martes, 30 de agosto de 2016

La mochila se prepara entre todos

El mes de agosto se despide. Un intenso verano ha transcurrido, sumando alegrías a lo largo y ancho del país; pero se avecina un momento crucial y para él, debemos prepararnos todos.
Aunque en la mayoría de los hogares cubanos donde residen educandos, los preparativos comienzan mucho antes de la llegada de septiembre; casi siempre esos aspectos organizativos se limitan a la compra y arreglo del uniforme, la realización de matrículas o el forrado de la base material de estudio. Sin embargo, el inicio de un nuevo curso representa mucho más, sobre todo en el orden de las subjetividades.
El primer día de clases es solo el paso inaugural de una carrera de diez meses, donde llegar con éxito a la meta depende de la unidad indisoluble de tres factores, comunidad, familia y escuela. Esa trilogía, se sustenta sobre una comunicación constante, un entendimiento mutuo y un acompañamiento que debe romper los límites entre el centro educacional y la casa.
Dicho de esta manera, parece una secuencia muy sencilla, pero en esa concepción simplista radican muchos peligros. Tal vez alguien pudiera pensar, ¿por qué hablar de eso ahora, si el curso aún no comienza?, por una razón impostergable, de un buen comienzo puede depender un buen final y a veces, las pequeñas grietas que aparecen en el camino, si no son selladas a tiempo, pueden convertirse en pozos infranqueables. Ejemplos que respalden esa afirmación existen miles.
En no pocas ocasiones he escuchado a los padres decir, “esa maestra (o) nos tiene locos, quiere que vivamos metidos en la escuela, como si uno no tuviera nada que hacer”. Y qué decir de los que buscan la más mínima justificación para no asistir a las reuniones programadas con la familia, que como objetivo primordial tienen dialogar sobre la situación real de sus hijos. Defiendo la tesis popular de que ningún extremo es bueno, pero algo es seguro, cuando los tutores de un educando se divorcian del proceso docente educativo, las consecuencias pueden ser catastróficas y, al final, de nada sirve ponerse las manos en la cabeza.
Lógicamente, párrafos atrás hablé de trilogía, porque no siempre los escollos en el aprendizaje dependen de la familia.
Aunque sea doloroso decirlo, no existen en nuestras aulas todas las Carmelas (personaje del filme cubano Conducta) que quisiéramos. Eso significa que algunos de los que hoy llevan sobre sus hombros la tarea de educar, olvidan que la vida de un estudiante fuera de la escuela puede determinar en gran medida su rendimiento y actitudes dentro de ella. ¿Cómo es posible que cualquiera de los educadores formados por nuestro sistema social, desconozca la realidad que se esconde tras los rostros que ve cada día en el aula? Ese es un error imperdonable.
Sin embargo, de nada sirve que familia y escuela funcionen al unísono, con líneas y discursos educativos similares, si el entorno en el que se desarrolla el niño, el adolescente o joven le es adverso. Aunque a veces se disminuya su importancia, la comunidad es también un espacio formador de valores, que establece conductas y ejemplos (que en ocasiones no son positivos) para imitar. Lamentablemente, no siempre el miembro más joven del hogar encuentra allí el ambiente propicio, para su pleno crecimiento y desarrollo.
Las reflexiones de estos temas no son nuevas, pero siguen siendo necesarias. La formación plena del ser humano en una sociedad como la nuestra, implica un discurso coherente entre todos los factores que ejercen influencia sobre él. De lo contrario, se genera la contradicción de “haz lo que yo digo y no lo que yo hago”, que generalmente desemboca en el “por aquí que es más derecho”, sin demasiada reflexión implícita.
Mucho se ha logrado en función de que el sistema educacional cubano salga del ámbito escolar y que la escuela se convierta en un centro formador de todos aquellos que la circundan, pero aún son muchas las deudas por saldar al respecto y es enorme la responsabilidad de todos para mantener esa conquista innegable de nuestra sociedad.
Dediquemos entonces un espacio a estas cuestiones, y preparemos juntos la mochila que este 5 de septiembre llevará algo más que libros. Echemos en ella el deber sagrado, que tenemos todos con la formación del futuro, en el que cada nuevo curso es un eslabón imprescindible.
 Tomado de Granma

No hay comentarios.:

Publicar un comentario