Silvio a Página 12: “Lo primero es respetar el derecho que tenemos a ser como queramos ser”. Por Karina Micheletto. Tomado de Página 12.
Un concierto de Silvio Rodríguez en la Argentina
adquiere, siempre, el carácter de acontecimiento. Aun cuando en el último
tiempo las presentaciones del cubano por estos lares se han vuelto menos espaciadas,
cada noticia previa de su futura llegada es anunciada por una cantidad de gente
como una celebración compartida: ¡viene Silvio! Esta vez, viene con dos
funciones previstas en el Luna Park –los días 27 y 28 de mayo–, y con la
probabilidad, aún no confirmada oficialmente, de sumar un recital
gratuito.
También es parte de la previa, en este caso
periodística, el acuerdo de que la entrevista sea vía e-mail, en una
distancia que el cantautor sabe acortar con respuestas generosas, incluso
situando su dónde y cómo: “Te estoy escribiendo desde un cuartito de mi casa
que uso como oficina. Aquí están mi ordenador, mi mesa de dibujo, varios
libreros, una guitarra, un par de cámaras y algunos cuadros. Desde aquí genero
buena parte de lo que hago; digamos que es mi rinconcito. Acabo de encender un
ventilador a mi espalda, en el suelo. Ya hay mucho calor a fines de abril y la
humanidad insular empieza a moverse, por unanimidad, hacia las aguas que nos
rodean”, cuenta.
Lo que vuelve a aparecer es esta conexión especial que
el cubano ha establecido con el público local: “A mí me hizo mucho efecto
aquella primera vez que vinimos a la Argentina, en 1984. No esperaba que
hubiera gente con telas en el aeropuerto, ni que hiciéramos tantos conciertos,
ni que estuviéramos en todos los medios, tanto suceso que fuimos”, recuerda,
marcando el punto de partida de ese enlace. “Para mí, la Argentina, desde niño,
era un país con una gran cultura, por su cine, sus escritores, sus músicos; por
su capital, que es un tópico de belleza y de universalidad. Que vayan a verme a
cualquier rincón de la Argentina para mí sigue siendo un premio”, asegura.
El Trío Trovarroco (Rachid López, Cesar Bacaró y
Maikel Elizarde), más el grupo conformado por la flautista y clarinetista
Niurka González, Oliver Valdés en batería y percusión, Jorge Reyes en
contrabajo, Jorge Aragón en piano y Emilio Vega en vibráfono, delinean la propuesta
musical de estas presentaciones de Silvio Rodríguez. Del “amable lío” que
significa la preparación previa de los conciertos con todos estos músicos, de Amoríos,
el disco que está presentando, del disco próximo que ya está empezando a hacer
con el trío Trovarroco, de Cuba hoy y a futuro, fin del bloqueo mediante, habló
Silvio Rodríguez con Página/12. Y también de temas en los que expresa esa
conexión local, no solo a través de sus canciones y de las de sus amigos
argentinos, también estando bien al tanto de lo que aquí pasa, como las
circunstancias que rodearon el anuncio de la inauguración del Centro Cultural Néstor Kirchner,
finalmente sin la presencia de Martha Argerich.
–Cada concierto suyo en la
Argentina se vive previamente como un ritual para sus seguidores. ¿Cómo se
preparara (tanto en la Argentina como en otros lugares en los que tiene una
conexión especial con el público), tiene algún “ritual” previo?
–Los integrantes del trío Trovarroco, con quienes
trabajo desde hace once años, son de Santa Clara, la ciudad donde reposan los
restos del Che y que queda a unos 400 kilómetros. Así que ellos tienen que
venir hasta La Habana días antes, a repasar el programa, a montar algo nuevo,
si es el caso. Ahora ocurre que además estamos haciendo nuestro primer disco.
Hemos hecho y se han filmado muchos
conciertos nuestros, pero la primera vez que estamos grabando para un disco. La
preparación para cualquier movimiento que vayamos a hacer siempre pasa por
largos viajes y coordinaciones. Los otros músicos, el cuarteto de jazz con
quien armé Amoríos, tienen también su propio espacio, participan en
otros proyectos. Así que más que rituales estamos entregados a ajustes y
coordinaciones. Todo un amable lío, pudiéramos decir.
–Es inevitable que en los
conciertos la gente pida a gritos “aquellos” temas, aun cuando el programa
invita a las canciones nuevas. ¿Cómo maneja esta tensión entre su obra nueva y
la histórica?
–Con lo único que se puede: poniendo una de cal y otra
de arena. Con los años me he ido flexibilizando. A los 25, todos mis conciertos
eran de canciones nuevas. Incluso me parecía una falta de respeto al público
que no fuera así. Ya entonces estaba empeñado en dignificar la canción como el
gran arte que yo pensaba que era, y no como aquella musiquita de consumo a la que
había sido relegada. Pero quizá confundía el oficio de trovar con el del
periodista que había sido recientemente. Imagínate.
–¿Por qué dedicó su nuevo disco a
los Amoríos?
