Ocurrió el martes, en el espacio de unos pocos minutos. Investigado desde abril por varios delitos de fraude fiscal y bancario en sus negocios privados, el exabogado personal de Trump llegó a un acuerdo con la fiscalía y se declaró culpable de ocho delitos, dos de ellos por violación de las leyes de financiación de campañas por la firma de acuerdos de silencio con dos mujeres que dijo cometer “bajo la dirección” de Trump y “con el objetivo principal de influir” en el resultado electoral.
Con dos minutos de diferencia, a 380 kilómetros de Manhattan un tribunal de Virginia daba el segundo varapalo judicial al presidente. Un jurado popular declaró culpable de ocho delitos millonarios de fraude fiscal y bancario a Paul Manafort, un lobbista que trabajó como jefe de campaña del candidato republicano y dimitió a los cinco meses tras conocerse que había trabajado para oligarcas prorrusos.
El lobbista estaba acusado de diez delitos más pero el jurado no pudo ponerse de acuerdo sobre estos. La razón, una mujer que votó en contra de todos y cada uno de los 18 cargos presentados argumentando que tenía “dudas razonables”, según ha contado otra integrante en la CBS.
A Manafort le espera en cualquier caso una larga condena de cárcel que podría verse ampliada cuando en septiembre otro tribunal le juzgue por otros delitos por su trabajo como lobbista. Trump ha hablado con sus abogados de concederle el indulto, ha revelado Rudy Giulliani. Cree que es “injusto” que le condenen (y es posible que tenga mucho que perder si canta).
Manafort se negó a colaborar pero ha sido declarado culpable. Va camino de la cárcel, como Cohen, un padre de familia de 52 años que había jurado lealtad eterna a su jefe y mentor. La amenaza de una larga pena de cárcel y una investigación fiscal a su mujer le hizo cambiar de opinión.
Hace unas semanas hizo saber que su máxima lealtad era ahora hacia su familia. Su padre tuvo un papel fundamental en el giro: “No sobreviví al Holocausto para ver mi apellido mancillado por Trump”, asegura The Wall Street Journal que le dijo el pasado fin de semana. El martes se autoinculpó ante el juez de ocho delitos y señaló como instigador al presidente.
Parafraseando la mejor ficción sobre Richard Nixon, con quien se le compara constantemente a Trump, la lista de “todos los culpables del presidente” incluye a tres antiguos colaboradores más.
Michael Flynn, exasesor nacional de seguridad del presidente, se ha declarado culpable de mentir al FBI sobre sus contactos con el embajador ruso en Washington durante la campaña electoral.
En abril, Rick Gates, número dos de Manafort, se autoinculpó de varios delitos cometidos junto a este. Y Georges Papadopoulos, que asesoró al candidato sobre política exterior y estuvo implicado en la cita con una abogada rusa en la Torre Trump y la oferta de ‘basura’ sobre Hillary Clinton, también se ha declarado culpable de mentir al FBI y ha aceptado cooperar con la investigación.
“Todos los corruptos del presidente”, titulaba el miércoles un editorial del The New York Times. La promesa de rodearse “solo de los mejores” se ha materializado en una camarilla de “estafadores descarados, mentirosos y corruptos”, lamentaba el diario. “Solo alguien fantasioso -es decir, el presidente Trump y su culto- pueden seguir asegurando que la investigación sobre la subversión extranjera de unas elecciones americanas, que ha desencadenado decenas de acusaciones y varias declaraciones de culpabilidad, es un fraude, un timo o una caza de brujas”.
Trump autorizó la investigación de Mueller hace 15 meses en plena conmoción por su despido del director del FBI, James Comey, en el que algunos ven un posible delito de obstrucción de la justicia. El presidente no tardó en atacar sus pesquisas y poner en duda su neutralidad.
Con su tenacidad y discreción, Mueller, un hombre de confianza de los republicanos, se ha convertido en el héroe inesperado de los enemigos de Trump. ¿Adónde llevarán sus investigaciones? De momento han permitido inculpar a 25 rusos por intentar influir en las elecciones americanas, condenar al exjefe de campaña de Trump y lograr varias autoinculpaciones.
Aunque se frotan las manos con la acusación de financiación ilegal de campaña y las traiciones de sus colaboradores, lo que de verdad esperan los demócratas es que Mueller les dé material suficiente para -pasadas las midterm y si recuperan el control del Congreso- iniciar los trámites del impeachment.
(Tomado de La Vanguardia)
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