Nuevamente la vía “suena” y los boteros “protagonizan” las conversaciones en paradas, centros de trabajo y sobremesas. Los “almendrones” y sus choferes son siempre un tema cardinal de la opinión pública capitalina. A veces, porque ellos aprietan el acelerador y deciden subir los precios, y otras, porque medidas institucionales intentan “ponerles freno”. Mientras, al filo de la carretera, sin ver la solución pasar, persiste la población de La Habana.
Desde que se aprobaron las licencias para los transportistas, su regulación sólo ha existido en teoría. A los beneficiarios de las Licencias de Operación del Transporte nunca se les han aplicado, estrictamente, legislaciones locales que reglamenten la circulación de sus vehículos o fijen el precio máximo de las rutas.
Difícil ha resultado lidiar con un gremio que se rige por la ley de la oferta y la demanda, que contribuye a amainar el déficit del transporte y traslada el 40% de los ciudadanos que diariamente se mueven en la capital. Los boteros son el único medio para viajar con cierta rapidez dentro de La Habana, ni los taxis estatales ni los ruteros ni mucho menos los ómnibus satisfacen la alta demanda.
Arrancando en contexto
Durante varios años, un pacto a fuerza de costumbre establecía la tarifa de las rutas largas a 20 pesos en moneda nacional, las cortas a 10 y trayectos muy pequeños a cinco.En 2014, los precios comenzaron a subir de manera arbitraria y los tramos de 10 pesos fueron valorados en 20. Un año y medio más tarde, la administración estatal limitó los precios según las rutas, pero los boteros cortaron los recorridos para ganar más. Por ejemplo, si querías ir desde el Capitolio hasta 23 y 26, en el Vedado, resultaba casi imposible, porque todos decían que terminaban su recorrido en Coppelia. Allí volvían a cargar hasta 23 y 26, y así sucesivamente. Por tanto, el mismo tramo (desde el Capitolio hasta 23 y 26) que antes costaba 10 pesos, comenzó a valer 20.
El miércoles 8 de febrero del 2017, el Consejo de la Administración Provincial de La Habana (CAP) anunció una nueva medida para otorgar “precios referenciales de las rutas según el origen y destino, con los tramos intermedios, ante la necesidad de proteger a la población por el fraccionamiento de las rutas”, decía la nota divulgada. El CAP siguió la misma partición de recorridos que los boteros habían hecho.
Entonces, los taxistas privados volvieron a rehuir a la regulación. Ahora, un gran por ciento de ellos solo monta al que hace el viaje completo y, por lo general, en horario pico no aceptan a quien demanda un tramo de cinco pesos. En la actualidad es más fácil ir del Capitolio a La Lisa, que solo hasta el Coppelia. En fin, cortan o empatan los tramos en dependencia de la regulación.
Entre la picardía del botero y las infructuosas medidas instituidas para su control, el afectado es el pasajero, que ve como la historia se repite: trabajos publicados en nuestro Sitio en mayo de 2014 o enero de 2016 parecen escritos en la mañana de hoy.
Manos al volante
Dada la situación existente, el equipo de reporteros de Cubadebate salió a la calle en busca de exponer la diversidad de opiniones que coexisten en la palestra pública. Lino Fernández tiene rentado dos carros, uno de él y el otro a nombre de su esposa, el cuentapropista cree que las tarifas reglamentadas por el Gobierno capitalino no están “en correspondencia con el kilometraje”.“La del Parque Curita hasta Calzada del Cerro y Boyeros o la Ciudad Deportiva, en cinco pesos, está mal. Y después 10 pesos hasta Fontanar, y cinco pesos de Fontanar hasta Santiago de las Vegas, eso también está mal, son unas cuantas paradas”, ejemplificó. Además, resaltó que en las 30 rutas reglamentadas falta la de Habana Vieja- Paradero de Playa por al avenida 19.
La ruta citada por Lino Fernández, Habana Vieja – Santiago de las Vegas, fue segmentada en cuatro tramos de cinco pesos, divididos en distancias similares: 5,3 Km hasta la Ciudad Deportiva, 3,6 de allí a 100 y Boyeros, otros 5,6 hasta Fontanar y unos 6,7 para llegar a Santiago de las Vegas. Total: 21,2 Km, precio: 20 pesos. Pero otras rutas como Parque El Curita – Hospital Militar en Marianao tienen tramos muy diferentes valorados en igual cantidad. Por ejemplo, desde el Capitolio al Coppelia son 3,3 Km y cuesta cinco pesos, pero desde esa céntrica esquina de 23 y L hasta el Militar también son cinco pesos y la distancia es de 8,6 Km.
Camino a la Universidad de La Habana, el profesor Irán Marqueti, nos ofreció su parecer sobre la efectividad de la nueva disposición: “A estas alturas se viene a normar algo que desde el principio debieron hacer. No obstante, no se pueden establecer topes de precio en un negocio en el que tú no influyes. El gobierno no asegura combustible ni piezas. Después que se tomó la medida, hace tres semanas, los almendrones hacen igual que los taxis estatales, no paran”.
