28 de abril de
2016
La frase que
sirve de título a esta reflexión ha sido acuñada por el imaginario popular,
como una forma de definir la actitud de sacudirnos de algo que no nos conviene
o no queremos. “Dar curvas”, “pasar la bola” o “pelotear” son otras similares,
que en el argot de la comunicación diaria nada tienen que ver con el béisbol y
sí con la manía de redirigir hacia alguien más lo que pudiera perjudicarnos o
reportarnos alguna preocupación extra.
Es este, a mi
modo de ver, otro de los vicios que ha proliferado en la sociedad cubana y que
entorpece de forma considerable el desarrollo óptimo de los procesos que en su
seno tienen lugar. ¿Por qué demorar una respuesta, un trámite, una explicación
que pudieran resolverse en apenas cinco minutos? La razón es simple, se trata
de salvar responsabilidades. Es una actitud que parte de un exagerado instinto
de conservación, basado en el pensamiento de que “si sucede algo, no quiero ser
yo quien cargue con la culpa”.
No podemos
negar que existen en todas las instituciones sociales, escalones y estructuras
que no deben violarse y por medio de los cuales se da curso al objeto social de
todo centro. Sin embargo, en no pocas ocasiones esa organización se vuelve
laberíntica, al punto de que quien penetra entre sus callejones, decide
rendirse y volver atrás porque no encuentra el hilo mágico que pueda mostrarle
la salida.
La propia
profesión periodística permite relatar infinitos ejemplos. Llegas a una
entidad, preguntas por el director para obtener una información determinada, y
la secretaria, preparada de antemano ya te ofrece una respuesta: “Yo creo que
para darte ese dato él debe llamar a la dirección provincial y seguro el
director provincial debe pedirle permiso al de la nación a ver si este a su
vez, manda la carta que lo autoriza a responder”. Si a pesar del desalentador
camino decides esperar y hablar con el directivo, puedes encontrarte dos
opciones, te dice que no está autorizado a responder o te sugiere que hables
con alguno de sus subordinados más cercanos que “tiene la información más
completa”. Entonces, todo comienza de nuevo.
Qué decir de
las personas que se dirigen a un lugar determinado para plantear una queja.
Llegan a las siete de la mañana esperando hablar con el responsable del
problema, si logran verlo, este les pregunta: “¿Ya vio al funcionario de
atención a la población?, debe pasar por allí primero para que él después
tramite la queja y de ser necesario entonces yo lo atenderé”. Sin negar el
sinnúmero de responsabilidades que tienen nuestros directivos, sería tan
complejo dedicar cinco minutos a alguien que tal vez tuvo que pasar varias
vicisitudes, para llegar a una sede municipal en busca de respuestas.
Por teléfono la
cosa es aun peor. Llamamos a un lugar con el objetivo de aclarar una simple
duda y ahí comienza el caos. Al otro lado de la línea alguien te dice,
“espérate, que esa respuesta te la tiene que dar ‘fulano’, te voy a conectar
con su oficina”, entonces otra voz contesta sin titubeos, “no sé para qué te
comunicaron conmigo si quien sabe de eso es ‘mengano’, te comunico con él”. Así
comienza el cuento de nunca acabar y la verdadera respuesta flota en el aire.
No podemos
decir que estas sean actitudes generalizadas, porque existen muy buenos
ejemplos de personas que asumen la responsabilidad que les toca en el momento
justo, sin andarse con rodeos. No obstante, ejemplos como los ya citados son
más comunes de lo que quisiéramos, y distan de los objetivos que persigue hoy
nuestro sistema social.
En el presente
cubano no podemos admitir que los problemas acuciantes de un territorio,
comunidad o incluso de una familia, sean tratados como las “papas calientes”
que todo el mundo quiere soltar. Los momentos que vivimos no permiten tales
modos de actuar, por ello, la autopreparación para desempeñar las tareas y el
conocimiento pleno de lo que nos toca hacer, deben convertirse en prioridad.
Así nos lo
pidió Raúl: “Dediquémonos, con modestia y sin fanfarria, cada cual en el puesto
que le corresponde, al cumplimiento diario y estricto del deber”.
Tomado de Granma.
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