Premio Cubadisco, categorías y
nominaciones
El certamen
cimentó su prestigio en la aplicación de un riguroso escrutinio, en el que por
encima de eventuales votaciones, se discutió argumentadamente cada fonograma,
ahora esa percepción ha cambiado.
Cuando a finales del siglo pasado, el Instituto Cubano de la Música, por iniciativa de Ciro Benemelis, creó el Premio Cubadisco, puso por delante la intención de jerarquizar cualitativamente la producción fonográfica que asumían por entonces las diversas casas que operaban en el país, estimular el balance de formatos, estilos y géneros, y propiciar una visión integral de las relaciones entre los diversos componentes de la industria musical.
Cubadisco cuidó de no parecerse a otros premios, sin que por ello hubiera que hacer tabla rasa de experiencias domésticas —existía el valioso antecedente de los Premios Egrem—, ni foráneas. Eso sí, no teníamos por qué convertirnos, por así decirlo, en el Grammy cubano, ni imitar estructuras ni academias ajenas. Menos aún privilegiar lo comercial, si bien no podía desconocerse, hasta donde era posible en medio de los precarios mecanismos internos de circulación del disco, su impacto público.
Fueron valiosas las observaciones que en su momento aportó el notable musicólogo Danilo Orozco acerca del carácter operacional de las categorías del Premio, como para flexibilizar la evaluación y amoldar las jerarquías a las realidades cambiantes de la producción fonográfica cubana. Dos de las mayores ganancias, en tal sentido, fueron la apertura hacia materiales de músicos cubanos avalados por casas disqueras extranjeras y a las producciones independientes, y hacia soportes audiovisuales que promueven la creación musical.
No todo funcionó a pedir de boca, hubo incongruencias e insatisfacciones. Pero por encima de percances puntuales, el Premio Cubadisco cimentó su prestigio en la aplicación de un riguroso escrutinio, en el que por encima de eventuales votaciones, se discutió argumentadamente cada fonograma, así como cada uno de los premios y nominaciones.
Sin embargo fue asomando en las últimas ediciones la tendencia a la sobrerepresentación de las candidaturas y la subsiguiente proliferación de categorías, todo ello en medio de una situación objetiva: las dificultades para que el disco, como producto final, existiera físicamente en el mercado. No pocas de las producciones en competencia son discos que todavía no existen como tales.
Ahora nos encontramos en Cubadisco 2015 con un evidente exceso de nominaciones y con categorías que desafían la más elemental lógica conceptual. ¿Por qué subdividir la música popular bailable en supuestas novedades y otras que alguien decidió que no lo fueran? ¿Acaso no poseen los mismos niveles de actualidad los discos de El Niño y la Verdad y de Elito Revé y el Charangón, el de Alain Pérez y Alexander Abreu y Habana D' Primera?
¿Es más nueva trova la que cultivan Augusto Blanca, Benito de la Fuente, Leonardo García, Virulo y Yoan Zamora que la que defienden Adrián Berazaín, Polito Ibáñez y Mauricio Figueiral, estos últimos englobados bajo el macarrónico rubro trova-pop rock? ¿No habrá llegado el momento de privilegiar calidades innovadoras en el pop, como las que aportan Diana Fuentes, pero también Qva Libre y Amaury Pérez?
Y si vamos al jazz, resulta difícil justificar, en buena parte de las grabaciones nominadas, que haya jazz cubano, otro que no lo sea y alguna que otra clasificada en música instrumental, como la vertiente danzonera de Alejandro Falcón, que no responda al criterio con que en desde hace un buen tiempo se considera la amplitud del género desde la perspectiva afrolatina.
Sigue pareciéndome un absurdo la categoría fusión, cuando en verdad muchas de las músicas, en este mundo diverso e interconectado, no son puras. El propio Danilo Orozco le dio valor a un concepto que llamó intergéneros, todavía insuficientemente utilizado en la práctica analítica cotidiana.
Por otra parte hay que tener cuidado con las asimetrías. Encuentran fundamentos las nominaciones en categorías donde es necesario estimular aún más la producción de nuestras casas disqueras, léase las correspondientes a la música de concierto. Pero es inadmisible que solo haya dos discos nominados en reguetón de un mismo autor.
Debe contarse también con el hecho de que hay producciones difíciles de clasificar.
Los creadores, cuando son sobradamente auténticos, no hacen música pensando en categorías. Simplemente hacen discos para expresar su mundo interior y comunicarlo. Esos son los discos llamados a trascender, con independencia de la manía humana por encasillar la creación.
(tomado de Granma Digital).
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