En un reportaje publicado hace más de un año insistimos en que para topar los precios de los boteros era necesario otorgarles ciertas facilidades en el suministro de piezas y en el mantenimiento de los vehículos. Pero la medida se tomó sin conceder garantía alguna o escuchar a la contraparte.
Uno de los buquenques (gestor de viajes) de las piqueras del parque El Curita, Juan Carlos Rodríguez, alegó: “Lo peor es que no se contó con los boteros para tomar esta medida, no hubo un debate con quienes somos los implicados, y cuando las cosas se hacen sin un consenso chocan. Te puedo asegurar que el nivel de pasaje se ha incrementado, pero el nivel de carros circulando es mucho menor”.
El parque El Curita, principal piquera donde se conectan las rutas hacia varios municipios de la capital, se encuentra en las inmediaciones de los municipios Habana Vieja y Centro Habana, entre las calles Galeano, Reina, Dragones y Águila.No pocos fueron los dueños que pararon sus autos luego de la divulgación de la medida, negados a trabajar con los nuevos precios. Otros optaron por montar solo al pasajero que realiza el viaje completo.
Así lo afirma el buquenque Yoanis Rodríguez Peregrín: “Ellos solo cargan hasta la última parada y ahí no violan nada, ese es su carro y hacen con él lo que quieren”.
Mientras arregla su Chevrolet, Carlos Almaguer aseguró respecto a la reglamentación: “Cuál es el problema, que ahora no hay pico, esa ganancia que iba recuperando el ayudante para ganar dinero, de 10 en 10, ya no existe. Ahora sí que no coge nada”.
A su lado, otro botero que prefiere no identificarse cuenta su estrategia: “A mí no me afecta, porque en Santiago de las Vegas monto cinco personas y voy directo para La Habana (Vieja). Si te interesa quedarte en la Ciudad Deportiva tienes que darme los 20 pesos, porque yo cargo directo, de cabeza a cabeza”, afirma categóricamente.
¿A partir de qué estudio se decidió establecer las nuevas tarifas? Los precios referenciales otorgados se corresponden con trayectos de origen y destino y tramos intermedios creados por los propios boteros.
Según Carlos Almaguer, como la mayoría de los autos de alquiler no los manejan los dueños, sino los ayudantes, “son ellos los que están generando el malestar. En el caso mío no, porque yo soy el dueño y el chofer. A ellos les perjudica, porque son menos ingresos los que tienen, porque tienen que entregarle al dueño del carro la misma cantidad de siempre, que oscila entre mil y mil 500 pesos diarios” (otros entrevistados hablan que el costo del alquiler puede ser menos en dependencia del tamaño del carro y si funciona con diesel o gasolina).
Daniel González, taxista retirado, reconoce que el chofer se convierte en una especie de esclavo del dueño del carro, quien gana más con mucho menos trabajo.
“En este negocio tienes un día de vacaciones a la semana, que lo puedes coger para descansar, o para sacar el dinero que no te buscaste. Pero lo más indignante a veces es que el dueño real no es el que está en Cuba, sino en Estados Unidos u otro país. Entonces el que maneja ese negocio aquí te ‘exprime’ a ti para ganarse más dinero. Se cree dueño de todo, incluso, le roba al que está afuera diciéndole que los carros están rotos y se embolsan la mayor parte del dinero”, concluyó Daniel.
La mayoría de los taxistas no son los propietarios de los autos, por tanto deben cumplir con el pago del alquiler y luego hacer su ganancia del día. Como también decíamos en el trabajo titulado Boteros de La Habana, ¿un mal necesario? la remuneración de este oficio es bastante alta en comparación con otras profesiones igual de necesarias y complejas. La subida de los precios no obedece a una necesidad de primer orden. El costo de las piezas y reparaciones es alto, pero no ha aumentado mucho con respecto a 2014, cuando la situación en este sentido era estable.
Almaguer reclamó: “En los talleres de reparación hay que pagar el precio que los mecánicos le pongan a sus servicios. Por ejemplo, una reparación de una céntrica te cuesta 20 CUC. El taller que tiene el Estado es el de Carlos III y Boyeros, que es un taller que atiende a los particulares pero apenas tienen nada para resolver los problemas, no tienen fresas, no tienen torno, no tienen torneros. El problema principal que tenemos en el país es que los salarios son muy bajos y la demanda de transporte muy alta”.
“Los que tienen que bajarles la cuota a los ayudantes son los dueños de los carros. Porque si yo le pongo una tarifa al ayudante de mil pesos más el combustible, ¿qué gana él que trabaja ocho y hasta 10 horas?”, se pregunta el taxista Almaguer.
El precio del combustible sí ha aumentado, el del mercado negro, que es el usado por los boteros. Hace tres o cuatro años atrás el litro de petróleo “se conseguía por la izquierda” a unos cinco u ocho pesos, el año pasado aumentó hasta los 12 o 15.
