Por TERESA VIERA HERNÁNDEZ*
La amplia mayoría de los jóvenes y no tan jóvenes cubanos de hoy
(poco más del 60 por ciento de la población), nacimos y nos hicimos
adultos diciendo a viva voz que seríamos como el Che; aun cuando ni la
edad, ni nuestro análisis del mundo, nos dejaran percatarnos de la
empresa que nos propusimos. Una cosa es real, en aquella y en esta
época, nadie ha renunciado a que fuera posible.
En octubre se cumplen cinco décadas de que nos privaran de ese
hombre, a sus 39 años. Los que en Cuba pasamos de esa edad, lo tendremos
que seguir repitiendo todos los días, desde el eficiente quehacer
cotidiano. Ahora más conscientes de lo que decimos, y sabiendo que en el
1959 cubano, él tenía –junto a Fidel– uno de los pensamientos políticos
más avanzados entre los jóvenes.
Sus ideas transformadoras y su acción estratégica, puede que parezcan
inalcanzables para generaciones de cubanos y cubanas. Pero, la
Revolución que ellos y otros muchos hicieron, ha entregado las
herramientas para que seamos sus dignos seguidores. Y para que la frase
continúe ofreciéndonos la oportunidad de convertirnos en mejores
personas, por el esfuerzo incansable de cada quien.
El actor de un apasionante drama
En carta escrita a Carlos Quijano, del semanario Marcha de Uruguay, devenido indispensable texto, El socialismo y el hombre en Cuba,
en interés de desmontar el “argumento imperialista” de que el proceso
de construcción de la sociedad socialista se caracterizaba por la
abolición del individuo en aras del Estado, el Che define al hombre
necesario para la construcción del socialismo, el hombre imprescindible
de estos tiempos: El hombre nuevo.
Durante este período (1953 al 1957), en el cual solamente existían
gérmenes de socialismo, el hombre era un factor fundamental. En él se
confiaba, individualizado, específico, con nombre y apellido y de su
capacidad de acción dependía el triunfo o el fracaso.
Sería bueno intentar una definición de individuo, actor de ese
apasionante drama que es la construcción del socialismo. Lo más sencillo
es reconocer su condición de producto no acabado. Las taras del pasado
se trasladan al presente y hay que hacer un trabajo continuo para
erradicarlas. El proceso es doble: por un lado actúa la sociedad con su
educación directa e indirecta; por otro, el individuo se somete a un
proceso consciente de autoeducación.
La sociedad debe convertirse en una escuela. En el proceso de
construcción del socialismo podemos ver al hombre nuevo que va naciendo.
Su imagen no está todavía acabada; no podría estarlo, ya que el proceso
marcha paralelo al desarrollo de formas económicas nuevas. Lo
importante es que los ciudadanos vayan adquiriendo más conciencia de la
necesidad de su incorporación a la sociedad y, al mismo tiempo, de su
importancia como motores de ella.
El ser humano en el socialismo, a pesar de su aparente
estandarización es más completo, a pesar de la falta del mecanismo
perfecto para ello, y su posibilidad de expresarse y hacerse sentir en
el aparato social es infinitamente mayor. Todavía es preciso acentuar su
participación consciente, individual y colectiva, en todos los
mecanismos de dirección y de producción, y ligarla a la idea de la
necesidad de educación técnica e ideológica, de manera que sienta cómo
estos procesos son estrechamente interdependientes y sus avances son
paralelos. Así logrará la total conciencia de su ser social, lo que
equivale a su realización plena como criatura humana.
Jóvenes de la Cuba de hoy
La definición guevariana no se circunscribe a dibujar un individuo;
sino que plantea las bases de su formación en el hacer ideológico
cotidiano una vez acabada la guerra: “Encontrar la fórmula para
perpetuar en la vida cotidiana esa actitud heroica, es una de las tareas
fundamentales desde el punto de vista ideológico”.
¿Cuáles
son los hombres y mujeres jóvenes con los que cuenta hoy Cuba para
esto? ¿Qué hacen? ¿Dónde están? ¿Qué les preocupa y les ocupa? ¿Cómo
asumen el ser capaces de construir esa sociedad? Preguntas tan
categóricas hechas por muchos y aprovechadas por no pocos
malintencionados, puede que no tengan respuestas tan categóricas y
absolutas. Pero la realidad es que sí pueden ser respondidas, y no desde
el populismo entusiasta y movilizativo, sino desde la profundidad del
análisis crítico y científico.
Lo primero es que para la construcción de este tipo de ciudada-no,
hicieron falta años de edificación e implementación de políticas
sociales universales y equitativas para todas nuestras poblaciones y,
especialmente, para las personas jóvenes, en el empeño de hacerlas más
plenas, emancipadas, integrales y proactivas.
