Por: José
R. Oro
En este artículo: Anticubano,
Asamblea General de la ONU, Departamento de Estado, Organización de las Naciones Unidas (ONU)
El 31 de octubre van a sufrir una tremenda derrota en el voto mundial contra el cruel bloqueo en las propias Naciones Unidas, sumamente humillante, en la que incluso muchos aliados de los Estados Unidos reconocerán la ilegalidad de tan monstruosa agresión. Y lo saben bien.
En esas circunstancias, la administración del presidente Donald Trump estaba obligada a buscar alguna nueva fórmula para atacar a Cuba, y como no la encontraron, se vieron forzados a acudir a un expediente ya usado y deshecho en innumerables ocasiones, los derechos humanos y los supuestos presos “políticos” en Cuba.
Debo decir que es inusual —y a mi juicio antirreglamentario— usar a la Organización de Naciones Unidas (ONU) para una reunión impromptu, bajo los auspicios de la organización mundial. Muy interesante, la reunión debió catalogarse como “extraoficial”.
Sin mucha esperanza de obtener un pase de visitante, lo solicite el lunes ante la Misión de los EE.UU. ante la ONU, país organizador del acto anticubano. Para mi sorpresa me lo dieron. Ni corto ni perezoso, el martes en la mañana tomé el tren para la ciudad de New York. Desde la Estación Central de la urbe en la calle 42, entre las avenidas Park y Lexington, hasta la sede estadounidense frente a la ONU hay seis o siete cuadras, que no son difíciles de caminar en un fresco día de otoño. Me entregaron mi pase de visitante después de identificarme. Solicité inscribir una pregunta pero me exigieron presentar acreditación como periodista. Me la negaron.
Minutos más tarde, un grupo de unas 20 personas cruzamos la avenida Primera, para entrar en el siempre impresionante complejo de las Naciones Unidas. Después de pasar los protocolos de seguridad, nos llevaron a la parte alta del salón, las secciones de asientos bajos y medios estaban reservados para el servicio diplomático y la prensa acreditada.
Ahí empezaron las sorpresas. Primero, 40 minutos de demora; fuera del salón se escuchaba bastante barullo, en ese momento éramos alrededor de 40 personas sentados en el salón, incluyendo los organizadores. Dentro del salón hubo también un alboroto entre un fotorreportero y dos personas, nunca pude saber la causa, ni quiénes eran los involucrados. Entonces, empezaron a entrar las personas que estaban fuera. Minutos después inició el evento.
¿Quiénes formaban parte de la mesa de los organizadores?
- La embajadora Kelley E. Currie, representante de los EE.UU. ante el Consejo Económico y Social de la ONU, quien dijo las palabras introductorias;
- Michael G. Kozak, oficial superior del Departamento de Estado para la Democracia, Derechos Humanos y Trabajo, quien llevó la voz cantante durante toda la agresiva sesión;
- Carlos Quesada, quien fue presentado como director del Instituto de la Sociedad Civil por los Derechos Humanos, habló en inglés con mucho énfasis en las Leyes de Cuba, discutiendo el término “desacato” y otros;
- Luis Almagro, el despreciable Secretario General de la OEA, quien habló en español dedicándole su vitriolo tanto a Cuba como a Venezuela y acusando a la Isla de dirigir los órganos de seguridad del país hermano, atacando a la República Bolivariana;
- Y dos contrarrevolucionarios, uno de ellos sentado en la mesa junto a Carlos Quesada.
No solo era ruido, era una fuerte protesta con argumentos, con fotos ampliadas de los abusos policiales, de las torturas a prisioneros en Abu Ghraib y en Guantánamo. Muchas muestras de la brutalidad y el irrespeto estadounidense por los DD.HH. se alzaron allí para que quedara claro que eso era una farsa hipócrita.
Tanto Kelley E. Currie como Michael G. Kozak —a quien llamaría como jefe de la operación anticubana— amenazaron constantemente con llamar a la seguridad para que desalojara la sala. Decían: “Vean este es un ejemplo de cuanto aman en Cuba la libertad de expresión” y “si esto es en la ONU, imagínense qué le espera a quien se atreva a protestar en Cuba”, improperios ridículos de esa naturaleza. Pero ninguna amenaza iba a parar la protesta.
Entonces tomó la palabra Luis Almagro, dijo muchas cosas, todas falsas. Enfatizó en que en Cuba hay una “represión brutal dirigida en contra de la mujer disidente” y que un “expreso político” venezolano le contó que había sido torturado en Venezuela en una institución controlada por cubanos, que ahora el Gobierno venezolano acudía a la “defenestración” como nuevo método de asesinatos políticos, y un montón de otras sandeces, de verdad que es molesto escucharlo, porque dice cosas gravísimas —y falsas— sonriendo, con un cinismo extremo. El abucheo era fenomenal y clamoroso.
Después habló el contrarrevolucionario cubano, con un guión extemporáneo, mencionando sobre todo a personas que estuvieron presas en la década del los ‘60 del siglo pasado, mencionando algunos supuestos casos de maltratos y encarcelamientos políticos en Cuba, bajo los gritos de “¡Eso es falso!”, “¡Son pagados desde la Florida!” En medio de una buena algarabía de protesta, el “orador” apenas lograba hacerse oír, no hablemos de “hacerse escuchar”, como diría el profesor Néstor del Prado.
A continuación, en pantalla apareció una señora con un impresionante peinado, maquillaje excesivo y elegante vestido, presentaba “evidencias” de violación de los DD.HH. y la historia del “martirio” de su hermano en Cuba. Ella tan arreglada era una evidencia de que solo había sido maltratada en la peluquería. Otra víctima de la manipulación política, al menos, esa fue la impresión que me llevé.
Mis vecinos en la fila donde me senté, en el jardín central del salón, estaban molestos por mis gritos y coreo de consignas. No los culpo, ellos no saben todo lo que está en juego para los cubanos. Pero al salir decidí no disculparme por mi ruido a voces, porque los cubanos y latinos que estábamos allí teníamos nuestras razones muy profundas para protestar y batallar.
El embajador Kozak dijo que suspendía la ronda de preguntas y respuestas porque las protestas contra el show anticubano lo impedían. Pero que él no se iba, a ver si los protestantes se cansaban. Unos minutos más tarde, los defensores de Cuba seguían ripostando esta abierta provocación y embestida contra el país soberano. Kozak se aconsejó y dio fin a la sesión.
Cuba no se rinde. Este martes se enfrentó con gallardía a quienes se escondieron detrás de los colores de la ONU para agredirla.
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