Por: Randy Alonso Falcón
Siento en mis oídos su voz de trueno, su risa telúrica; recibo otra vez esos abrazos enormes que él sabe dar con toda la carga de humanidad que llevan sus brazos y pecho.
Escucho su invitación desafiante y jocosa a jugar bolas criollas; vuelvo a oír sus cuentos garciamarquianos; me contagio con su empedernido deseo de cantar llaneras y de desgranar poesías.
Lo miro una vez más en complicidad revolucionaria y familiar con Fidel; lo oigo hablar con pasión de Bolívar y la Patria Grande; lo advierto abrazando a Evo, sonriendo con Cristina, reflexionando con Lula; lo percibo sufriendo por Haití y extendiendo su generosa mano.
Me estremece como siempre su amor de hijo y su amor de padre; vuelve a mis retinas su imagen tierna con el niño en brazos aceptándole la galleta de regalo; lo veo metiéndole ganas a un reñido juego de pelota.
Está ahí, ahora mismo; lo tengo frente a mí; lo siento en su grandeza; huelo su aroma de pueblo y su pasión nuestroamericana. Chávez está vivo e inquieto; anda recorriendo con su espíritu el sur del Río Bravo y llamando a despertar conciencias en este momento de peligro para los sueños a los que entregó todo. ¡No dejemos nunca que se vaya!
TOMADO DE CUBADEBATE
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