miércoles, 29 de julio de 2015

Indolencia lamentable



Por José Luis Estrada Betancourt
Fue mi primera gran aventura, a pesar de que, convertido ya en bachiller, nada debía de sorprenderme. Ocurrió cuando la Sierra Maestra dejó de ser un «misterio» para mí. Cuando por fin el imponente Pico Turquino se puso al alcance de mis pies, gracias a que —para sana envidia de mis compañeros de estudio— me eligieron para escalar la elevación mayor de la Isla.
Jamás había visto parajes tan bellos. Y debo decir que el asombro apareció desde el mismísimo principio de la excitante y fatigosa travesía, cuando llegamos al Campamento de Pioneros Exploradores Ramón Paz Borroto, ubicado en Santo Domingo, justo el primer pedazo de tierra que el Ejército Rebelde le arrebató a la tiranía batistiana, y desde donde partió la columna comandada por Camilo Cienfuegos para llevar adelante la invasión a Occidente.
Aquella resultó una experiencia que me marcó para siempre. Allí, de repente, veía superada, para mi sorpresa, la maravillosa habilidad de mis profesores de entonces de despertar mis ansias de aprender para adentrarme en el apasionante mundo de la Historia.
Cuando quiero remontarme a esos tiempos pasados, me basta con cerrar los ojos. Inmediatamente aparece la sarta de flores que te recibe escoltando el camino hacia el campamento. Denominadas con justeza mariposas, por lo parecido de su forma con el del animalillo de cuerpo alado, su blancura impoluta, que tan bien supo encubrir mensajes mambises, contrasta con el verde olivo de sus hojas.
También se dibujan con claridad en mi mente el sitio donde se libró el combate de Casa de Piedra, donde nació Lucas Castillo, o en el que cayó el mártir cuyo nombre honra el campamento inaugurado por Fidel el domingo 19 de julio de 1981.
De la Revolución fue este regalo aquel Día de los niños, para que los de la Sierra Maestra disfrutaran de un lugar especial con su museo histórico, su plazoleta José Martí, su museo natural, sus tres albergues de rústica madera (ahora apenas uno se sostiene), encaramados en firmes horcones, para servirle de cobija fresca y sombreada, además, a animales que en esos lejanos parajes poseen el don de la inmutabilidad.
Con los años pude regresar, empujado por la Asociación Hermanos Saíz (AHS) que ha hecho una tradición subir, alrededor del 13 de agosto, a la cima de Cuba y entonar allí, junto al busto del Apóstol, las notas de nuestro Himno nacional, consciente de que esa también es una forma de tirar amarras profundas con la Patria.
Todavía allí permanece intacto en los jóvenes trabajadores del campamento el amor por lo que hacen, aunque cada día que transcurre lo vean peligrar más y más. No obstante, se dedican a despertar en los pequeños ese necesario orgullo por el pasado ilustre de su tierra, a fomentar en ellos valores que de seguro los convertirán en hombres y mujeres de bien.
Como quienes los antecedieron, el actual colectivo repite de memoria las palabras pronunciadas por Fidel hace ya casi 35 años, porque comprenden la significación que en todos estos años ha tenido la existencia de instituciones al estilo del emblemático Campamento Ramón Paz Borroto: «Si queremos estar preparados para la vida, si queremos estar preparados para todo, para enfrentar cualquier situación apretada, difícil, para enfrentar dificultades, para arreglárnoslas en cualquier situación, no hay nada que nos pueda ayudar tanto y enseñar tanto como los centros de exploradores de pioneros».
Pero la triste verdad es que agoniza el Campamento de Pioneros Exploradores Ramón Paz Borroto, que también ha servido como espacio de acampada para miles de cubanos que van en busca de la ruta hacia el Pico Turquino o hacia la Comandancia General del Ejército Rebelde, en La Plata.
La humedad hace sus estragos en estas instalaciones a las que en 30 años apenas se les ha pasado la mano. ¿Entrará en demasiada contradicción con su encargo social de cuidar la naturaleza, extraer de ella responsablemente la madera que las puede salvar, y buscar un poco de puntillas? ¿Habrá alguien que dude cuánto les puede aportar a los niños, en lo práctico y en lo humano, vivir una experiencia de este tipo?
Quizá algunos consideren que se trata de un caso aislado, mas alarma ver cómo languidecen, a causa muchas veces de una enojante indolencia, no pocos sitios de alto interés histórico del país, entre tarjas, monumentos..., esenciales todos para apuntalar ese sentido de pertenencia, ese amor por lo nuestro, que justo pensando en el presente y en el futuro, no debemos dejar de alimentar.
Tomado de Juventud Rebelde.

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