Ya te has hecho la gran pregunta, y has intuido la respuesta porque lo vives cada vez que, por alguna causa, no logras revisar tu perfil ni una vez en la semana. Eso te genera una leve sensación de ansiedad… ¿Y si alguien te escribió algo muy importante?, te preguntas. ¿Y si algún suceso extraordinario pasa en tu ausencia y te lo pierdes?, te dices.
Has intuido la respuesta cuando, en medio de un momento especial, te haces una foto e inmediatamente piensas, ¡la tengo que compartir! Un pensamiento lógico en las generaciones jóvenes conectadas, quienes perciben que si no suben la imagen, la experiencia no estará completa.
Pero no, no logras admitirlo. Continúas pensando que puedes vivir sin Facebook, pues hace unos años ni siquiera sabías qué era una red social, y no te hacía falta. Pero dicen que la mente que se abre a una nueva idea nunca volverá a su tamaño anterior, así que te costará prescindir de los «Me gusta», de los comentarios de tus amigos, de los juegos y las aplicaciones novedosas, de las solicitudes de amistad, y hasta de la posibilidad de eliminar o bloquear lo que no te agrada.
Hasta que, de pronto, llega el día gris en que ya no puedes conectarte más, por ejemplo, desde el trabajo, porque se está perdiendo mucho tiempo en la oficina… tiempo que debería invertirse en producir.
La noticia te caerá como un cubo de agua fría. Sentirás que tu mundo (no solo el digital) se desmorona. Y, quizás, hasta intentes evadir la seguridad informática. Solo entonces lo entenderás: eres un adicto… tan adicto como otros 1500 millones de personas.
De acuerdo con un estudio publicado por la Universidad de Negocios de Chicago, esta red puede ser tan adictiva como los cigarrillos, el alcohol o el sexo. Quizás sea exagerada la comparación, pero sí se convierte en un problema cuando prefieres chatear que hablar mirando a los ojos, cuando recibir un comentario de una de tus fotos es más emocionante que interactuar con la familia o el grupo de amigos, o cuando descubres que le cuentas todo a esa persona que nunca has visto y hace siglos no tienes una charla real con tu pareja.
Más allá de su función para entretener, las redes sociales son muy útiles. No sólo permiten contactar con amigos y familiares, sino que sirven para establecer contactos de negocio o necesarios para nuestros estudios; y para informarnos.
«Definitivamente, siento que la tecnología y las redes sociales, tienen un enorme impacto en nuestra generación. Es algo normal para nosotros», afirma Thalia, joven norteamericana que visita Cuba por su trabajo relacionado con la industria de viajes y hotelería. «Puedo ver la diferencia al viajar a otros países. Pero definitivamente es algo inmenso para la Generación del Milenio».
JR Podcast dialogó con algunos adolescentes en el parque Fe del Valle, uno de los puntos Wi-Fi de ETECSA en la capital cubana. Talice, a sus 17 años, tiene cuentas en Facebook e Instagram. «Ahí conozco nuevas amistades, de aquí y de otros países, lo que más comparto son fotos. También me gusta hablar con mi familia en Estados Unidos. Me conecto casi todos los días, pero no creo que llego a la adicción, obsesionados estamos en mi aula con el Zapya», comenta riendo.
¿Qué es lo adictivo de Facebook? Algunos defienden una teoría sobre las pequeñas recompensas que encontramos allí: los elogios, los comentarios positivos, las demostraciones de atención y afecto que recibes de diferentes maneras y te hacen regresar por más todos los días. Otros, sencillamente, se divierten con los carteles ocurrentes, los videos y foros sobre diversos temas.
Mucho también coinciden en que la mejor protección de cualquier consecuencia nociva es dedicarle mucho más tiempo a tu vida fuera de las redes sociales. Hacer fotos que no compartirás en Instagram, activar el chat en vivo con esos amigos que adoras pero nunca encuentras el tiempo de verlos; intentar disfrutar cada momento sin obsesionarte por dejar el historial en internet...
Ernesto Alejandro, de 30 años, nos confiesa: «Facebook me atrapa y considero que puede llegar el momento en que no seré capaz de vivir sin él (…) «El punto está en que en las redes sociales puedes desinhibirte, aunque seamos extrovertidos, siempre tenemos algo de timidez. Pero se es más valiente cuando te gusta alguien en Facebook, que cuando ves una muchacha linda en la calle... ».
Pero, agrega, «lo mismo que nos da esas posibilidades de conectarnos, nos puede afectar porque podemos perder privacidad. Y quizás, no sopesaremos la valía de los vínculos tradicionales de socialización. Creo que no nos pueden faltar las expresiones de un rostro, un olor, otros sentidos que se activan durante una conversación entre seres humanos, sin un medio electrónico».
Sin más, nos despedimos… ¡No olviden escucharnos!
Tomado de Juventud Rebelde.
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