Existe
un cuerpo legal en Cuba integrado por cerca de 14 normas y
regulaciones, que establecen la plataforma de acción con las juventudes
cubanas. Están entre ellas el Código Civil, el de Trabajo, el Penal, el
de la Niñez y la Juventud y el de la Familia y la integran también las
políticas cultural y educativa; así como el sistema intersectorial de
salud sexual y reproductiva y el programa materno infantil, por solo
enunciar las plataformas de atención más generales, muchas de las cuales
se encuentran en fase de actualización, con la amplia participación de
sus principales beneficiarios.
En la contemporaneidad esto significa un tratamiento transversal a
este grupo poblacional (entre 12 y 34 años), que representa el 26 por
ciento de la población total, dentro del Plan de Desarrollo Económico
Nacional hasta 2030, que no es otra cosa que la materialización de la
Agenda Global del Desarrollo post 2015, en un país que se esfuerza
porque su justeza y dedicación al ciudadano pueda ser percibida en su
realidad cotidiana, aunque no siempre se logre.
El Estado cubano orienta, fomenta y promueve la cultura y la
inserción social consciente en todas sus manifestaciones, premisas que
se encuentran plasmadas en la Constitución de la República: [en el país]
“se combinan la educación general y las especializadas de carácter
científico, técnico o artístico, con el trabajo, la investigación para
el desarrollo, la educación física, el deporte y la participación en
actividades políticas, sociales y de preparación militar”.
Cuba, alto nivel de desarrollo juvenil, un sueño del Che
Los logros de la política social cubana han sido reconocidos por
importantes personalidades de las artes, la política, los deportes y la
religión en el mundo. Existen estudios relevantes que han tratado de
medir el desarrollo juvenil y en los que nuestro país ostenta índices de
excelencia. Uno de los aportes de mayor alcance en cuanto a la cantidad
de países considerados, es el que ha realizado recientemente el
Programa de Juventud del Commonwealth, en cuanto al denominado Índice de
Desarrollo Juvenil, reconocido por Undesa (Departamento de Asuntos
Económicos y Sociales de las Naciones Unidas) como una herramienta de
gran utilidad, para tratar de medir los adelantos del Programa de Acción
Mundial en Juventud que, desde 2005, se viene implementando a nivel
mundial. Se ha estructurado en torno a cinco dominios principales:
educación, salud y bienestar, empleo, participación política y cívica.
Los primeros 10 lugares en el mundo –los de mayor nivel de
“desarrollo juvenil”, de acuerdo con este índice–, lo ocupan, en este
orden, Australia, Canadá, Corea del Sur, Holanda, Alemania, Nueva
Zelanda, Suiza, Estados Unidos, Japón y Eslovenia. Cuba ocupa el lugar
11, el primero de América Latina. Dicho puesto significa que Cuba tiene
mayores niveles de desarrollo juvenil que varios países altamente
industrializados: Francia, Italia, Bélgica, España y Portugal y se
encuentra por encima de todos los considerados “emergentes”: BRICS
(Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
Como
puede apreciarse, la excepcionalidad cubana es contundente en torno a
los resultados de desarrollo integral alcanzados por sus juventudes:
Altamente instruidas, el 87.2 por ciento de la población cubana
comprendida entre los 12 y los 35 años de edad tiene niveles de
instrucción medio superior o superior. Elevados índices de ocupación
laboral: el 94.5 por ciento de la población económicamente activa es de
ese grupo de edades, fundamentalmente en formas de gestión laboral
estatal. Altos niveles de inserción social y asociacionismo: más del 98
por ciento de la población joven cubana actual está integrada a
asociaciones y organizaciones formales del entorno social.
Amplias, universales y equitativas oportunidades de acceso a la
cultura y el buen arte, cultivador de elevada espiritualidad y al empleo
de tecnologías de avanzada para la obtención de información y uso del
tiempo de ocio, a pesar de haber transcurrido toda su vida residiendo en
un país sometido a férreo bloqueo económico.
Las innumerables aplicaciones y transferencias de tecnología,
resultado de una ciencia altruista puesta al servicio social, que ha
tenido Cuba, no son patrimonio de cubanas y cubanos, sino que se
convierten hoy en justicia social para todo el que lo necesite en
cualquier parte del mundo. Los niveles de competitividad alcanzados por
estudiantes, técnicos y profesionales son reconocidos y admirados por no
pocos pueblos y gobiernos.
Si nuestra gente más joven siente el dolor ajeno como propio y se
dedica a su sanación; si reconoce que es imprescindible para la Cuba que
quiere para sí y para los que la quieren bien, enfrascarse en hacerlo
todo lo mejor que puede; si es consciente de que en su superación
profesional, técnica e ideológica están el presente y futuro de esa Cuba
y de los que en el mundo confían en nosotros, y para ello se prepara; y
si el orgullo de cubanía nos impulsa cada día a la defensa, sin
límites, de esta nación emancipada e imperfecta que nos legaron de pie
los patriotas de otros tiempos, entonces, no hay dudas, somos lo que
quería Fidel que fuéramos: como el Che.
*Directora del Centro de Estudios sobre la Juventud.
En El socialismo y el hombre en Cuba, Che define al ser humano imprescindible de estos tiempos.
TOMADO DEL BLOG DIALOGAR, DIALOGAR
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