Autor: Eduardo Palomares Calderón
SANTIAGO DE CUBA.—Por ese mutuo amor cargado de gloria y victorias, que quedó sellado desde la primera vez que vio su cielo, su mar y sus montañas, que conoció a sus hombres y mujeres fieles a una historia de luchas perennes por la Patria, acaba de confirmarse en el tiempo: Santiago de Cuba es la ciudad de Fidel.
Según el propio Comandante diría, junto al paso por el Colegio de los Hermanos La Salle, el Colegio de Dolores y el Instituto de Segunda Enseñanza, las excursiones por la bahía y las montañas; fueron los rasgos de rebeldía, el carácter humano y solidario, la sencillez y el coraje presentes en Santiago y en él, lo que los identificaría tanto.
Luego vendría esa página de gloria escrita ante los muros del cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953, porque bien reconoció en su alegato La historia me absolverá el valor, el civismo y el coraje sin límites del rebelde y patriótico pueblo. «Si el Moncada hubiese caído en nuestras manos ¡hasta las mujeres de Santiago de Cuba hubiesen empuñado las armas!».
Y más adelante, lo confirmaría el 30 de noviembre de 1956, cuando cumpliendo la palabra empeñada por el inolvidable Frank País, en apoyo al desembarco de los expedicionarios del Granma, se levantó en armas la propia ciudad que, posteriormente, sería la retaguardia segura de la guerrilla surgida en la Sierra Maestra.
Por eso tras la huída del tirano, inmediatamente le confió preservar la victoria: «Santiago de Cuba: Aún no eres libre. Ahí están todavía en las calles los que te han oprimido durante siete años (…) Santiago de Cuba, serás libre porque te lo mereces más que ninguna (…) Santiago de Cuba, contamos con tu apoyo».
El pueblo tomó las calles y aguardó en el Parque Céspedes la proclamación del Triunfo de la Revolución. Al asomarse al balcón del Ayuntamiento desde lo más profundo de su corazón el líder de la Revolución expresó: «¡Al fin hemos llegado a Santiago de Cuba! Duro y largo ha sido el camino, pero hemos llegado…».
Sus grandes obligaciones no impidieron la hermosa complicidad. Una y otra vez volvería para rendirle tributo en el cementerio Santa Ifigenia al Apóstol José Martí y a los hermanos caídos en el Moncada, a los expedicionarios del Granma, los mártires del Ejército Rebelde y la lucha clandestina o simplemente por el necesario contacto con este pueblo.
El 11 de marzo de 1959, así lo confesaría ante una concentración en la Avenida Michelsen: «… ¡mi corazón, mi vida, están unidos a esta ciudad!… Un especial sentimiento me invade cuando estoy aquí, una especial emoción me invade cuando estoy aquí entre los santiagueros y aquí hago estas confesiones que me salen del alma.
«Aquí tengo que decir lo que siento por el pueblo. Aquí tengo que expresar toda la tristeza que siento al no poder hacer más, ante la convicción que tengo de que es imposible que todo salga bien y perfecto (…) Me voy de Oriente llevándome lo que me he llevado siembre de Oriente: ¡el espíritu de lucha, la rebeldía, la energía, la fuerza!…
«Nací en esta provincia, en esta provincia luché, en esta provincia fui derrotado, en esta provincia volví a la lucha, en esta provincia vencí, en esta provincia vendré a luchar cuantas veces sea necesario. Y si es preciso venir a morir, ¡en esta provincia vendré a morir!…».
No en vano, en uno de los más difíciles momentos, como fue la caída del campo socialista, volvió un 1ro. de enero a proclamar en el parque Céspedes la consigna de Socialismo o Muerte y, en octubre de 1991, también escogió la tierra con que decidió su «suerte echar» para celebrar el crucial IV Congreso del Partido.
Exactamente diez años después, al inaugurar el 14 de octubre del 2001 la Escuela de Trabajadores Sociales que honra el nombre de Frank País, reiteraría esos sentimientos: «Aquí viví buena parte de mi vida, aquí luchamos, aquí iniciamos la lucha final para la liberación que hoy con tanto ahínco defendemos. De aquí partimos, pero jamás lo olvidamos».