Fuentes oficiales revelan que el promedio de venta de combustible a los particulares en los servicentros estatales no llega siquiera a un litro diario. El litro de diésel cuesta 1.00 CUC (25 pesos en moneda nacional) y el de gasolina a 1.20.
En La Habana Vieja, Marqueti recordó una práctica que décadas atrás dio buenos resultados y que la población recuerda con agrado, “cuando existía ANCHAR, una asociación de servicio de taxistas era otra cosa, se debió explorar experiencias pasadas y no dejar que ese fenómeno se reprodujera solo y que los precios se fueran multando en dependencia ‘del mercado”, lamentó el profesor.
La experiencia de la Asociación Nacional de Choferes de Alquiler Revolucionarios (ANCHAR) evidenció que los taxis pueden funcionar de manera organizada, pero a ello le dedicaremos otro reportaje que ya está en producción.
No obstante, una ejemplo más reciente sobre acuerdos entre el transporte privado y el Estadose llevó a cabo con algunos camiones particulares de la ruta del PC (Hospital Naval – Paradero de Playa). A estos vehículos de transportación masiva se les vende el combustible a un precio diferenciado y se les entrega neumáticos todos los años. A cambio “sólo pueden cobrar 60 centavos, si no lo hacen son multados por alterar el precio. De cada pasaje pagan la cuarta parte al estado para reponer el dinero de los subsidios. Además, tienen derecho a entrar a una terminal de ómnibus y allí los revisan. Son los únicos que están vinculados al estado, junto con los autos convertibles que pertenecen a una agencia”, declaró a Cubadebate el pasado año, Maribel Poulot, directora de la Unidad de Trámites de la Dirección General de Transporte.
Desde que comenzamos a tratar este tema, planteamos que una alianza similar con los boteros podría ser una alternativa para garantizar la estabilidad de los precios, pero no toparlos y esperar a que un tema tan complejo se resuelva de manera inmediata y sin consenso con los implicados. La medida del Gobierno de La Habana busca hacer justicia y proteger a la población, pero lamentablemente no lo ha logrado.
Incluso, “el pasajero sigue pagando lo mismo, cuando entran dos o tres carros aquí y le dicen que hasta el final ellos se montan y pagan”, dice el gestor de viajes Rodríguez Peregrín. “Es cierto que hubo un momento en que ciertos choferes comenzaron a picar los recorridos, pero la solución adoptada no fue la mejor. Era mejor mantener los precios de 10 y 20 pesos como estaban antes. Ahora no hay carros y los pasajeros están botados en la calle”, agrega el buquenque.
Al respecto, coincide Damaris Padrón, quien espera por un taxi en una piquera de La Habana Vieja: “La gente que está adaptada a coger carros, ve los 20 pesos como algo normal, nadie está haciendo caso de esa medida”.
Ante el desespero que provoca esperar por un taxi casi lo mismo que por una guagua, los pasajeros prefieren seguir pagando las tarifas habituales (10 y 20 pesos), antes de que los boteros se vuelvan más esquivos.
Con el aumento del turismo en Cuba, no poocos boteros se han “mudado” a los servicios en moneda convertible (CUC). Cada vez son más quienes “maquillan” el almendrón para “agenciarlo” y transportar extranjeros, lo que les permite ganar todavía más con menos esfuerzo, opción que es razonable y legal.
Otra alternativa con la que obtienen más remuneración es la del “taxi directo”, que te lleva hasta la puerta de la casa por un precio acordado in situ con el cliente, según la distancia, pero con una tarifa bastante elevada.
Llegar al destino
La nueva regulación ha derivado en ciertos efectos negativos, que es necesario tener en cuenta por las autoridades competentes. Al fijar el precio máximo sin tener mecanismos eficientes de control gremial, se ignora el punto de equilibrio entre la demanda y la oferta, y se se crea escasez, dado que la demanda es mayor que la oferta y que los transportistas se sienten empoderados ante la inexistente alternativa estatal y el déficit del transporte público.Al existir dicha escasez, la población se tendrá que enfrentar al coste de oportunidad al perder tiempo y recursos para conseguir en qué transportarse. Por un lado habrá pasajeros dispuestos a pagar más, dado que hay otros factores que influyen en la demanda, como la urgencia por llegar al destino. Y por otra parte, los ciudadanos que no lo pueden hacer se sentirán decepcionados.
De igual modo, fomenta aún más la aparición de las actividades ilegales y justiprecia el mercado negro. Dado que si el comprador está dispuesto a pagar más que el precio legal, puede hacerlo para conseguir ventaja sobre quienes se niegan, aunque tengan la misma necesidad de transportarse.
Ni los boteros deben desobedecer las reglamentaciones con sus “estrategias” de cortar y empatar los tramos según los beneficios, ni se deben topar los precios sin una estrategia integral que lo respalde. El Estado debe y tiene que ejercer su autoridad, pero sus decisiones deben ser efectivas para evitar que sean burladas con subterfugios. La solución estará en el consenso y en retomar lo todavía vigente de estrategias para la organización del transporte particular que tuvieron éxito en el pasado.
El tema sigue en nuestra agenda y lo retomaremos dentro de poco.
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