Conciertos suspendidos, profusión de invectivas,
miserias humanas. Todo sucede en el sur de la Florida, cuyo epicentro, a
los efectos de las expresiones extremistas, es Miami.
El pasado 15 de diciembre, el dúo Buena Fe debía comenzar un ciclo de presentaciones en Estados Unidos, que lo llevaría a Nueva York, Houston y también a Tampa.
Pero la empresa norteamericana Blue Night Entertainment, organizadora del periplo, recibió mensajes amenazadores por parte de los círculos anticubanos que medran con el odio en los predios floridanos —con el concierto en Tampa como pretexto— y cedió a las presiones.
«Decidimos cancelar toda la gira por respeto al público, a la comunidad cubana en Estados Unidos, no queremos que la gente esté molesta», afirmó en un comunicado la compañía.
Esa «gente», la misma que en bárbaro aquelarre se lanzó a una céntrica calle de Miami para celebrar la muerte del líder histórico de la Revolución cubana, fue la que propuso boicotear al concierto de Buena Fe, solo porque estos intérpretes manifestaron su condolencia ante el suceso luctuoso.
Idéntica factura le pasaron a Alexander Abreu. El 14 de diciembre tenía pactado un espectáculo con Havana D’ Primera en el club The Place, de Miami, y no pudo ser. De un lado, dilaciones en el visado de sus músicos; de otro, la alharaca de la «gente» que no le perdona al compositor y trompetista que haya dicho días antes la idea que la abrumadora mayoría del pueblo cubano compartió: «Fidel no se ha ido, permanece».
Digámoslo de una vez por todas: «la gente molesta» no representa la comunidad cubana residente en Estados Unidos. Se trata de un sector minoritario pero influyente económica y mediáticamente, que ha hecho del odio, el revanchismo y la intolerancia un modo de vida.
Para estos vale todo, no hay la más mínima ética, como lo prueba la manera en que le cayeron en pandilla a Pancho Céspedes. El autor de Vida loca y Señora escribió un mensaje personal a un pianista que habitualmente trabaja con él, en el cual comentaba que le parecía inapropiado que este acudiera a un show televisivo que mancillaba la memoria del Comandante. Con absoluta transparencia decía «yo me fui de Cuba» —ha regresado más de una vez a cantar y compartir su talento con los muchos que siguen su carrera—, pero criticaba a un colega suyo que ha encontrado en el anticastrismo furibundo un negocio.
El mensaje privado, por obra y desgracia de esa «gente» y los medios floridanos, se hizo público. A Pancho también le cancelaron un concierto en The Place.
Nada nuevo bajo el sol. Quema de cuadros, aplastamientos de discos, incitación a la violencia configuran un expediente de larga data en un predio donde criminales y terroristas gozan de buena salud.
Tomado de Granma.
El pasado 15 de diciembre, el dúo Buena Fe debía comenzar un ciclo de presentaciones en Estados Unidos, que lo llevaría a Nueva York, Houston y también a Tampa.
Pero la empresa norteamericana Blue Night Entertainment, organizadora del periplo, recibió mensajes amenazadores por parte de los círculos anticubanos que medran con el odio en los predios floridanos —con el concierto en Tampa como pretexto— y cedió a las presiones.
«Decidimos cancelar toda la gira por respeto al público, a la comunidad cubana en Estados Unidos, no queremos que la gente esté molesta», afirmó en un comunicado la compañía.
Esa «gente», la misma que en bárbaro aquelarre se lanzó a una céntrica calle de Miami para celebrar la muerte del líder histórico de la Revolución cubana, fue la que propuso boicotear al concierto de Buena Fe, solo porque estos intérpretes manifestaron su condolencia ante el suceso luctuoso.
Idéntica factura le pasaron a Alexander Abreu. El 14 de diciembre tenía pactado un espectáculo con Havana D’ Primera en el club The Place, de Miami, y no pudo ser. De un lado, dilaciones en el visado de sus músicos; de otro, la alharaca de la «gente» que no le perdona al compositor y trompetista que haya dicho días antes la idea que la abrumadora mayoría del pueblo cubano compartió: «Fidel no se ha ido, permanece».
Digámoslo de una vez por todas: «la gente molesta» no representa la comunidad cubana residente en Estados Unidos. Se trata de un sector minoritario pero influyente económica y mediáticamente, que ha hecho del odio, el revanchismo y la intolerancia un modo de vida.
Para estos vale todo, no hay la más mínima ética, como lo prueba la manera en que le cayeron en pandilla a Pancho Céspedes. El autor de Vida loca y Señora escribió un mensaje personal a un pianista que habitualmente trabaja con él, en el cual comentaba que le parecía inapropiado que este acudiera a un show televisivo que mancillaba la memoria del Comandante. Con absoluta transparencia decía «yo me fui de Cuba» —ha regresado más de una vez a cantar y compartir su talento con los muchos que siguen su carrera—, pero criticaba a un colega suyo que ha encontrado en el anticastrismo furibundo un negocio.
El mensaje privado, por obra y desgracia de esa «gente» y los medios floridanos, se hizo público. A Pancho también le cancelaron un concierto en The Place.
Nada nuevo bajo el sol. Quema de cuadros, aplastamientos de discos, incitación a la violencia configuran un expediente de larga data en un predio donde criminales y terroristas gozan de buena salud.
Tomado de Granma.
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