Consecuentemente, para el más querido de los santiagueros, la Asamblea Municipal del Poder Popular reservó la Réplica del Machete de Antonio Maceo, el Escudo de la Ciudad y el Reconocimiento Especial por la Heroicidad y el Ejemplo; este último, el pasado año en ocasión del aniversario 500 de Santiago de Cuba.
Merecedor de mucho más, un eterno compromiso cobró fuerza en los hombres y mujeres de la que llamó «Capital Moral de la Revolución», al entregarle el 1ro. de enero de 1984, aniversario 25 del triunfo de la Revolución, el Título Honorífico de Ciudad Heroína de la República de Cuba y la Orden Antonio Maceo:
«¡Santiago de Cuba!: Tú nos acompañaste en los días más difíciles, aquí tuvimos nuestro Moncada, nuestro 30 de Noviembre, nuestro Primero de Enero. A ti te honramos especialmente hoy y contigo a todo nuestro pueblo, que esta noche se simboliza en ti.
«¡Que siempre sean ejemplo de todos los cubanos, tu heroísmo, tu patriotismo y tu espíritu revolucionario! ¡Que siempre sea la consigna heroica de nuestro pueblo lo que aquí aprendimos!: Patria o Muerte. ¡Que siempre nos espere lo que aquí conocimos aquel glorioso Primero de Enero!: La Victoria. ¡Gracias, Santiago!».
Se dice que fueron más de 150 las visitas del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz a esta ciudad. La última acaba de acontecer más de 80 años después de aquella noche de mayo o junio de 1933, en que descendió del tren procedente de Birán. Ha sido en tránsito a su inmortalidad y definitivamente permanecerá en su ciudad.
Fiel al postulado del Apóstol José Martí, de que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz, muy cerca de él y de sus compañeros de luchas y victorias, en el interior de una roca sellada herméticamente, a donde desde ayer mismo el pueblo acude en homenaje, su ejemplo y sus ideas perdurarán eternamente para Cuba y para el mundo.
En lo adelante, junto al título honorífico de Ciudad Heroína de la República de Cuba, Santiago de Cuba sumará el honor de custodiarlo y un nuevo compromiso de sus hombres y mujeres, que sabrán ser fieles al concepto de Revolución que igualmente se levanta en tan sagrado lugar de la Patria.
Tomado de Granma
SANTIAGO DE CUBA.—Por ese mutuo amor cargado de gloria y victorias, que quedó sellado desde la primera vez que vio su cielo, su mar y sus montañas, que conoció a sus hombres y mujeres fieles a una historia de luchas perennes por la Patria, acaba de confirmarse en el tiempo: Santiago de Cuba es la ciudad de Fidel.
Según el propio Comandante diría, junto al paso por el Colegio de los Hermanos La Salle, el Colegio de Dolores y el Instituto de Segunda Enseñanza, las excursiones por la bahía y las montañas; fueron los rasgos de rebeldía, el carácter humano y solidario, la sencillez y el coraje presentes en Santiago y en él, lo que los identificaría tanto.
Luego vendría esa página de gloria escrita ante los muros del cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953, porque bien reconoció en su alegato La historia me absolverá el valor, el civismo y el coraje sin límites del rebelde y patriótico pueblo. «Si el Moncada hubiese caído en nuestras manos ¡hasta las mujeres de Santiago de Cuba hubiesen empuñado las armas!».
Y más adelante, lo confirmaría el 30 de noviembre de 1956, cuando cumpliendo la palabra empeñada por el inolvidable Frank País, en apoyo al desembarco de los expedicionarios del Granma, se levantó en armas la propia ciudad que, posteriormente, sería la retaguardia segura de la guerrilla surgida en la Sierra Maestra.
Por eso tras la huída del tirano, inmediatamente le confió preservar la victoria: «Santiago de Cuba: Aún no eres libre. Ahí están todavía en las calles los que te han oprimido durante siete años (…) Santiago de Cuba, serás libre porque te lo mereces más que ninguna (…) Santiago de Cuba, contamos con tu apoyo».
El pueblo tomó las calles y aguardó en el Parque Céspedes la proclamación del Triunfo de la Revolución. Al asomarse al balcón del Ayuntamiento desde lo más profundo de su corazón el líder de la Revolución expresó: «¡Al fin hemos llegado a Santiago de Cuba! Duro y largo ha sido el camino, pero hemos llegado…».
