lunes, 18 de mayo de 2015

Premio Cubadisco, categorías y nominaciones. Pedro de la Hoz




Premio Cubadisco, categorías y nominaciones
 


 El certamen cimentó su prestigio en la aplicación de un riguroso escrutinio, en el que por encima de eventuales votaciones, se discutió argumentadamente cada fonograma, ahora esa percepción ha cambiado.




Cuando a finales del siglo pasado, el Instituto Cubano de la Música, por iniciativa de Ciro Benemelis, creó el Premio Cu­ba­disco, puso por delante la in­tención de jerarquizar cualitativamente la producción fonográfica que asumían por entonces las diversas casas que operaban en el país, estimular el balance de formatos, estilos y géneros, y propiciar una visión integral de las relaciones entre los diversos componentes de la industria musical.
Cubadisco cuidó de no pa­re­cer­se a otros premios, sin que por ello hubiera que hacer ta­bla rasa de experiencias do­més­ti­cas —exis­­­tía el valioso an­te­ce­den­te de los Premios Egrem—, ni fo­rá­neas. Eso sí, no teníamos por qué convertirnos, por así de­­­cirlo, en el Gra­mmy cubano, ni imitar estructuras ni academias ajenas. Me­nos aún privilegiar lo comercial, si bien no po­día des­cono­cer­se, hasta don­de era po­sible en me­dio de los precarios me­ca­nismos internos de circulación del disco, su impacto pú­blico.
Fueron valiosas las observaciones que en su momento aportó el notable musicólogo Da­­ni­lo Orozco acerca del ca­rácter operacional de las categorías del Premio, como para fle­­xi­bi­lizar la evaluación y amol­dar las jerarquías a las rea­li­­­dades cambiantes de la producción fonográfica cubana. Dos de las ma­yores ganancias, en tal sentido, fueron la apertura hacia materiales de músicos cubanos avalados por casas dis­queras ex­tran­jeras y a las producciones in­­dependientes, y hacia soportes audiovisuales que promueven la creación mu­sical.
No todo funcionó a pedir de boca, hubo incongruencias e insatisfacciones. Pero por encima de percances puntuales, el Premio Cubadisco cimentó su prestigio en la aplicación de un riguroso escrutinio, en el que por encima de eventuales votaciones, se discutió argumentadamente cada fonograma, así como cada uno de los premios y nominaciones.
Sin embargo fue asomando en las últimas ediciones la tendencia a la sobrerepresentación de las candidaturas y la sub­­si­guiente proliferación de ca­te­go­rías, todo ello en medio de una si­­tua­ción objetiva: las di­­fi­cul­ta­des para que el disco, como pro­ducto final, existiera fí­si­ca­mente en el mercado. No po­cas de las producciones en com­­petencia son discos que to­davía no existen como tales.
Ahora nos encontramos en Cubadisco 2015 con un evidente exceso de nominaciones y con categorías que desafían la más elemental lógica conceptual. ¿Por qué subdividir la mú­sica popular bailable en su­puestas novedades y otras que alguien decidió que no lo fueran? ¿Acaso no poseen los mismos niveles de actualidad los discos de El Niño y la Verdad y de Elito Revé y el Charangón, el de Alain Pérez y Alexander Abreu y Habana D' Primera?
¿Es más nueva trova la que cultivan Augusto Blanca, Be­ni­to­ de la Fuente, Leonardo Gar­cía, Virulo y Yoan Zamora que la que defienden Adrián Be­ra­zaín, Polito Ibáñez y Mau­ricio Figueiral, estos últimos englobados bajo el macarrónico ru­bro trova-pop rock? ¿No habrá llegado el momento de privilegiar calidades innovadoras en el pop, como las que aportan Dia­na Fuentes, pero también Qva Libre y Amaury Pérez?
Y si vamos al jazz, resulta difícil justificar, en buena parte de las grabaciones nominadas, que haya jazz cubano, otro que no lo sea y alguna que otra clasificada en música instrumental, como la vertiente danzonera de Alejandro Falcón, que no responda al criterio con que en desde hace un buen tiempo se considera la amplitud del género desde la perspectiva afrola­tina.

Sigue pareciéndome un ab­surdo la categoría fusión, cuando en verdad muchas de las mú­sicas, en este mundo di­ver­so e interconectado, no son pu­ras. El propio Danilo Orozco le dio valor a un concepto que lla­mó intergéneros, todavía insu­ficientemente utilizado en la prác­tica analítica co­ti­diana.
Por otra parte hay que tener cuidado con las asimetrías. En­cuentran fundamentos las no­minaciones en categorías don­de es necesario estimular aún más la producción de nuestras casas disqueras, léase las co­rres­pondientes a la música de concierto. Pero es inadmisible que solo haya dos discos nominados en reguetón de un mis­mo autor.
Debe contarse también con el hecho de que hay producciones di­­fíciles de clasificar.

Los crea­­­­­do­res, cuando son sobradamente au­­tén­ticos, no hacen mú­­­­sica pen­­­sando en catego­rías. Sim­­­­ple­men­te hacen discos pa­­ra ex­­pre­sar su mundo interior y co­mu­ni­car­lo. Esos son los dis­cos lla­­ma­dos a trascender, con in­de­pen­dencia de la manía hu­ma­na por encasillar la creación.

 (tomado de Granma Digital).

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