–De pronto me encontré con unas cuantas canciones con
esa temática. Las había hecho en diversos tiempos y espacios, había cantado
algunas, aunque no mucho. Hace un año me dije “¿por qué no?” Como soy de una
generación muy politizada, por el lugar y el tiempo que me tocó, cuando
presentábamos este tipo de canciones evitábamos decir que eran de amor, porque
enseguida saltaba un listillo y decía “Eh, ¿y las otras no son de amor?”. Por
supuesto que todas son de amor, de diferentes tipos de amores, incluso de
desamores. Aclaro que estas mías no hablan de pasiones épicas, tipo Tristán
e Isolda, sino de a veces escarceos de Fulanos con Menganas. Y a veces ni
siquiera de eso, a veces son canciones que hablan del amor.
–Decía en una entrevista
reciente: “En los 65 barrios ‘jodidos’ de Cuba en los que he actuado, aún no he
visto a un solo niño sin escuela, zapatos o asistencia médica. ¿Será esto
titular?”. Siendo una figura pública, ¿cómo maneja las construcciones de los
medios?
–Bueno, sabemos que con facilidad se extrae una frase
de cualquier parte, se amplifica y se arma un titular ambiguo, pero con gancho.
Hay mucha conciencia de la importancia de la divulgación de las ideas. Podría
decirse que como nunca. Y los intereses están a la vista, y algunos carecen de
escrúpulos. No hace mucho, cuando iba por el concierto 50 de esas presentaciones que hago por los barrios
de Cuba, dije que la gente estaba
más jodida de lo que pensaba. Inmediatamente tres papagayos empezaron a repetir
que me estaba arrepintiendo del comunismo, yo que no milito en ningún partido.
Aunque estas cosas pasen, creo que hay que seguir siendo sincero, honesto,
hablando lo que se piensa. Y si alguien quiere engañar a costa de uno, se le
desenmascara. Una de las causas de estos disloques es que descoloca que alguien
quiera algo y a la vez lo critique, como si cuestionar lo que se cree no fuera
la actitud más cabal.
–Fue el invitado de honor de la
Cumbre de los Pueblos, que sesionó en paralelo a la Cumbre de las Américas, en
Panamá. ¿Qué cree que significa hoy esa cumbre, con Cuba incluida?
–La Cumbre de las Américas ha
sido como una eclosión, un símbolo de una victoria histórica de la Revolución
Cubana. Nos ha dejado un orgullo legítimo, aunque sabemos cuánta sangre, sudor
y lágrimas ha costado. Estamos en una situación inédita. Date cuenta de que mi
generación empezó desde niña a prepararse para combatir la posible agresión de
ese país cuyo presidente acaba de estrechar la mano del nuestro.
Es esperanzador, pero también falta mucho por conversar y por hacer, muchos
temas pendientes, incluso de principios, como el levantamiento completo del
bloqueo. No me voy a meter en terrenos de especialistas, solo advertir que si
por una parte nos contenta que se le dé una oportunidad a la paz, también
estamos conscientes de la complejidad de lo que falta. Es loable lo que ha
hecho Obama, chapó por el paso. Pero lo primero es respetar el derecho que
tenemos, como pueblo, a ser como queramos ser.
–¿En cuánto cree que beneficiará
entonces el fin del bloqueo a Cuba?
–En muchas direcciones el fin del bloqueo será
positivo. Empezando por ellos. Hay un fuerte lobby de empresarios y
productores de granos del sur que desde hace años empujan por la normalización.
Y, moralmente, es el mejor paso que pueden dar para empezar a revertir su
aislamiento, cada vez más profundo, con América Latina. Para nosotros
representa hacer uso, por primera vez, de nuestras plenas capacidades. Una vez
el presidente Correa dijo que el bloqueo
era como maniatar a alguien, lanzarlo a una piscina y decir que se ahogó porque
no sabía nadar. Es una metáfora perfecta. Pues yo creo que quizá no ganemos las
olimpíadas, pero seguro estoy de que vamos a nadar, y bien.
Un concierto barrial
Además de los conciertos que dará
en el Luna Park, su nombre sonó como uno de los posibles para la inauguración
del Centro Cultural Néstor Kirchner. ¿Hará una presentación de entrada
gratuita?
–Mira, en realidad fui invitado por la ministra de
Cultura, Teresa Parodi, que es una vieja amiga. En un principio, los
organizadores lo dispusieron para que el cierre de mi visita fuera la actividad
en el Centro Kirchner. Yo sugerí que organizaran un concierto en un barrio bien
popular de Buenos Aires, como los que hago en La Habana,
y creo que eso es lo que vamos a hacer: un concierto barrial en Buenos Aires.
–Recientemente la pianista Martha
Argerich declinó su presentación en este espacio, que también iba a tener lugar
en la inauguración. ¿Qué opina de ese episodio?
–Debo empezar diciendo que tenemos su discografía. Es
una artista que amamos, un temperamento pianístico. Es lamentable que una
intérprete de la estatura de Martha Argerich sea víctima de una manipulación
semejante. No es descartable pensar que los que originaron los rumores tuvieran
un interés político: impedir que se realizaran los recitales anunciados. Me
parece en extremo insensible interponerse tan groseramente entre una artista de
esa envergadura y su pueblo. Deploro que se salgan con la suya.
(Tomado de Página12)
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