Dos
luminarias de la cultura villaclareña, evocan el momento en que el Che
recibió el título de Doctor Honoris Causa en Pedagogía
VILLA CLARA. Para un hombre como el Che, acostumbrado a ejercer la
pedagogía nacida del contacto con los soldados en los campamentos
guerrilleros, era lógico que le resultara extraña aquella convocatoria
realizada por la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas para
entregarle, nada más y nada menos, que el título de Doctor Honoris Causa
en Pedagogía.
La propuesta, surgida del claustro de profesores de la Escuela de Pedagogía, en particular de los doctores Séntola Ribalta y Emilio Plana Ríos, había quedado refrendada por el Consejo Universitario, el cual, en sesión del 1ro. de diciembre de 1959, adoptó el acuerdo 890, mediante el cual se le entregaría tan alto reconocimiento al Héroe de la Batalla de Santa Clara en acto solemne que tendría lugar a fines de ese propio mes.
«[…] HAY QUE PINTARSE DE NEGRO, DE MULATO, DE OBRERO Y DE CAMPESINO […]»
La noche del 28 de diciembre de 1959 cambió para siempre el destino de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, asegura Marta Josefina Anido Gómez-Lubián, profesora, promotora cultural e investigadora de la Cultura Popular Tradicional, quien tuvo el privilegio de participar aquel día en el acto de investidura del Che como Doctor Honoris Causa en Pedagogía.
«Se cumplía exactamente un año de la épica Batalla de Santa Clara, y la capital de la entonces provincia de Las Villas organizaba su Semana de la Liberación, por lo cual se había elaborado un amplio programa de actividades que contenía, entre otros homenajes, la celebración del Día del Soldado Rebelde, previsto para el lunes 28 de diciembre», evoca Marta Josefina, quien recuerda como de manera simultánea tendría lugar allí la Primera Feria Exposición de Industrias Cubanas y Villareñas.
Fue en ese contexto de conmemoraciones que la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas decidió otorgarle al Che –figura cimera de la liberación de Santa Clara y recién nombrado presidente del Banco– tan alto reconocimiento.
A la hora fijada, el Teatro Universitario estaba abarrotado de público y el Consejo Universitario vestía las togas y los birretes propios del solemne momento. La salida al escenario del homenajeado –acompañado por los dos padrinos de rigor– hizo que el público estallara en aplausos, explica Marta, quien perpetúa en su memoria la manera en que vestía el Che con su clásico uniforme verde olivo y la habitual boina negra rematada por una estrella de bronce, además de venir acompañado por el capitán Antonio Núñez Jiménez, profesor de Geografía de dicha universidad, y por el rector doctor Mariano Rodríguez Solveira.
Nadie esperaba reflexiones tan profundas, en una Universidad elitista, a la que por lo general asistían solo los hijos de las clases pudientes; y con grandes vestigios de racismo en su seno, rememora la historiadora, quien señala que el héroe de la Batalla de la Santa Clara impactó al auditorio desde el inicio, en el que dejó claro que aceptaba el homenaje solo como un reconocimiento, no a su persona, sino al Ejército Rebelde que representaba, por lo cual no quiso ponerse la toga negra con alzacuello color azul ultramar, símbolo de la Escuela de Pedagogía; aunque manifestó sentirse honrado de recibir tan alta distinción que le permitía sentarse dentro del claustro de profesores.
El Comandante rebelde comenzó su intervención de manera pausada, en medio de un auditorio que le escuchó preguntarse cómo podría aceptar el título de Doctor Honoris Causa, si toda la pedagogía ejercida por él era la de los campamentos guerrilleros, evoca la doctora Anido con una claridad tal, que al narrar el acontecimiento parece volverlo a vivir.
Aquel día, el héroe recordó cómo en una de sus anteriores visitas había prometido a los alumnos del centro una pequeña charla en la cual pudiera exponer sus ideas sobre la función de la Universidad, algo que haría esa noche, amparado en la condición que acababan de otorgarle.
