Ofrendas florales del General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, y de Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, acompañaron las exequias de la poetisa matancera
MATANZAS.–Los cubanos amanecieron
este miércoles con la noticia de la muerte de Carilda Oliver Labra, la
poetisa que trascendió por su obra de auténtica cubanía, por su
sensibilidad, y el delirio por la ciudad que la vio nacer.
La Premio Nacional de Literatura tuvo a la poesía como destino, rubricó atinadamente su biógrafo Urbano Martínez Carmenate. También es muy cierto que su horizonte creador estuvo marcado de manera esencial por el amor patriótico, el único consuelo para soportar el dolor por el exilio político de su familia. «…Esa tragedia… solo puedo sobrevivirla cuando me agarro a la Patria», escribiría.
Ese sentimiento, junto al valor de su obra poética, la hizo merecedora de la admiración y el cariño de todo el pueblo, sintetizó el General de Ejército Raúl Castro en un mensaje de felicitación por su cumpleaños 95.
En la misiva recordó el alcance del Canto a Fidel, una muestra de su valentía y de la probada lealtad a la Revolución y a su Líder Histórico, aseguró.
La intelectual matancera, autora de ese épico poema, fue precisamente una de las personas que mejor descifró la naturaleza indomable y el genio del líder en su juventud.
El propio Fidel juzgaría aquella diana de guerra indisolublemente ligada a la epopeya histórica de la Revolución Cubana, como «el poema guerrillero que subió a la Sierra Maestra».
Su poesía alcanzó además la dimensión revolucionaria de Abel Santamaría, del líder henequenero Julián Alemán, Reynold García, Frank País y José Antonio Echeverría. También incitaron su pluma Franklin Gómez, Miguel Sandarán y Camilo Cienfuegos. Sin dudas, una de las grandes poetisas de nuestro tiempo que dejó mucho de sí misma al plasmar las virtudes y desdichas de no pocos de sus contemporáneos.
¿Quién es esa mujer, envuelta en el fuego de la leyenda, alborotadamente cantada por poetas, músicos, pintores, dramaturgos y cineastas?, se pregunta el historiador Martínez Carmenate, y tras enumerar infinidad de respuestas, señala que por la fogosidad de sus versos la poesía volvió a ser espectáculo, delirio y escándalo en salones, calles y plazas como en la época de los rapsodas homéricos.
Un nombre culminante de la cultura cubana, que por su manera de encarar la vida siempre ha suscitado asombro y más tarde admiración, rechazo o envidia, dice el biógrafo.
En su refugio de Tirry, donde la sorprendió la muerte, Carilda admitió hace algunos años que su libro preferido era Al sur de mi garganta, «por el cariño que le tengo y porque fue mi primer premio; pero hay libros más adelantados, en el orden técnico, escritos con más ternura y amor... cosas más puras...».
No se consideraba una leyenda, aunque las muchachas con quienes se cruzaba por la céntrica calle del Medio la detenían para confesarle que querían ser como ella. «Lo único que quiero es que mi obra le sirva de algo a la gente», decía con humildad.
Bastaba con oírla, con estar junto a ella apenas unos minutos, para notar su fuerza de espíritu, su optimismo, inteligencia, esa ráfaga de luz que irradiaba, según palabras de su amigo Miguel Barnet. Me siento feliz de estar rodeada de gente que me quiere y de vivir en este pedacito de mi digna patria, contó en fecha reciente a varios periodistas reunidos en su casa.
Para recordarla ningún homenaje se antoja mejor que ese poema La tierra, que aprisiona la respiración personal de Carilda:
Cuando vino mi abuela
trajo un poco de tierra española,
cuando se fue mi madre
llevó un poco de tierra cubana.
Yo no guardaré conmigo ningún
poco de patria:
la quiero toda
sobre mi tumba.
HOMENAJE PÓSTUMO
Toda la obra de Carilda Oliver Labra, figura esencial de la cultura cubana, fue un canto a la vida, significó Alpidio Alonso, ministro de Cultura, durante las exequias de la Premio Nacional de Literatura, realizadas en la tarde de este miércoles en la casona de la Calzada de Tirry 81.
La conmovedora despedida estuvo encabezada por Lázara Mercedes López Acea, miembro del Buró Político; y Víctor Gaute, miembro del Secretariado del Comité Central del Partido. Estuvieron presentes, además, personalidades de la cultura, intelectuales, artistas y matanceros de varias generaciones.
Teresa Rojas Monzón, primera secretaria del Partido en Matanzas, y Tania León Silveira, presidenta de la Asamblea Provincial del Poder Popular, anticiparon el cariño y la admiración del pueblo matancero y cubano por la autora de Al sur de mi garganta.
Víctor Gaute aseguró que Carilda sintetiza como nadie ese hecho cultural que se denomina Matanceridad y recordó los estrechos vínculos de Carilda con Fidel.
La Premio Nacional de Literatura tuvo a la poesía como destino, rubricó atinadamente su biógrafo Urbano Martínez Carmenate. También es muy cierto que su horizonte creador estuvo marcado de manera esencial por el amor patriótico, el único consuelo para soportar el dolor por el exilio político de su familia. «…Esa tragedia… solo puedo sobrevivirla cuando me agarro a la Patria», escribiría.
Ese sentimiento, junto al valor de su obra poética, la hizo merecedora de la admiración y el cariño de todo el pueblo, sintetizó el General de Ejército Raúl Castro en un mensaje de felicitación por su cumpleaños 95.
En la misiva recordó el alcance del Canto a Fidel, una muestra de su valentía y de la probada lealtad a la Revolución y a su Líder Histórico, aseguró.
La intelectual matancera, autora de ese épico poema, fue precisamente una de las personas que mejor descifró la naturaleza indomable y el genio del líder en su juventud.
El propio Fidel juzgaría aquella diana de guerra indisolublemente ligada a la epopeya histórica de la Revolución Cubana, como «el poema guerrillero que subió a la Sierra Maestra».
Su poesía alcanzó además la dimensión revolucionaria de Abel Santamaría, del líder henequenero Julián Alemán, Reynold García, Frank País y José Antonio Echeverría. También incitaron su pluma Franklin Gómez, Miguel Sandarán y Camilo Cienfuegos. Sin dudas, una de las grandes poetisas de nuestro tiempo que dejó mucho de sí misma al plasmar las virtudes y desdichas de no pocos de sus contemporáneos.
¿Quién es esa mujer, envuelta en el fuego de la leyenda, alborotadamente cantada por poetas, músicos, pintores, dramaturgos y cineastas?, se pregunta el historiador Martínez Carmenate, y tras enumerar infinidad de respuestas, señala que por la fogosidad de sus versos la poesía volvió a ser espectáculo, delirio y escándalo en salones, calles y plazas como en la época de los rapsodas homéricos.
Un nombre culminante de la cultura cubana, que por su manera de encarar la vida siempre ha suscitado asombro y más tarde admiración, rechazo o envidia, dice el biógrafo.
En su refugio de Tirry, donde la sorprendió la muerte, Carilda admitió hace algunos años que su libro preferido era Al sur de mi garganta, «por el cariño que le tengo y porque fue mi primer premio; pero hay libros más adelantados, en el orden técnico, escritos con más ternura y amor... cosas más puras...».
No se consideraba una leyenda, aunque las muchachas con quienes se cruzaba por la céntrica calle del Medio la detenían para confesarle que querían ser como ella. «Lo único que quiero es que mi obra le sirva de algo a la gente», decía con humildad.
Bastaba con oírla, con estar junto a ella apenas unos minutos, para notar su fuerza de espíritu, su optimismo, inteligencia, esa ráfaga de luz que irradiaba, según palabras de su amigo Miguel Barnet. Me siento feliz de estar rodeada de gente que me quiere y de vivir en este pedacito de mi digna patria, contó en fecha reciente a varios periodistas reunidos en su casa.
Para recordarla ningún homenaje se antoja mejor que ese poema La tierra, que aprisiona la respiración personal de Carilda:
Cuando vino mi abuela
trajo un poco de tierra española,
cuando se fue mi madre
llevó un poco de tierra cubana.
Yo no guardaré conmigo ningún
poco de patria:
la quiero toda
sobre mi tumba.
HOMENAJE PÓSTUMO
Toda la obra de Carilda Oliver Labra, figura esencial de la cultura cubana, fue un canto a la vida, significó Alpidio Alonso, ministro de Cultura, durante las exequias de la Premio Nacional de Literatura, realizadas en la tarde de este miércoles en la casona de la Calzada de Tirry 81.
La conmovedora despedida estuvo encabezada por Lázara Mercedes López Acea, miembro del Buró Político; y Víctor Gaute, miembro del Secretariado del Comité Central del Partido. Estuvieron presentes, además, personalidades de la cultura, intelectuales, artistas y matanceros de varias generaciones.
Teresa Rojas Monzón, primera secretaria del Partido en Matanzas, y Tania León Silveira, presidenta de la Asamblea Provincial del Poder Popular, anticiparon el cariño y la admiración del pueblo matancero y cubano por la autora de Al sur de mi garganta.
Víctor Gaute aseguró que Carilda sintetiza como nadie ese hecho cultural que se denomina Matanceridad y recordó los estrechos vínculos de Carilda con Fidel.
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