21 julio 2017
Traigo
en el corazón sus doctrinas, su ejemplo vive en cada joven que descubre el alma
de la Patria,
su obra se siembra y perdura porque su pueblo lo quiere. Nos convoca a un
diálogo de civilizaciones en la urgencia de salvar el mundo, de dar vida a la
humanidad, de proteger la especie humana como desafío de la contemporaneidad.
Su legado es ético porque la cuestión moral que movió su vida devino en esencia
de su elección al lado de los humildes; de su lucha por un mundo mejor (sin
odios, guerras, explotación, genocidio, barbarie); de la forja de su carácter
entero en medio de tanta podredumbre moral, de crisis humanística, de egoísmos.
Se declaró martiano en espíritu, hubo de apropiarse de manera creadora de las
ideas de Martí y junto a él llevó adelante la obra hermosa de justicia social
que ha significado la
Revolución para Cuba y el mundo.
Es
Fidel un símbolo de la resistencia de un pueblo que ama su libertad y la
defiende al precio que sea necesario. Su liderazgo continúa vibrando en el
corazón de la Patria
Grande; he ahí su condición revolucionaria, fuerza en las
ideas y praxis política, desde las armas del pensamiento, con una cultura capaz
de hacer buena política. Una vida dada al sacrificio, puesto que lo entendió y
tuvo ánimos para hacerlo, de mirar siempre de qué lado está el deber y no del
que se vive mejor.
Era
un verdadero hombre, de una altura ética trascendental, con profunda vocación
de justicia, antiimperialista por esencia, soñador de imposibles y hacedor de
realidades para el bien de todos. ¿Cómo no traerlo al hoy de los jóvenes
cubanos cuando tan cerca lo tenemos? Es un reto de los jóvenes: salvar la
memoria histórica, mantener a buen resguardo las ideas que defendemos, la
verdad que nos acompaña como arma imprescindible en esta batalla que es
cultural; que se gana con ideas, argumentos y razones.
Para
entender el momento que vivimos hay que ir a la historia, son fuertes desafíos
los que tenemos delante: la lucha por la paz, por el bien de la humanidad, por
los pueblos sufridos del mundo; el enfrentamiento al capitalismo y al
imperialismo donde quiera que estén, el combate ideológico y cultural, la
batalla de símbolos que define posiciones, el ser revolucionario en el siglo
XXI.
La
humanidad, desde una contemporaneidad que asusta, donde las muertes no cesan,
se incrementan; donde las civilizaciones luchan por mantenerse íntegras y las
culturas o se salvan o perderemos pueblos enteros en la subjetividad y la
espiritualidad de los seres humanos; presenta desafíos propios de este tiempo:
¿cómo seguir abogando por el equilibrio del mundo, por la unidad de nuestros
pueblos; por consolidar procesos revolucionarios progresistas, de izquierda, de
justicia social?; ¿cómo mirar a los jóvenes del mundo con los ojos de hoy para
que haya un mañana, sin olvidar nunca el ayer?, ¿se puede seguir siendo un
soñador y, como Martí, ponernos la camisa al codo, hundir las manos en la masa
y levantarla con la levadura de nuestro sudor?, crear como palabra de pase de
cada generación.
Eso
es ser joven, esa es la condición: crear, porque una juventud que no crea, nos
dice el Che, es una anomalía realmente. Fundar, estos son tiempos de fundar; de
sembrar ideas, muchas ideas, conciencia y más conciencia. Jóvenes
revolucionarios que saben por qué luchan, que le dan sentido a sus vidas, al
momento histórico; que están llamados a salir al camino redentor con el ímpetu
de los que no se acoquinan ni renuncian a los ideales que los mueven. Retos y
desafíos de una juventud que ha de luchar por sueños de justicia, como dice el
poeta: aprender que lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos
cuesta la vida. Eso es lo primero, el compromiso adquirido con una causa, con
la defensa de ideas, bajo los pivotes éticos de la verdad. Somos hijos de
Ariel, elevada condición del ser joven; no anquilosado ni enmohecido
(dejaríamos de ser jóvenes); albergadores de esperanzas y anhelos, surtidores
de amor y vida futura.