«Y, ¿qué tengo que decirle a la Universidad como artículo primero, como función esencial de su vida en esta Cuba nueva? Le tengo que decir que se pinte de negro, que se pinte de mulato, no solo entre los alumnos, sino también entre los profesores; que se pinte de obrero y de campesino, que se pinte de pueblo, porque la Universidad no es el patrimonio de nadie y pertenece al pueblo de Cuba», dijo el Comandante Guevara.
Al escuchar aquellas ideas, la sala se inquietó, hubo murmullos entre los participantes, quienes nos mirábamos asombrados, queriéndonos decir: ¿Qué está diciendo ese hombre, que valor tuvo al decir esas ideas aquí?, invoca la profesora Anido Gómez Lubián.
Mas, eso no fue todo. Como buen gladiador que era, el Che volvió a la carga para sentenciar que si tal reclamo no lo hacía el claustro de profesores, el pueblo, conocedor de su fuerza, rompería las puertas de la Universidad y la pintaría con los colores que le pareciera, relata la actual vicepresidenta de la Uneac en Villa Clara, quien recuerda que cuando el líder guerrillero terminó el vibrante acto oratorio, todos se pusieron de pie y lo vitorearon durante minutos, teniendo como telón de fondo la Marcha del 26 de Julio.
De igual manera, para el también Doctor Honoris Causa en Pedagogía, Juan Virgilio López Palacio, quien estuvo presente en el acto de investidura, resultó admirable el análisis realizado ese día por el Che sobre el pueblo y su papel en la Revolución triunfante, muy en concordancia con el concepto expresado por el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, durante el juicio del Moncada.
A juicio del Premio Nacional de Pedagogía 2003, ver hoy a la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas colmada de gente humilde, hijos de obreros, campesinos e intelectuales, un centro por el que han transitado miles de jóvenes de más de 50 naciones, la mayoría del Tercer Mundo, sin distinción de credos, razas, ni procedencia social, lo hace sentir feliz, porque es la culminación de los sueños expresados por Ernesto Guevara aquel 28 de diciembre de 1959.
Aquí se ha cumplido su anhelo de romper los muros de la enseñanza, para que esta no sea, como él dijera «simplemente el privilegio de los que tienen algún dinero, para poder hacer que sus hijos estudien, que la enseñanza sea el pan de todos los días del pueblo de Cuba», sentencia el eminente profesor.
Tomado de Granma.
La propuesta, surgida del claustro de profesores de la Escuela de Pedagogía, en particular de los doctores Séntola Ribalta y Emilio Plana Ríos, había quedado refrendada por el Consejo Universitario, el cual, en sesión del 1ro. de diciembre de 1959, adoptó el acuerdo 890, mediante el cual se le entregaría tan alto reconocimiento al Héroe de la Batalla de Santa Clara en acto solemne que tendría lugar a fines de ese propio mes.
«[…] HAY QUE PINTARSE DE NEGRO, DE MULATO, DE OBRERO Y DE CAMPESINO […]»
La noche del 28 de diciembre de 1959 cambió para siempre el destino de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, asegura Marta Josefina Anido Gómez-Lubián, profesora, promotora cultural e investigadora de la Cultura Popular Tradicional, quien tuvo el privilegio de participar aquel día en el acto de investidura del Che como Doctor Honoris Causa en Pedagogía.
«Se cumplía exactamente un año de la épica Batalla de Santa Clara, y la capital de la entonces provincia de Las Villas organizaba su Semana de la Liberación, por lo cual se había elaborado un amplio programa de actividades que contenía, entre otros homenajes, la celebración del Día del Soldado Rebelde, previsto para el lunes 28 de diciembre», evoca Marta Josefina, quien recuerda como de manera simultánea tendría lugar allí la Primera Feria Exposición de Industrias Cubanas y Villareñas.
Fue en ese contexto de conmemoraciones que la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas decidió otorgarle al Che –figura cimera de la liberación de Santa Clara y recién nombrado presidente del Banco– tan alto reconocimiento.
