sus vidas (y repetido por el novio de Carmen, ya en los preparativos de una inminente boda): «casarte, darme muchos hijos, quedarte en la casa, cuidándolos, esperándome…».
La película, una producción muy modesta armada con el naturalismo y la precisión artística de quien bien planea lo que busca –sin espectacularidades ni escenas subidas de tono–, no encontró el respaldo de ningún productor, porque: «había que estar loco para pensar que los gitanos dejarían filmar una historia de lesbianas en su comunidad», fue el argumento recurrente escuchado por la directora, lo que la obligó a «arañar» por aquí y por allá lo indispensable para el arranque.
¡Y sorpresa! Carmen y Lola es invitada al Festival de Cannes y más tarde obtiene varios premios Goya vinculados a primeras producciones. Aunque después de su estreno no faltaron polémicas motivadas por una asociación de gitanas, que alegó «visiones estereotipadas», lo cierto es que la directora Arantxa Echevarría tuvo el mérito, primero, de convencer a un buen número de miembros de esa comunidad para que aceptaran trabajar en el filme y, segundo, ser lo suficientemente respetuosa con tradiciones y costumbres. En ellas se apoyó en la primera parte del metraje (con no poco de estilo documental) antes de volcarse de lleno en el conflicto amoroso de las protagonistas (magníficas Rosy Rodríguez y Zaira Romero), gitanas verdaderas, como todo el elenco, y sin ninguna experiencia cinematográfica, lo que a la postre le confiere al filme un aire de absoluta credibilidad.
Lo mejor, la sinceridad con que fue filmada. Lo alarmante, que todavía ellas, en la vida real, tengan que retratarse de espaldas.
TOMADO DE GRANMA