¿Y
qué retos tenemos los jóvenes en medio de tanta inmundicia y podredumbre
moral?: el enfrentamiento al capitalismo, continuar la lucha por vencer al
imperialismo y hacer de la humanidad ese lugar hermoso que merecemos. Hay que
descifrar las claves del ser antimperialista, asumir una cultura, porque esta
es una guerra cultural, de resistencia y asimilación crítica del momento
histórico (es tener sentido del mismo nos enseña Fidel); para así, con las
herramientas teóricas y una plataforma ideológica capaz de vencer lo hegemónico
de un sistema insostenible como el capitalismo, lograr cambiar lo que deba ser
cambiado, transformar la realidad que vivimos, desde la lealtad reflexiva con
lo que creemos y la asunción de los códigos nuevos de la actualidad.
Es
preciso adecuarnos al momento sin que la adecuación cueste traicionar los
principios por los que luchamos. Hay que luchar por la paz de nuestros pueblos;
mantener viva la llama de la proclama de América Latina y el Caribe como zona
de paz, eso es imprescindible en la toma de conciencia antimperialista de los
jóvenes rebeldes del mundo. La especie humana y el medio ambiente en su
conjunto están en peligro, el mayor de todos; cuánta vigencia las palabras de
Fidel en la Cumbre
de Río en 1992.
Vencer
al capitalismo es salvar la especie humana, detener los efectos nocivos del
cambio climático, luchar por la vida. La juventud revolucionaria debe vivir intensamente
sus procesos, en América Latina y el Caribe defender, como parte de la
tradición de nuestros próceres, el ideal de unidad e integración; ello como
garantía de triunfo ante el peligro que representan los Estados Unidos de caer,
como han hecho en no pocas ocasiones, sobre nuestros pueblos.
José
Martí nos arma con su pensamiento emancipador en esta batalla de ideas para
vencer al imperialismo dondequiera que esté: “Trincheras de ideas valen más que
trincheras de piedra”. Enfrentamos una guerra de pensamiento, y sólo con las
ideas, su fuerza y verdad, podremos vencer. El pensamiento deviene esencia y
reto de los jóvenes que militan por la justicia social; el ejercicio del pensar
desafío, medidor constante de cuanto hacemos y cuán efectivos somos en la lucha
anticapitalista.
Esta
lucha requiere de preparación, de constante superación y formación política; de
salvar en primer orden la cultura. “Ser culto es el único modo de ser libres”;
hay que desterrar las bases coloniales y neocoloniales de nuestros procesos,
dotarlos de una libertad plena que pasa por la defensa de la cultura, por la
aplicación de formas cultas de hacer política, desde lo autóctono de nuestros
pueblos.
Hemos
de abanderarnos con las ideas revolucionadoras del marxismo, ahí están las bases
teóricas necesarias (con lo original y propio de cada pueblo y proceso) para
elevarnos sobre lo común de la naturaleza humana, y formar el hombre nuevo en
la sociedad nueva de que hablaba el Che. De ahí la importancia de la
subjetividad humana, lo que puede lograrse con la forja de valores, el cultivo
de lo mejor del pensamiento y la praxis revolucionaria (sobre la base de una
teoría revolucionaria) en la transformación del mundo: destronar al capitalismo
e instaurar el socialismo; ello desde la cosmovisión de Mariátegui; sin calco y
sin copia: creación heroica.
Hay
que conocer los elementos naturales de un país, sus especificidades y
caracteres propios; luego mover los enlaces del cambio necesario. Todos los
modelos y ningún modelo: he ahí el modelo; la cultura de hacer política nos
permite entender el cómo hacer Revolución, en lo necesario que resulta trabajar
con el pensamiento, vivir intensamente el cambio que se advierte, dar el pase
generacional desde la creación. Como hijos de Ariel, genio alado de la juventud
(de Mella, Mariátegui, Aníbal Ponce, Ingenieros, Rodó, el Che, Fidel, Chávez);
andemos en su búsqueda y en la de un ser humano superior que nos arme
culturalmente en el enfrentamiento a las diversas formas de agresión que el
imperialismo acomete contra nuestras revoluciones.
Es
la hora de los hornos, nos dijo Martí, en la que no se ha de ver más que la
luz. El cultivo de la cultura y la unidad, la paz y la justicia, el servirle a
los demás, el ser bueno; nos llama a ser jóvenes, a reflejar en la alegría el
ambiente de la acción, y en el entusiasmo la palanca omnipotente. Llegar a los
jóvenes con el acompañamiento de aquellos referentes del arte y la cultura,
líderes de opinión, utilizando los nuevos códigos, en lenguaje apropiado y
siendo jóvenes; deviene en ejercicio medular para la construcción del
socialismo. Nuestras armas seguirán siendo las ideas; somos jóvenes alegres y
profundos; no fallaremos, es cuestión de vida, patria o muerte.
Tomado de Cubadebate.
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