Sus grandes obligaciones no impidieron la hermosa complicidad. Una y otra vez volvería para rendirle tributo en el cementerio Santa Ifigenia al Apóstol José Martí y a los hermanos caídos en el Moncada, a los expedicionarios del Granma, los mártires del Ejército Rebelde y la lucha clandestina o simplemente por el necesario contacto con este pueblo.
El 11 de marzo de 1959, así lo confesaría ante una concentración en la Avenida Michelsen: «… ¡mi corazón, mi vida, están unidos a esta ciudad!… Un especial sentimiento me invade cuando estoy aquí, una especial emoción me invade cuando estoy aquí entre los santiagueros y aquí hago estas confesiones que me salen del alma.
«Aquí tengo que decir lo que siento por el pueblo. Aquí tengo que expresar toda la tristeza que siento al no poder hacer más, ante la convicción que tengo de que es imposible que todo salga bien y perfecto (…) Me voy de Oriente llevándome lo que me he llevado siembre de Oriente: ¡el espíritu de lucha, la rebeldía, la energía, la fuerza!…
«Nací en esta provincia, en esta provincia luché, en esta provincia fui derrotado, en esta provincia volví a la lucha, en esta provincia vencí, en esta provincia vendré a luchar cuantas veces sea necesario. Y si es preciso venir a morir, ¡en esta provincia vendré a morir!…».
No en vano, en uno de los más difíciles momentos, como fue la caída del campo socialista, volvió un 1ro. de enero a proclamar en el parque Céspedes la consigna de Socialismo o Muerte y, en octubre de 1991, también escogió la tierra con que decidió su «suerte echar» para celebrar el crucial IV Congreso del Partido.
Exactamente diez años después, al inaugurar el 14 de octubre del 2001 la Escuela de Trabajadores Sociales que honra el nombre de Frank País, reiteraría esos sentimientos: «Aquí viví buena parte de mi vida, aquí luchamos, aquí iniciamos la lucha final para la liberación que hoy con tanto ahínco defendemos. De aquí partimos, pero jamás lo olvidamos».
Consecuentemente, para el más querido de los santiagueros, la Asamblea Municipal del Poder Popular reservó la Réplica del Machete de Antonio Maceo, el Escudo de la Ciudad y el Reconocimiento Especial por la Heroicidad y el Ejemplo; este último, el pasado año en ocasión del aniversario 500 de Santiago de Cuba.
Merecedor de mucho más, un eterno compromiso cobró fuerza en los hombres y mujeres de la que llamó «Capital Moral de la Revolución», al entregarle el 1ro. de enero de 1984, aniversario 25 del triunfo de la Revolución, el Título Honorífico de Ciudad Heroína de la República de Cuba y la Orden Antonio Maceo:
«¡Santiago de Cuba!: Tú nos acompañaste en los días más difíciles, aquí tuvimos nuestro Moncada, nuestro 30 de Noviembre, nuestro Primero de Enero. A ti te honramos especialmente hoy y contigo a todo nuestro pueblo, que esta noche se simboliza en ti.
«¡Que siempre sean ejemplo de todos los cubanos, tu heroísmo, tu patriotismo y tu espíritu revolucionario! ¡Que siempre sea la consigna heroica de nuestro pueblo lo que aquí aprendimos!: Patria o Muerte. ¡Que siempre nos espere lo que aquí conocimos aquel glorioso Primero de Enero!: La Victoria. ¡Gracias, Santiago!».
Se dice que fueron más de 150 las visitas del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz a esta ciudad. La última acaba de acontecer más de 80 años después de aquella noche de mayo o junio de 1933, en que descendió del tren procedente de Birán. Ha sido en tránsito a su inmortalidad y definitivamente permanecerá en su ciudad.
Fiel al postulado del Apóstol José Martí, de que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz, muy cerca de él y de sus compañeros de luchas y victorias, en el interior de una roca sellada herméticamente, a donde desde ayer mismo el pueblo acude en homenaje, su ejemplo y sus ideas perdurarán eternamente para Cuba y para el mundo.
En lo adelante, junto al título honorífico de Ciudad Heroína de la República de Cuba, Santiago de Cuba sumará el honor de custodiarlo y un nuevo compromiso de sus hombres y mujeres, que sabrán ser fieles al concepto de Revolución que igualmente se levanta en tan sagrado lugar de la Patria.
Tomado de Granma
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