A la hora fijada, el Teatro Universitario estaba abarrotado de público y el Consejo Universitario vestía las togas y los birretes propios del solemne momento. La salida al escenario del homenajeado –acompañado por los dos padrinos de rigor– hizo que el público estallara en aplausos, explica Marta, quien perpetúa en su memoria la manera en que vestía el Che con su clásico uniforme verde olivo y la habitual boina negra rematada por una estrella de bronce, además de venir acompañado por el capitán Antonio Núñez Jiménez, profesor de Geografía de dicha universidad, y por el rector doctor Mariano Rodríguez Solveira.
Nadie esperaba reflexiones tan profundas, en una Universidad elitista, a la que por lo general asistían solo los hijos de las clases pudientes; y con grandes vestigios de racismo en su seno, rememora la historiadora, quien señala que el héroe de la Batalla de la Santa Clara impactó al auditorio desde el inicio, en el que dejó claro que aceptaba el homenaje solo como un reconocimiento, no a su persona, sino al Ejército Rebelde que representaba, por lo cual no quiso ponerse la toga negra con alzacuello color azul ultramar, símbolo de la Escuela de Pedagogía; aunque manifestó sentirse honrado de recibir tan alta distinción que le permitía sentarse dentro del claustro de profesores.
El Comandante rebelde comenzó su intervención de manera pausada, en medio de un auditorio que le escuchó preguntarse cómo podría aceptar el título de Doctor Honoris Causa, si toda la pedagogía ejercida por él era la de los campamentos guerrilleros, evoca la doctora Anido con una claridad tal, que al narrar el acontecimiento parece volverlo a vivir.
Aquel día, el héroe recordó cómo en una de sus anteriores visitas había prometido a los alumnos del centro una pequeña charla en la cual pudiera exponer sus ideas sobre la función de la Universidad, algo que haría esa noche, amparado en la condición que acababan de otorgarle.
«Y, ¿qué tengo que decirle a la Universidad como artículo primero, como función esencial de su vida en esta Cuba nueva? Le tengo que decir que se pinte de negro, que se pinte de mulato, no solo entre los alumnos, sino también entre los profesores; que se pinte de obrero y de campesino, que se pinte de pueblo, porque la Universidad no es el patrimonio de nadie y pertenece al pueblo de Cuba», dijo el Comandante Guevara.
Al escuchar aquellas ideas, la sala se inquietó, hubo murmullos entre los participantes, quienes nos mirábamos asombrados, queriéndonos decir: ¿Qué está diciendo ese hombre, que valor tuvo al decir esas ideas aquí?, invoca la profesora Anido Gómez Lubián.
Mas, eso no fue todo. Como buen gladiador que era, el Che volvió a la carga para sentenciar que si tal reclamo no lo hacía el claustro de profesores, el pueblo, conocedor de su fuerza, rompería las puertas de la Universidad y la pintaría con los colores que le pareciera, relata la actual vicepresidenta de la Uneac en Villa Clara, quien recuerda que cuando el líder guerrillero terminó el vibrante acto oratorio, todos se pusieron de pie y lo vitorearon durante minutos, teniendo como telón de fondo la Marcha del 26 de Julio.
De igual manera, para el también Doctor Honoris Causa en Pedagogía, Juan Virgilio López Palacio, quien estuvo presente en el acto de investidura, resultó admirable el análisis realizado ese día por el Che sobre el pueblo y su papel en la Revolución triunfante, muy en concordancia con el concepto expresado por el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, durante el juicio del Moncada.
A juicio del Premio Nacional de Pedagogía 2003, ver hoy a la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas colmada de gente humilde, hijos de obreros, campesinos e intelectuales, un centro por el que han transitado miles de jóvenes de más de 50 naciones, la mayoría del Tercer Mundo, sin distinción de credos, razas, ni procedencia social, lo hace sentir feliz, porque es la culminación de los sueños expresados por Ernesto Guevara aquel 28 de diciembre de 1959.
Aquí se ha cumplido su anhelo de romper los muros de la enseñanza, para que esta no sea, como él dijera «simplemente el privilegio de los que tienen algún dinero, para poder hacer que sus hijos estudien, que la enseñanza sea el pan de todos los días del pueblo de Cuba», sentencia el eminente profesor.
Tomado de Granma.
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