domingo, 23 de julio de 2017

En pro de nuevas experiencias sonoras



Joaquín Borges-Triana • Julio 2017-
Aunque por lo general prevalece una mirada yo diría que reduccionista en torno a la música electrónica, lo cierto es que solo una parte de este tipo de expresión artística se produce y conduce como dance music y hay una abundante creación que, aunque no pensada desde la mirada académica, su objetivo no es el baile ni ser consumida dentro del ámbito de la cultura de club.
En lo concerniente a Cuba, en buena medida por las carencias tecnológicas que ha tenido el país, las corrientes que se reúnen alrededor de la música electrónica y sus dos principales subgéneros, el techno y el house, demoraron en comenzar a desarrollarse. Ahora bien, eventos como el aludido ProElectrónica, o el muy popular y ya desaparecido Festival Rotilla, dejan claro que en el presente resulta significativo el interés que entre los creadores cubanos se está dando por la música electrónica.
Cabría decir que quienes entre nosotros se han orientado hacia esta variante sonora contemporánea, por mucho tiempo han tenido que hacer su obra desde una estética pobre y doméstica, en consecuencia y proporción con las limitaciones tecnológicas propias del contexto cubano.
Todo lo anterior viene a colación a propósito de un muy interesante disco de música electrónica titulado Yongolailan y acreditado al dueto de Carlos y Rafael, una      producción fonográfica en la que se incluyen en total diez temas. Galardonado en 2015 con el Premio Cubadisco, este es un álbum en el que sus protagonistas van más allá de lo meramente bailable, para entregarnos una rica mixtura o hibridación musical.
Así, los integrantes de este dueto no se limitan a trabajar únicamente con máquinas, sino que en un par de cortes de la grabación invitan a dos instrumentistas. De tal suerte, en las piezas En tu balcón y Chinatown Downtown intervienen Yelfris Valdés y Jorge Aragón. Igualmente, el buen gusto de Carlos y Rafael para construir gratas texturas sonoras, cálidos timbres y atmósferas que nos envuelven se perciben a lo largo de cortes como Blue & Vert, Antaño, Malecón 90’s, Promenade dans la baie, Sueño tropical, Blow up, Afuera en el Patio y Serenade for the Moon_Aire de Mar, y donde por momentos escuchamos pinceladas que aluden a los códigos del pop.
Una producción fonográfica como Yongolailan, de Carlos y Rafael, corrobora que nuestros creadores de música electrónica popular, hoy localizables no solo en Cuba sino también fuera del país, han empleado desde el sintetizador en sus distintas generaciones, las ondas martenot y hasta el theremin para la realización de sus ideas, ya sea dentro de lo bailable o en expresiones que persiguen otras miras.
De tales intenciones, entre los recursos que ahora mismo se están utilizando entre nosotros, cabría mencionar el cut and paste (corte y pega), la estética del error, el low fidelity, el ruido y lo atmosférico en cierto grado psicodélico, los loops ya programados o nuevos que se diseñan y el jitter, por solo aludir a algunos.
Además, con la audición de este disco, al menos a mí me queda claro que en la actualidad las nuevas tecnologías desarrolladas fundamentalmente para la producción de músicas para las pistas de baile, mestizadas con todas las influencias sonoras/musicales imaginables, desde el compositor de origen griego Iannis Xenakis a la importantísima banda alemana Kraftwerk, o desde el jazz americano al noise japonés, brindan   la posibilidad de nuevas narrativas (mezclas, collages y bricolages) y de novedosas experiencias sonoras.
Tomado de Juventud Rebelde.

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