La Orquesta de Minnesota mantuvo a Beethoven en primer
plano a lo largo de la velada inicial en la sala Avellaneda del teatro Nacional
Autor: Pedro de la
Hoz
17 de mayo de 2015 21:05:00
La orquesta de Minnesota actuó para el público cubano en el teatro
Nacional.
Para su primera presentación en Cuba, 85 años después
de la última estancia, la Orquesta de Minnesota jugó al seguro con Beethoven
por delante. Luego mostrarían una paleta más amplia, el homenaje al anfitrión
por la vía de uno de los íconos de la vanguardia, Alejandro García Caturla; un
conocido acercamiento sinfónico a la cultura escénico musical popular
norteamericana, la suite de West side story, de Leonard Bernstein; y
una de las tremendas sagas sonoras del ruso Serguei Prokófiev, Romeo y
Julieta.
Pero Beethoven estuvo en primer plano a lo largo de la
velada inicial en la sala Avellaneda del teatro Nacional. No era una elección
fortuita. Todo organismo sinfónico tiene en Beethoven una medida de su altura y
los músicos de la agrupación basada en Minneapolis, y su director titular, el
finés Osmo Vanska, quisieron demostrar ante el público cubano la solidez de un
ejercicio profesional que los ha clasificado, desde hace buen tiempo, entre las
formaciones de mayor rendimiento en un país donde esa jerarquía es arduamente
disputada. No por gusto, en los 112 años de existencia, la Orquesta de Minnesota
ha cimentado su prestigio mediante el fichaje de músicos de probado desempeño
y de conductores que devinieron hitos legendarios de la vida musical del siglo
XX como Eugene Ormandy (1931-1936), Dimitri Mitropoulos (1937-1949) y Antal
Dorati (1949-1960).
No obstante, los últimos años han sido duros para la
orquesta, por desavenencias internas. El nuevo director ejecutivo, Kevin
Smith, declaró que la experiencia cubana debía ayudar a “restablecer el lugar
que ocupamos” y contribuir al relanzamiento de la organización, “teniendo en
cuenta que todo el mundo está imbuido por la emoción, la aventura y la
confianza de que podemos hacer cualquier cosa”.
Aunque los mayores reconocimientos obtenidos por
Vanska provienen de su interpretación de la música nórdica, especialmente la de
su compatriota Jan Sibelius, se le considera un beethoveniano de clase, por
sus ejecuciones en vivo y grabaciones. Conquistó un Grammy y el Classic FM
Gramaphone con los registros de la Novena sinfonía y el álbum contentivo
de la Segunda y la Séptima, respectivamente.
La joya de la corona, en términos simbólicos, fue la
Fantasía coral para piano y orquesta op. 80, por haber sido un puente para
el diálogo entre los músicos norteamericanos y las voces del Coro Nacional de
Cuba y Vocal Leo, y contar como solista invitado al maestro Frank Fernández.
Y por honrar la dedicatoria de Cubadisco 2015, que inició su agenda oficial
de conciertos con esa función, a la música sinfónica y coral.
Fernández, bien lo sabemos y de ello se han enterado
los músicos norteamericanos, es al igual que Vanska un beethoveniano de pura
cepa. Todavía se recuerda como una de sus ejemplares hazañas la interpretación
consecutiva de los cinco conciertos del genio de Bonn. Su línea romántica,
vehemente y grávida, se corresponde con los principios de esa escuela. Vanska
amoldó por una parte su pulso al tempo y la entonación del pianista mientras
por otra resaltó, con el concurso de las directoras corales Digna Guerra y
Corina Campos, la magnitud lírica expansiva en que desembocan las
variaciones de un tema que anticipa, obviamente, el movimiento final de la Novena.
Las ejecuciones de las otras dos obras de Beethoven
incluidas en el programa resultaron convincentes. Bastaron los primeros
compases de la Obertura Egmont para tener una idea de la contundencia de
la entrega en una obra en la que el carácter contrastante de los motivos
expresa con nitidez los conceptos de lucha, libertad y victoria.
La interpretación de la Tercera sinfonía (Eroica)
reconfirmó las credenciales de la orquesta y el director. La manera de encarar
el primer movimiento nos situó en una órbita cercana al modo de hacer de la
tradición germánica, pero sin epigonismos castrantes. En la Marcha fúnebre
Vanska brilló sobremanera por la dinámica y la expresión, valores
asimismo determinantes en los dos movimientos finales de la sinfonía.
(TOMADO DE GRANMA)
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