lunes, 6 de agosto de 2018

Nicolás Guillén, uno entre cien

Cuando este verano el conservador diario madrileño ABC publicó bajo el título «Los cien mejores libros de la literatura universal» la lista de las obras incluidas en tan estricta clasificación, nos llamó poderosamente la atención el espaldarazo recibido por Nicolás Guillén y su poemario Sóngoro cosongo, publicado en una modesta edición habanera de 1931
Nicolás Guillén, Poeta nacional. Foto: Felicia Hondal
Cuando este verano el conservador diario madrileño ABC publicó bajo el título «Los cien mejores libros de la literatura universal» la lista de las obras incluidas en tan estricta clasificación, nos llamó poderosamente la atención el espaldarazo recibido por Nicolás Guillén y su poemario Sóngoro cosongo, publicado en una modesta edición habanera de 1931.
La colección de versos, que ensanchó la ruta abierta en su juventud por uno de los más grandes poetas cubanos de todos los tiempos, ocupó el lugar 61 entre los textos elegidos por 50 escritores, académicos, artistas  e intelectuales  españoles convocados para la selección, a los que se pidió colocaran, de más a menos, diez libros imprescindibles con independencia de origen y época.
No hace falta decir que en materia literaria no cuentan los números sino las calidades, ni que por cada título elegido aparecen otros cien con igual o mayor merecimiento. Las jerarquías culturales no se establecen mediante fórmulas estadísticas  ni mediciones milimétricas.
Si Guillén y Sóngoro cosongo lograron mención, fue porque entre algunos de los 50 jueces, portadores de muy diversas experiencias y gustos literarios, aquellos «poemas mulatos», como los calificó su propio autor, dejaron huellas indelebles.
¿Es que Sóngoro cosongo aventaja a El son entero, o a La paloma de vuelo popular, o a la monumental Elegía a Jesús Menéndez? ¿Por qué no están los poemarios de José Martí o José Lezama Lima, por no citar a las decenas de autores cubanos, de todas las épocas, que han fijado las más elevadas  cotas de la lírica nacional? ¿O las novelas de Alejo Carpentier?
La subjetividad cuenta y pesa. Pero quienes decidieron otorgar a Sóngoro cosongo una categoría memorable entre tantísimos clásicos –y quienes valoren con la mayor objetividad posible los resultados de la selección– coincidirán en los valores de un poemario pródigo en definiciones y aperturas.
Desde la rotunda vindicación de la identidad humana y lírica que asoma en el poema inicial Llegada hasta el son, que retumba en los versos finales de Pregón, la cubanía alcanza inéditas escalas universales.
En la introducción, Guillén profesa convicciones y esperanzas: «…una poesía criolla entre nosotros no lo será de un modo cabal con olvido del negro. El negro –a mi juicio– aporta esencias muy firmes a nuestro coctel. Y las dos razas que en la Isla salen a flor de agua, distantes en lo que se ve, se tienden un garfio submarino, como esos puentes hondos que unen en secreto dos continentes. Por lo pronto, el espíritu de Cuba es mestizo. Y del espíritu hacia la piel nos vendrá el color definitivo. Algún día se dirá: “color cubano”. Estos poemas quieren adelantar ese día».
Era de esperar que la lista fuera encabezada por la obra  cumbre de la literatura en nuestra lengua, El Quijote, de Miguel de Cervantes. Del dos al seis, la votación favoreció a clásicos inobjetables: La Odisea y La Ilíada, de Homero; La Divina Comedia, de Dante; Hamlet, de Shakespeare; y la Biblia. El puesto siete dio un salto en el tiempo, En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust; La Eneida, de Virgilio, se situó en el ocho; y cierran la lista de los diez primeros la sorpresiva calificación de los Ensayos, de Montaigne –será por aquello de honrar a un paradigma del género– y la novela de Flaubert, Madame Bovary.
Entre los cien, no hay mucho espacio para la literatura latinoamericana. Precedieron al poemario de Guillén, las novelas de  García Márquez, Cien años de soledad (24) y El amor en los tiempos del cólera (53), la colección de cuentos de Jorge Luis Borges, Ficciones (33) y la novela Pedro Páramo (41), de Juan Rulfo. Detrás, el Facundo, del argentino Sarmiento.
Al valorar la lista completa, la revista cultural española Ojo señaló: «Hay omisiones escandalosas e inclusiones sospechosas». Cierto. Pero nada  ni nadie podrá obviar que de tales pecados se haya salvado la obra de nuestro Nicolás Guillén.
TOMADO DE GRANMA

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