Rolando López del Amo
Un documentado artículo de Jesús David Curbelo fue
publicado en La letra del escriba de junio-julio de 2015, con el título
de Ética y poesía. Una especulación subversiva. Este ensayo tiene la
virtud de sintetizar ideas sobre el tema anunciado en un recorrido por figuras
fundamentales del pensamiento y la literatura occidental, desde la Grecia
antigua, hasta la contemporaneidad. Por este camino el autor se asoma a la
actualidad cultural cubana y ofrece su juicio sobre la misma. En el curso de su
análisis, Curbelo propone la hipótesis de la ética de la subversión como el
camino para la poesía y los poetas.
En mi caso, la lectura del artículo fue un disfrute
y un llamado a la reflexión.
De los dos componentes del enunciado, poesía y ética,
me referiré al último en primer lugar.
La ética se refiere a las normas de conducta del
individuo. Ella establece los principios que son aceptables y deseables y, por
oposición, lo que es reprobable. Pero ocurre que la sociedad humana es
cambiante y ciertos principios que una vez fueron éticos, dejan de serlo. La
ética es un producto social y no algo inmutable. Para la familia punalúa era
ético el matrimonio de grupos, para los musulmanes es ético que un hombre tenga
cuatro esposas y tantas concubinas como pueda mantener. Para ciertas religiones
continúa siendo ético el sacrificio de animales para sus dioses. Para la
sociedad esclavista era ético poseer esclavos y para el señor feudal poseer
siervos de la gleba, como para el capitalista tener obreros asalariados. Para algunas sociedades resulta ético estar
gobernadas por monarquías hereditarias. Para algunas sociedades resulta ético que los padres arreglen los
matrimonios de sus hijos y decidan con quienes casarlos. Sin embargo, a pesar de los condicionamientos
histórico sociales de la ética y otros aspectos de la superestructura
ideológica de las sociedades humanas, hay
determinados principios que parecen ganar aceptación universal en el constante proceso de continuidad y
cambio que caracteriza la existencia humana. Algunos de ellos vienen declarados
desde hace miles de años y otros son ideales más recientes. Pero en todo caso,
la ética tiene que ver con normativas de conducta humana.
La poesía, por su parte, se refiere, en primera
instancia, a la esfera de los sentimientos .
La poesía es la búsqueda del ser humano de su razón de
ser, de su relación con la naturaleza que lo crea y lo mata, como escribió José
martí, de su relación con los demás seres humanos. Si bien estos elementos no
están ausentes en la poesía épica, surgida para complacer y halagar a los círculos gobernantes de guerreros devenidos jefes políticos y poseedores de las
riquezas, es en la poesía lírica donde se acentúa el carácter de búsqueda de respuestas, de
redescubrimiento constante de la realidad externa y de indagación
introspectiva. Pero, además de búsqueda, la poesía es necesidad de comunicación
con los otros, porque la vida es estar en relación, tal como advirtió el
legendario filósofo chino Laozi. Comunicar sentimientos, compartirlos, entregar
a la otredad la experiencia y visión singular de un individuo. La poesía es la
expresión del mundo de las relaciones del individuo consigo mismo, con la
sociedad humana, con la naturaleza, con el universo del que es parte.
Esa relación puede ser coincidente o contradictoria.
Solo que la vida es movimiento perenne, continuidad y cambio que no cesan. El
ser humano nunca se da por satisfecho. Cada meta alcanzada se convierte en un
nuevo punto de partida. La insatisfacción es el motor que hace avanzar a la humanidad. La
poesía puede ser expresión de esa
angustia de las alas cortas queriendo alcanzar las nubes altas de que nos
hablaba Rubén Martínez Villena. En cuanto a temas, a la poesía nada humano le
es ajeno.
Sabemos que la poesía busca decir las cosas del modo
más hermoso, persiguiendo la belleza de lo que se dice. Ahí entramos en el
campo de la estética. Pero los cánones de belleza varían de una época a otra y
de un pueblo a otro. Tampoco hay principios inmutables en las formas de la
belleza, no hay modelos únicos. Las
formas pueden ser diversas. Quizás esta
circunstancia fue la que llevó a Goethe a decir que poesía era lo que quedaba
del poema después de haber sido traducido a otra lengua. La belleza, de esa
forma, está en el contenido, lo que conduce a la estética a desembocar en la
ética
y a la aspiración renacentista de enseñar deleitando.
Dejando a un lado cánones de belleza y principios
éticos, la poesía es la necesidad de comunicar a otros lo que se siente. Y una
vez hecho el poema, ya no importa tanto cuántos puedan compartir lo expresado.
El poeta extrajo de sus minas el metal que encontró en ellas y lo puso a
disposición de los demás. Puede ser oro o cobre o tierra.
Si a alguien le sirve y ayuda, tomará de él. La poesía es vivencia que puede ser
compartida y puede ser útil. Es un acto de comunicación, quizás como el del
náufrago que lanza al mar un mensaje dentro de una botella sin destinatario
preciso, pero con la esperanza de que alguien lo reciba y lo comparta.
Poesía es comunicación de una experiencia vital para
compartirla con los semejantes y, como dice el refrán, cada cual habla de la
feria según le va en ella. Y quien la
recibe puede comprender la alegría o la tristeza del poeta, porque a él, lector
u oyente, podría ocurrirle algo
semejante. Y ahí, en la condición de ser social, radica la obligada
semejanza de la que emerge la comprensión
y la posibilidad de compartir la experiencia propuesta.
Como acto de comunicación la poesía es una suerte de
retrato hablado de sucesos y sentimientos. Como objeto de uso será portador de
un mensaje que tendrá, implícitamente, un contenido ético determinado. El poeta
propone y el lector o escucha dispone. Si el poema logra motivar a quien lo
recibe, se consuma el acto de comunicación deseado.
Desde el punto de vista formal cada época y pueblo
pondrán la materia de la que saldrá, amasada por el talento propio, la impronta
del creador.
Desde que surgió la inteligencia humana, el hombre
percibió que en el mundo coexistían dos principios opuestos, el bien y el mal,
Dios y el Diablo, ángeles y demonios, la creación y la destrucción, la unidad y
lucha de contrarios de la que surge el devenir.
Y comprendió también que el bien propio
no se alcanzaba en solitario. La ayuda mutua y la solidaridad
permitieron al ser humano la sobrevivencia. Sin embargo, después comenzaron a
enfrentarse, a muerte, unos grupos contra otros. Desde entonces nos acompañan el amor y el odio, la
solidaridad que construye y la guerra que destruye. Sin embargo, a veces, para
construir, hay que destruir primero.
En medio de la complejidad de la vida, la poesía no
dejará de existir porque ella es la esencia de lo más elevado del ser humano:
su capacidad de sentir y recrear la vida.
Publicado por SilvioRodriguez en su Blog Segunda Cita.
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