Ciudad entre
ríos, junto al mar, con su suave descenso de colinas, Matanzas parece recibir
al viajero, llegue de oriente o de occidente, con una sonrisa. Madurota ya, no
alcanza la venerable edad de aquellas otras, las que andan en el entorno del
medio milenio. Está ahora de cumpleaños. Tuvo una juventud brillante. Se
refugió luego en el recuerdo de los tiempos en que fue reconocida como la Atenas de Cuba. Quizá en
virtud de la memoria de ese pasado, se mantenga allí un foco activo de vida
intelectual. Su historia local es componente indispensable para entender el más
amplio proceso del devenir del país.
Debemos a una
matancera que vivió el tránsito entre los siglos XIX y XX, un documento de
inapreciable valor para descubrir claves reveladoras de las razones del
desarrollo de la ciudad. El libro fue publicado por primera vez bajo los
auspicios de Fernando Ortiz, reeditado por Ambrosio Fornet después del triunfo
de la Revolución
y, lamentablemente, desde entonces parece dormitar en los anaqueles de las
bibliotecas. Con documentos intercalados, el texto ofrece un enorme acopio de
información. Tiene el valor añadido de la singularidad de su enfoque, salido de
la mano de una mujer que tuvo la audacia de emprender la tarea de contar la
historia de su ciudad tomando como eje del relato la memoria femenina
depositada en el hogar. Con esas fuentes, traza el recorrido paralelo de
esplendor y decadencia de una familia y de una ciudad.
Lola María
Ximeno rescató los recuerdos de su abuela, testigo del despuntar del siglo XIX,
cuando comenzó la expansión matancera. La ciudad dispone de un puerto
privilegiado. A alguna distancia de la rada habanera, escapaba al control
directo de la capital. Desde allí, la comunicación con los Estados Unidos se
abría al intercambio de exportación e importación. La puesta de los
sacarócratas criollos en favor de la acrecentada producción del dulce
concentraba en occidente esa fuente de riqueza. Para cubrir la apremiante
necesidad de brazos —aunque el caso no se menciona— el contrabando de piezas de
ébano rindió jugosas ganancias. Habría de estar en el origen de la inmensa
fortuna de los Aldama.
La cercanía a La Habana favoreció un intenso
intercambio entre las dos ciudades. En el trasiego intervenían también
afinidades políticas alentadas por los debates suscitados por las guerras
independentistas latinoamericanas. A espalda de las autoridades españolas, por
vía de viajeros, mucho se sabía de lo que estaba ocurriendo en el continente.
Tentados por el reformismo, los criollos no se atrevían a tanto, a pesar de los
focos conspirativos que procuraban el apoyo de México o Venezuela. El águila
azteca y los Soles y rayos de Bolívar fueron abortados. El poeta José María
Heredia encontró en Matanzas refugio y puente para su salida del país.
Hecho desde la
perspectiva de una memoria familiar, el texto de Lola María revela rasgos
históricos. Contribuye sobre todo a mostrar las características de las
mentalidades que subyacen tras las conductas de los grupos sociales.
Coleccionistas de obras de arte, favorecedores de la buena música, son capaces
de reconocer el talento de José Jacinto Milanés, el primo pobretón de la
familia, al que se entrega alguna mesada, en actitud lesiva a la dignidad del
poeta, portador de un destino trágico. Según las normas de la época, no
pertenecían a la misma clase.
Respecto a la
historia mayor de la isla, se manifiestan zonas significativas de silencio. El
fusilamiento de los estudiantes de Medicina produce un fuerte impacto en la
sociedad matancera que perdió a uno de sus hijos en ese acontecimiento. Pero la
guerra grande transcurre en la distancia.
Hay otras zonas
de silencio. Un sector mestizo, formado por artesanos, músicos y hasta
profesionales, iba ganando espacio en la sociedad y en la cultura. Venidos
desde abajo, germinaba en ellos la necesidad de ser, de existir y de
participar. Con su talento de versificador, el habanero Plácido conquistaba
reconocimiento creciente. El poder hegemónico detectó el peligro latente en ese
sector. Había que aniquilar esa fuente de posible perturbación.
La represión
sería brutal y ejemplarizante. Hubo muertos. Se aplicaron atroces torturas para
arrancar confesiones y también para fracturar por siempre el alma de quienes
habrían de sobrevivir.
Transcurrida su
primera mitad, comenzaba el declive del siglo XIX. El ambiente del conversar de
las mujeres en lo íntimo del hogar, mientras hacían labores rodeadas por sus
esclavas domésticas, iba quedando como recuerdo nostálgico de una era
periclitada. Vista desde la distancia, la guerra grande se convertía en
realidad concreta, tangible, inmediata. Al cabo, llegaría la reconcentración de
Valeriano Weyler, intento brutal por contener lo inevitable, la pérdida de la
última de las colonias, la más preciada entre todas, del imperio español. Lola
María sufrió en carne propia la miseria extrema, el hambre real, paliada apenas
cuando algún amigo compasivo le ofrecía la limosna de un hueso para sustancia
de caldo. Padeció, asimismo, el terror ante los inútiles bombardeos de la
armada norteamericana.
La
República Neocolonial
no fue una etapa feliz. El puerto de La Habana concentró lo fundamental de las
importaciones. Importantes embarques de azúcar salían de otros lugares. En
parte soslayada, Matanzas sostenía en su memoria el orgullo de haber sido la Atenas de Cuba. La moda de
sol y playa, estrenada en el siglo XX, favoreció el impulso inicial de
Varadero. La ciudad de los ríos era un punto en el camino, aprovechado por
algunos para asomarse a las cuevas de Bellamar. Sin embargo, el conjunto urbano
tiene atractivos notables. El rescate progresivo de sus valores repercutirá en
la calidad de vida de sus ciudadanos, dará mayor aliento a esa vida cultural
que ha sabido defender. Ofrecerá una alternativa promisoria al turismo de
ciudad.
Imprescindible
para el presente y el futuro, la historia tiene sus fuentes en documentos de
archivos, en análisis de procesos económicos, en la contribución de quienes
vivieron una época y dejaron testimonio concreto de ella en sus escritos, en su
correspondencia, en sus apuntes de diarios. De ellos dimana la revelación de
mentalidades que modelaron conductas y que, a veces, cuando las circunstancias
los favorecen, sobreviven más allá del tiempo y andan entre nosotros.
TOMADO DE JUVENTUD REBELDE
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