martes, 17 de noviembre de 2015

¿Economizar o mutilar el lenguaje?


Cuantas veces no hemos escrito o recibido un mensaje de texto así: “qan2 yegue me txtas”. En un primer momento puede que nos moleste o incluso no lo entendamos, pero ya se hace común este tipo de escritura en la telefonía celular, en las salas de chats o en las redes sociales.
En pleno siglo XXI pensamos que es un fenómeno reciente, pero no es así. Desde la aparición del telégrafo en el siglo XIX el correo cobró rapidez y popularidad entre los ciudadanos. El problema de este servicio era que se pagaba por palabras enviadas, así que los usuarios debían ingeniárselas para, manteniendo el significado del mensaje, minimizar el número de palabras a enviar y reducir el costo. De esta manera, se eliminaba el uso de artículos o determinantes y se potenciaba el uso de sufijo para hacer más entendible lo que se emitía.
La economía textual de los teléfonos móviles, de otros dispositivos y de herramientas como Twitter, trabajan con el principio del telégrafo, pues nos encontramos también con un medio restrictivo. En el caso de los SMS, por ejemplo, pueden contener un máximo de 160 caracteres cada uno, aunque, si su crédito se lo permite, el usuario puede enviar cuantos mensajes desee, pero, sin lugar a dudas, eso limita la cantidad de palabras que se pueden utilizar para comunicarse. Adi­cional­mente, en ciertos dispositivos electrónicos, el correcto uso de los acentos puede conducir a una reducción del número de caracteres disponibles para el mensaje, debido a las carencias del alfabeto utilizado (GSM-7), por lo que el uso de las tildes es casi inexistente.
Esta forma de comunicación es usada principalmente por los jóvenes, y de estos modos se derivan las nuevas formas del len­guaje escrito, que se aplican cada vez más en nuevos sectores sociales. Sin necesidad de salir de Internet, en otros sistemas de comunicación como los blogs, correos electrónicos o foros, que no requieren del dinamismo extremo de los chats ni sufren las limitaciones de los mensajes cortos, muchos usuarios insisten en la aplicación de abreviaciones y errores tipográficos comúnmente aceptados en esos otros contextos. Como este tipo de diálogos prescinde también de partes fundamentales del lenguaje como la entonación y la expresión corporal, esta carencia se suple con el uso de emoticones, la duplicación de letras o con el uso de mayúsculas para captar el interés de otros usuarios.
A menudo se sacrifican las normas gramaticales y ortográficas, en beneficio de una mayor rapidez y agilidad en la conversación. Lo que sucede es que, aunque se trata de un método escrito, equivale a una comunicación oral. El acercamiento entre lenguaje escrito y hablado lleva a veces a un uso voluntario de la representación fonética de expresiones o dialectos.
Con el tiempo esta escritura se ha ido transformando y pueden notarse algunos cambios, como la supresión del grafema ‘e’ delante de una ‘s’, por ejemplo, en las palabras sponja, star, scribir, stirar. También se suprimen las ‘e’ después de una ‘p’ y ‘t’, y la ‘a’ detrás de una ‘c’, como en las palabras prezoso (‘perezoso’), ntro (‘entero’) ksa (casa) y akriciar (‘acariciar’) respectivamente. Se quitan los grafemas ‘q’ y ‘ch’; en algunos casos se eliminan la ‘h’ y la ‘z’; se usa la ‘y’ por la vocal ‘i’ o por la ll, en dependencia del contexto. Además, hay cambios gramaticales más notorios a nivel morfológico como el de pronombres, artículos y otros componentes de la oración. Aparece también el denominado spanglish, con mensajes mixtos que aprovechan las palabras más cortas de ambos idiomas (t miss you, un kiss, ok yo t call).
Existe un buen número de personas que considera que el uso de este lenguaje supone un empobrecimiento de la lengua y un retroceso en la cultura y la difusión de la ortografía y otras normas lingüísticas, llegando a calificarlo de aberración. Sin embargo, no somos pocos los que consideramos que, dependiendo del contexto, este tipo de lenguaje es comprensible.
No cabe duda de que la economía de caracteres es un asunto importante a la hora de utilizar los servicios SMS de la telefonía móvil, o que durante el acto de tomar apuntes cuanta mayor sea la rapidez y capacidad de síntesis, menos información perderemos en el proceso.
Sin embargo, el excesivo uso que los jóvenes, principalmente, hacen del lenguaje chat, sobre todo fuera de su debido contexto, es alarmante y puede derivar en el creciente desconocimiento de las reglas más básicas de la lengua escrita.
Saber comunicarnos en dependencia del contexto es una señal de cultura. No está mal usar el código de las nuevas tecnologías, adaptar nuestros
mensajes al canal virtual del chat, o al de los SMS, pero lo que es imperdonable es asumirlo como estilo de escritura en cualquier situación. Debemos aceptar las diferencias de cada medio comunicativo, como aprendimos que no se debe escribir de la misma manera en la que se habla. Debemos concientizar que a veces la economía del lenguaje, lejos de agilizarlo, lo mancilla.
Tomado de Granma.

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