lunes, 12 de octubre de 2015

Alma máter



Graziella Pogolotti
10 de Octubre del 2015
Quizá sea por razones de diseño gráfico. Llama la atención que algunas publicaciones universitarias muestran la escultura que preside la escalinata de la Universidad habanera de perfil. A mi entender, los criterios de diseño deben subordinarse a un concepto. Hay imágenes simbólicas intocables. El cuerpo mestizo que nos invita a acceder a la columnata clásica del rectorado, no compite en valor artístico con el Moisés de Miguel Ángel. Tiene, sin embargo, un relieve urbano, histórico y cultural, síntesis de una herencia y ámbito abierto al debate necesario, que no podemos descartar.
Desde la mítica Colina bajaron generaciones de estudiantes para integrarse a las reivindicaciones del conjunto de la sociedad. En Infanta y San Lázaro cayó Rafael Trejo. Junto a sus muros, cayó 27 años después, José Antonio Echeverría. A sus espaldas quedaban los brazos abiertos, acogedores, de nuestra madre nutricia, no solo de combatientes por la justicia, sino de las ideas que los impulsaron y de los debates que condujeron a reformular, una y otra vez, su función a tenor de las necesidades de una sociedad concreta, comprometida con la nación y con el destino de «Nuestra América». «Pensar es prever», afirmaba José Martí, porque los conceptos habrán de ir por delante para definir las armas, el camino y las estrategias. En su texto programático fundacional, sostenía la irrenunciable premisa de conocer nuestras realidades para no caer en la tentación superficial de la falsa erudición.
El espacio no me alcanza para evocar a Mella y el Patio de los Laureles. Me limitaré a señalar los rasgos de la Universidad que precedió al triunfo de la Revolución. A pesar del proyecto transformador esbozado por Enrique José Varona, la Universidad seguía respondiendo a las demandas del mercado, en un país dependiente y subdesarrollado. Egresaban médicos y abogados, ingenieros civiles, arquitectos y contadores públicos. No existían las carreras de Economía, Psicología, Biología, y con respecto a las ciencias básicas, su perfil se orientaba a la docencia en institutos de Segunda Enseñanza o en colegios privados. En todos los casos, la docencia era reproductiva, sin espacio para la creatividad y la investigación.
Guiada por una voluntad política y asesorada por profesores muy competentes, la reforma universitaria de 1962 representó un espectacular salto hacia adelante. Surgieron nuevas carreras y se contó con la colaboración de muchos países. De América Latina llegaron economistas formados en los debates de Cepal, entre muchos otros, Juan F. Noyola. También acudieron con espíritu solidario especialistas de Estados Unidos y Europa. Se implementaron cursos de verano para la actualización de los matemáticos. El desarrollo de la lingüística mucho le debe al profesor Oldrich Tichy, formado en la gran tradición de la Escuela de Praga. Centenares de becarios estudiaron en los entonces países socialistas. Al mismo tiempo, complemento indispensable, la creación del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC), resultaría célula generadora de futuros centros de investigación.
En ese proceso de creación, se fortaleció en la práctica el concepto de Universidad como comunidad de profesores y estudiantes. Fidel llegaba por las noches a palpar el ambiente y a difundir ideas. El rector de aquellos días, a quien sigo saludando como tal, devino para todos, familiarmente, Chomi Miyar. Supo establecer, desde el primer momento, un diálogo directo de intercambio, orientación y consulta. El territorio de la Colina se había expandido a toda la provincia, con clases de agropecuarias en la finca Aleida, allá por Güines. Se experimentaba con derivados de la leche, y cuando la escasez de zapatos fue mucha y prolongada, aparecieron las sandalias plásticas, conocidas luego como «catarritos», dada la poca durabilidad de la cola empleada. El área de Humanidades se lanzó a trabajos sociales en zonas recónditas de la Isla. Como nos dijera luego Fidel, allí pudimos tomar la medida real del subdesarrollo. Modernidad es un término ambiguo y engañoso.
En el progresivo proceso de integración latinoamericana, la Universidad debe atenerse, en tanto comunidad de profesores y estudiantes, a una perspectiva humanista formadora de nuevas generaciones y creadora de conocimientos. Este propósito irrenunciable constituye un puntal de nuestra afirmación de soberanía en un mundo dominado por el poder de la especulación financiera, articulada a los conglomerados transnacionales y a su instrumento, el pensamiento neoliberal. El FMI y el Banco Mundial imponen las reglas del juego con el apoyo de la Organización Mundial del Comercio. Empleando una expresión de Juan Marinello, la materia gris no puede subordinarse a la materia dorada. A pesar de las limitaciones económicas, de los Gobiernos corruptos y complacientes y de la tierra arada por las dictaduras militares, nuestros países han acumulado un saber científico considerable en una diversidad de áreas. No podemos permitir que se nos escape por falta de incentivo. Tenemos que extraer del olvido una fecunda y original tradición de pensamiento. Podemos apoyarnos mutuamente en la formulación de proyectos comunes, en el intercambio de expertos. Nuestra especie está amenazada por la agresión sistemática al medio ambiente. También lo está por la instrumentalización del ser humano, por la destrucción de una ecología indispensable para el desarrollo armónico de sus culturas, de su sensibilidad y de sus potencialidades intelectuales.

 TOMADO DE JUVENTUD REBELDE.

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