domingo, 16 de agosto de 2015

Las ilógicas tallas de los uniformes escolares




Agosto de 2015


 CIENFUEGOS.—Como el sarpullido o las aguas malas playeras, en el verano sale a relucir, inexorablemente, la veterana y jamás solucionada dificultad de la talla de los uniformes: molino gigante contra el cual lidiamos, sin variación, quienes tenemos hijos en la enseñanza primaria, secundaria o preuniversitaria.
A lo largo de los años, han sido muchos los reportajes y comentarios periodísticos publicados en los medios, provinciales y nacionales, alrededor de un fenómeno tan común como inexplicable.
Suele entrevistarse a directivos o vendedoras de las tiendas, y a funcionarios del Departamento de Ventas Minoristas y Registro de Consumidores del Ministerio de Comercio Interior (Mincin).
Los últimos reconocen el problema y abren claraboyas de luz para que padres y alumnos, el pueblo en fin, alivien incomodidades y restablezcan su fe en que el próximo curso todo será mejor. Mas, la lucecilla al final del túnel no acaba de aparecer, pese a anuncios como los realizados en agosto del año anterior en nuestro diario Granma por la funcionaria al frente del mencionado sector.
La fuente explicó que “a partir del curso 2013-2014 se comenzó a poner en práctica una serie de medidas, por las inquietudes recibidas de los consumidores” e informó que “por primera vez este año el estudio de la demanda, que en ocasiones anteriores era responsabilidad de Edu­cación, pasaron a realizarlo los grupos em­presariales de Comercio en cada territorio, a partir del nivel de actividad (cantidad de estudiantes por enseñanzas) que las direc­cio­nes provinciales de Educación deben entregarles a ellos”.
Imbuidos del buen ánimo de la directiva y de noticias también publicadas a la sazón como esta de que “el Ministerio de Educación convocó a los gobiernos territoriales a buscar iniciativas locales que den solución a los problemas de tallaje en los uniformes escolares” (AIN, agosto del 2014), nos dimos a la tarea, este año, los papás y mamás de secundaria y pre, de ir a la compra de los uniformes, con la ilusión de algún cambio a favor del panorama.
Sin embargo, nada nuevo bajo los anaqueles de las tiendas de Cienfuegos. Tallas extragrandes o muy pequeñas predominan en la oferta. A menos de 48 horas de haber iniciado las demoradísimas ventas de las prendas para oncea­vo grado en la tienda La Cienfueguera, solo había en existencia pantalones talla 26. El promedio para un estudiante de esa edad es la 32. Ni la costurera de Spiderman puede estirar seis números. Solución en casos así: iniciar un peregrinaje, provincial o incluso nacional, en busca del cambio.
En teoría, las medidas de los estudiantes se toman con un año y medio de antelación respecto al momento cuando comienzan a distribuir los uniformes, porque de hacerse en una fecha más cercana no daría tiempo comprar la tela y confeccionar el medio millón elaborado cada curso. Ahora bien, más allá de un necesario estudio diagnóstico de mayor objetividad y de una ineludible mejor planificación oferta-demanda, ¿por qué fabricar decenas de miles de uniformes de talla extragrande o muy pequeña?
Es importante que tanto los niños corpulentos como los más delgados o pequeños cuenten con su atributo seguro para septiembre (y resulta una fortaleza de nuestro sistema no desa­ten­derlos), no obstante la pregunta inevitable aquí es la siguiente: ¿es tan extremadamente elevado el porcentaje de infantes y adolescentes cubanos con dichas características, como para inundar las tiendas de tales tallas, en desmedro absoluto de las corrientes?
A ver, si usted fuera fabricante de dulces y le compran cien polvorones diarios y 15 masa reales, ¿confeccionaría menos los primeros? Son obviedades.
El problema de las tallas no solo está vinculado a las cuestiones escolares, igualmente lacera la oferta de las tiendas recaudadoras de divisas; pero es en el ámbito de la enseñanza donde se vuelve más notorio, debido a la obligatoriedad del uso del uniforme.

Mientras septiembre se acerca, las atelieres y "costureras" de barrio serán la solución a la que acudirán muchos padres, siempre con la esperanza de que, en el próximo verano, quizá no se vean forzados a comprar (como me sucedió esta vez) una gran blusa 20 para la hija de octavo grado y un pequeño pantalón 26 para el hijo de onceno.
Tomado de Granma.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario