martes, 26 de mayo de 2015

Valores. Autor: Ángel Freddy Pérez Cabrera



Valores.

 

 

 

Como extasiados quedaron aque­llos niños con la clase de historia que acababan de recibir, la cual versó acerca de la campaña de alfabetización y el papel desempeñado por la juventud en tan difíciles momentos de la Revolución.
En un alarde de buena preparación, la maes­­tra se las agenció para llevar a su clase fotos, cartas, documentos y testimonios de aquella ges­ta. Y cuando narró el asesinato de Manuel As­cunce Domenech y su alumno Pedro Lantigua, puso tanta emoción en el relato, que hasta lá­grimas corrieron por las mejillas de muchos de sus alumnos.
Al tocar el timbre, que daba por terminada la clase, varios niños se acercaron a la profe, unos para felicitarla y otros para pedirle que les continuara hablando de la epopeya que acababan de escuchar.
Terminado el acto, y como era ho­rario de receso, la mayoría aprovechó para acudir al baño a lavarse las manos y realizar sus necesidades. Fue en ese preciso instante en que las lecciones que ha­­bían acabado de recibir entraron en contradicción con la realidad.
Para entrar a aquel lugar, maloliente y su­cio, debieron sortear un verdadero vendaval de pa­peles tirados en el piso y de agua pestilente que inundaba el local. Ahí mismo comenzaron a escucharse algunas palabrotas vinculadas a la penosa situación.
El hecho, aunque parezca inverosímil, es real, y lo pongo a modo de ejemplo de las cosas que no deben ocurrir en materia de formación de valores.
Siempre se ha dicho que fomentar conductas, principios y modos de actuación conscientes, requiere de mucho tesón y sabiduría, porque un valor demora tiempo en formarse, pero puede perderse en cuestión de segundos.
Cómo es posible que un niño tenga los mejores maestros al frente del aula formándolo, y luego, cuando vaya el baño encuentre esa penosa situación.
La formación de valores es algo muy serio, un proceso integral, que requiere de muchísima sabiduría para poder enfrentar los retos actuales y futuros que nos impone la banalización de algunos contenidos que se difunden a través de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías de la información.
Un método infalible es el ejemplo personal, ya sea de los padres, los maestros, los jefes y todo aquel que pueda constituir un modelo de actuación. En ese caso, no puede exigirse que el niño lea, si mamá y papá no lo hacen; tampoco debe pedirse austeridad en un centro de trabajo cuando el director es un corrupto, o, como se dice popularmente ,“poner pruebas de a peso cuando se imparten clases de a kilo”, por solo citar algunos ejemplos.
En contextos tan complejos co­mo el nuestro, hay que poner de moda la virtud, la cultura del detalle y del buen gusto. En ese sentido, la familia continúa siendo la punta de lanza para formar al ciudadano culto y decente a que aspiramos.
Si ella falla, todo está perdido, o al menos será mucho más difícil el trabajo de la escuela, del maestro y de la sociedad; en cambio cuando el ambiente del hogar permite labrar de conjunto la educación de sus hijos, la pelea estará ganada de antemano.
Sé de muchísimos ejemplos de niños y jóvenes que serían incapaces de maltratar la propiedad social, cometer fraude o caer en cualquier otra conducta impropia, porque pro­vienen de familias dignas y honorables que han sabido inculcar en sus hijos los buenos modales.
En cambio, también he visto protagonizar acciones incorrectas a muchachos que estudian en excelentes escuelas, con muy buenos maestros, pero que en su base tienen una deformación de la conducta producto de la inadecuada educación familiar recibida.
Lo ideal sería que todo funcionara como un reloj en materia de formación de valores, más, mientras llega ese momento, lo que se impone es que cada quien cumpla la función que le corresponde, así todos seremos, como dice Silvio, un tilín mejores.
 (Tomado de Granma).

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