Avanza la apertura hacia Cuba* (tomado de Blog
Segunda Cita).
Las visitas del presidente cubano Raúl Castro al
Vaticano –donde se entrevistó con el papa Francisco, quien hizo una excepción a
su agenda para recibir al gobernante caribeño– y del jefe de Estado francés,
François Hollande, a La Habana, horas más tarde, constituyen pasos importantes
en la apertura de Occidente hacia Cuba y exhiben la rapidez con que avanza la
superación de una fractura que por décadas ha tenido como elemento central la hostilidad
de Washington hacia la isla.
Con respecto de lo primero, llama la atención el
tono de simpatía y búsqueda de afinidades, incluso ideológicas, entre el
pontífice argentino y el mandatario cubano, y resulta inevitable contrastar ese
sello de cordialidad y distensión con el duro desafío diplomático que
representó para el gobierno de La Habana recibir, en enero de 1998, al papa
Juan Pablo II, un anticomunista beligerante que coincidía con Washington en las
exigencias injerencistas contra Cuba y que actuó como aliado ideológico de la
llamada revolución conservadora, cuyos exponentes más claros eran Augusto
Pinochet, Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Si en aquellos momentos Fidel
Castro hubo de concebir una vasta maniobra política para neutralizar la amenaza
del Vaticano, su hermano menor encontró ayer en San Pedro a un pontífice
respetuoso, comprensivo y ajeno a toda intención hostil que, por el contrario,
ha prestado una valiosa ayuda en el proceso de normalización de las relaciones
entre Washington y La Habana.
En cuanto a la visita de Hollande, es claro que
éste ha decidido tomar la delantera entre sus colegas europeos a fin de
aprovechar para Francia el primer turno del deshielo, especialmente en el
ámbito económico, en el que se concretó ya un acuerdo para que la trasnacional
francesa Total participe en la prospección petrolera marítima en aguas
territoriales de Cuba en sociedad con la firma estatal local Cuba Petróleo
(Cupet). A pesar de las figuras retóricas del huésped del Elíseo, quien dijo haber
vivido “un momento histórico” en su encuentro con el ex presidente Fidel
Castro, es claro que los motivos de su visita son principalmente de orden
pragmático. De cualquier forma, Hollande moderó las demandas ideológicas
tradicionales de París hacia La Habana y se limitó a pedir a las autoridades
del país anfitrión una “flexibilización de las reglas”, a fin de facilitar los
intercambios comerciales entre ambos países y las inversiones de empresas
francesas en la isla.
Por las razones que sea, resulta reconfortante
atestiguar que se ha puesto en movimiento un círculo virtuoso de cambio en las
posturas tradicionales de Estados Unidos y de sus aliados hacia Cuba. En esta
lógica, la visita de Hollande a la isla dio pie, ayer mismo, para que el vocero
de la Casa Blanca, Josh Earnest, abriera la posibilidad de una eventual visita
del presidente Barack Obama a la nación antillana, al afirmar que “no la
descartaría”.
Sería injusto no recordar que el papa argentino
ha desempeñado un papel crucial en la apertura y en el deshielo y ello se ha
logrado sin que las autoridades de La Habana tuvieran que realizar concesiones
fundamentales en materia de autodeterminación, lo cual lleva a una reflexión
insoslayable: la lógica transformadora inducida por Bergoglio en el Vaticano no
se limita a asuntos doctrinales y pastorales, sino que ha ganado proyección
también en el ámbito de la política internacional.
Cabe esperar que esa dinámica se acelere y que muy pronto la sociedad cubana pueda recibir del conjunto de los países ricos aires de cooperación y respeto a su soberanía, y que terminen de despejarse los empeños hostiles e intervencionistas a los que ha debido hacer frente durante más de medio siglo.
Cabe esperar que esa dinámica se acelere y que muy pronto la sociedad cubana pueda recibir del conjunto de los países ricos aires de cooperación y respeto a su soberanía, y que terminen de despejarse los empeños hostiles e intervencionistas a los que ha debido hacer frente durante más de medio siglo.
*Artículo Editorial de La Jornada: http://www.jornada.unam.mx/2015/05/12/opinion/002a1edi
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