Graziella Pogolotti •
11 de Marzo del 2017
Entrevistada poco antes de ser asesinada, Indira Gandhi respondió a
una pregunta sobre el miedo que inspira la idea de la muerte. Apelando
al legado de su cultura milenaria, afirmó, se empieza a morir desde el
momento en que se nace. En un sentido más amplio, el concepto alude a
que en la historia y en el existir personal, atravesamos procesos de
ininterrumpida transición. Modelado por la publicidad, el mundo
contemporáneo se nutre de la incesante multiplicación de un recetario
simplón, orientado a crear la fascinación por lo novedoso.
De esa manera, en un ámbito abstracto, el nuevo periodismo tiende a
identificarse con los trabajos inspirados en prácticas investigativas,
sin tener en cuenta el talento de su hacedor, el medio utilizado y el
destinatario del mensaje.
Medio siglo antes, el amarillismo al estilo Hearst encarnaba un nuevo
periodismo. Frente al estilo conservador de una prensa caracterizada
por largas disquisiciones, la brevedad de la noticia y su repercusión
escandalosa entretenían a un destinatario poco instruido, víctima
propiciatoria de campañas de manipulaciones demagógicas. Los
historiadores han demostrado que en el proceso de la intervención de
Estados Unidos en la guerra de Cuba, el sensacionalismo melodramático y
la configuración de estereotipos ejercieron un papel decisivo en la
conformación de una opinión pública favorable a la participación en el
conflicto bélico.
La confrontación entre lo nuevo y lo viejo no se define en términos
abstractos. El diseño de la prensa sufrió una evolución histórica
modelada por los cambios tecnológicos que abarataron costos y
auspiciaron la aparición de un destinatario múltiple, con demandas
forjadas en la dialéctica entre el mensaje y el receptor.
En la actualidad, la rápida transformación de las comunicaciones ha
precipitado la crisis del periodismo tradicional y amenaza la
supervivencia de la prensa plana. Sin embargo, no ha llegado el momento
de su entierro definitivo. Antes del responso final, subsiste una etapa
de tránsito que varía según los contextos. En una población envejecida,
los hábitos adquiridos a lo largo de la vida perduran más allá de los
cambios de época. Hay un placer sensorial en el crujir del papel y en el
olor a tinta. Aun más, cierto disfrute dimana de la lectura despaciosa y
de la autonomía de un lector que no se somete al orden estricto de la
secuencia de las páginas y opta por acudir primero al reclamo del
deporte, de la cultura o de la información internacional. Y, sin
embargo, hay transformaciones que se imponen de manera apremiante en el
modo de concebir nuestra prensa.
El periódico no puede considerarse el registro arqueológico de
noticias divulgadas ampliamente por otros medios. Lejos de silenciar lo
acontecido, ha de volcarse hacia el análisis, la reflexión y la crítica,
todo ello en un estilo ágil, directo, sugerente y convocante. En lo que
respecta a la información, los titulares deben ser menos enigmáticos y
metafóricos. Cierta coquetería literaria corresponde al espacio de la
crónica y el artículo, portadores ambos de una marca de autor.
En este preciso momento histórico, quisiera contribuir modestamente
con algunas propuestas para un debate impostergable. La elaboración de
una Ley de Prensa establecerá, con regulaciones de obligatorio
cumplimiento, el compromiso institucional de ofrecer a los periodistas
información rápida y pertinente. Corresponderá a los encargados de
cubrir el área específica, poseer oficio, entrenamiento como
investigadores, corroborar la veracidad de los datos y las repercusiones
de las medidas.
En la formación pre y posgraduada de los periodistas, habrá de
impulsarse el desarrollo de áreas de especialización. Para los temas
internacionales, se requiere una sólida preparación histórica. En el
ámbito de la economía, es indispensable un dominio conceptual que
permita descifrar las expresiones del neoliberalismo vigente y entender
la esencia de su insalvable contradicción con nuestro proyecto social.
En esta dirección, importa retomar nociones de marxismo que, en su
sentido esencial, no han periclitado a pesar de la evolución sufrida
por el capitalismo desde los tiempos de Marx. Se destaca entre ellas el
vínculo entre política y economía. Teniendo en cuenta los efectos del
cambio climático, los temas de ecología requieren espacios de creciente
especialización.
Antes que comunicólogos, palabra que lacera los oídos, los
periodistas son hacedores de cultura en el sentido antropológico del
término. Están, por ello, ante el centro mismo de un batallar
contemporáneo que se libra mediante la construcción de imágenes y de
expectativas. Para superar el simple corta y pega, tan frecuente en
materiales a los que accedemos todos los días, necesitan disponer de
capacidades narrativas y de vías que faciliten un análisis
interdisciplinario de los fenómenos. El verdadero periodista, por tanto,
ha de ser un intelectual de cuerpo entero, atento a los cambios que se
producen en el mundo, profundo conocedor de su historia y con capacidad
para convocar a un debate abierto a especialistas entrenados en otras
disciplinas.
Es uno de los constructores del gran relato de la contemporaneidad,
aunque para profundizar en el ejercicio de la crítica tendrá que apelar
al conocimiento y a la experiencia de otros. Así, entre todos, podremos
encontrar explicación pertinente, por ejemplo, acerca de nuestros
insuficientes resultados en la zafra azucarera, acerca del papel de los
intermediarios en el alza de los precios, de la conducta abusiva de los
boteros, sometidos muchas veces a la explotación de su fuerza de trabajo
por una especie de reciente creación: los carro-tenientes. En la
realidad, las cosas no suceden porque seamos ángeles purificados
enfrentados a demonios con olor a azufre, sino por obstáculos
interpuestos en el adecuado fluir de la cadena
puerto/transporte/economía interna.
Por experiencia propia, he reflexionado mucho en torno a la formación
de los protagonistas del nuevo periodismo que tanto necesitamos. Quizá
en próximas entregas, seguiré conversando sobre el tema.
Tomado de Juventud Rebelde.
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