Resulta
demasiado común encontrar rostros jóvenes entre aquellas personas que trabajan
‘por la izquierda’, viven del invento y los negocios ilícitos
El trabajo por
cuenta propia se ha convertido en una opción laboral para muchos jóvenes. Foto:
Ismael Batista
Del trabajo en
el sector estatal, las cooperativas y por cuenta propia solemos hablar, no así
de ese otro “por la izquierda”, cosa extraña, incluso paradójica, pues sin
importar cuán sumergida o subterránea se le considere, a la economía informal
nos la topamos todos a diario.
Sordos, ciegos
y mudos, como los tres monos del cuento, permanecemos ante la ilegalidad, ese
trapicheo circundante, que puede parecer un “salve”, pero nos pierde, y que no
tiene edad, aunque basta fijarse para distinguir demasiados rostros jóvenes
entre los que viven del invento y los negocios ilícitos, ese enjambre de
“luchadores”, que hacen esto y lo otro, lo que caiga.
Si nos atenemos
al significado exacto de las palabras, trabajo por cuenta propia es eso,
sostuvo —no como elogio, sino por puro apego a la semántica— un delegado al X
Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), en cuyos debates halló
espacio el tema de la creciente incorporación juvenil a las nuevas formas de
empleo no estatal.
En su
intervención en una de las comisiones de trabajo, el joven advirtió de la
presencia en ese escenario laboral, junto al empleador y el empleado, de un
tercer actor, que ni contrata ni está contratado, pero está —por su cuenta,
dijo— y trabaja, no pocas veces en condiciones muy duras, incluso de
explotación.
Sobre lo
debatido en el foro, volvimos luego con Yuniasky Crespo Baquero, primera
secretaria de la UJC, que expresó:
“Para nadie es
secreto que la mayoría de los cuentapropistas jóvenes son empleados; los hay,
incluso, que trabajan ‘por la izquierda’, sin contrato y, por ende, sin amparo
legal, e igual, toda la información recopilada muestra que, contratados o no,
para muchos su trabajo actual nada tiene que ver con lo que estudiaron y
aprendieron.
“Por eso, tanto
en las sesiones como durante todo el proceso orgánico, los principales reclamos
y propuestas en este sentido se centraron en la capacitación (cuanta vía de
preparación y superación les permita desempeñarse mejor en su puesto), la
atención y protección, y el fomento de una cultura jurídica en los jóvenes, que
poco saben de leyes, normas, deberes y derechos, como ciudadanos y en cualquier
ámbito”.
¿QUÉ DICE LA CIENCIA?
¿QUÉ DICE LA CIENCIA?
Con muchas
horas de vuelo en cuanto atañe a la inserción laboral de los jóvenes, la máster
en Ciencias María Josefa Luis Luis, subdirectora del Centro de Estudios sobre
la Juventud, tiene resultados científicos, vivencias y criterios que compartir:
“¡Claro que hay
muchos trabajando ‘por la izquierda’! Algunos lo admiten, otros lo dejan
entrever. En el trabajo de terreno para más de un estudio sobre los jóvenes
desvinculados, cuando profundizas e insistes, al final reconocen que están
haciendo algún trabajito por su cuenta, es decir, informal e ilegal, porque
burlar el fisco, evadir impuestos y controles administrativos, no solo es
incorrecto, sino que va contra la ley y está penado.
“Igual tenemos
estudiantes universitarios empleados ‘bajo cuerda’, por ejemplo, en una
paladar. Trabajan los fines de semana, en vacaciones o cuando tienen menos
carga docente, cuando están cortos de dinero o quieren comprar algo. También
cuando el dueño los necesita. Existe un acuerdo tácito entre las partes, pero
nada registrado. Están, pero no están, y no es fácil identificarlos, porque los
ves y todo parece normal”.
UNA AGUJA EN UN… ALFILETERO
UNA AGUJA EN UN… ALFILETERO
Por casi dos
años, Aniet fue una de ellos. Su trabajo en una empresa estatal le gustaba,
pero su gran sueño era graduarse de Contabilidad, que estudiaba en el curso por
encuentro:
“Trabajo, casa,
universidad, todo quedaba lejos, y la situación del transporte no hacía sino
agrandar la distancia. Debía cumplir estrictamente la jornada y hacer mi
trabajo. Cualquier permiso, una salida antes de hora, un repaso, estudiar para
un examen y cuanto tuviera que ver con la docencia salía por vacaciones. En
fin, que no tenía tiempo, y eso es lo que exige una carrera como la mía. Así
que dejé la empresa.
“Mi familia me
ayudaba, pero una siempre quiere tener lo suyo y una amistad me ofreció
trabajar en su cafetería: llevarle las cuentas, cubrir algún turno, hacer lo
que hiciera falta. Sabía que no era legal, pero me estaba ahorrando trámites y
dinero.
“No sentí que
me estuvieran explotando, era un favor, que siempre agradeceré. La que sí nunca
estuvo muy conforme fue mi familia. Trataron de quitarme la idea, pero los
convencí con la promesa de que sería por poco tiempo, y así fue, porque cuando
empecé el último año, dejé la cafetería para dedicarme por entero a la carrera
y, ya graduada, volví a trabajar para el Estado, en lo mío, pues aunque gano
menos, es otro mundo y me gusta más”.
Tras escuchar
la historia de Aniet, María Josefa reflexiona sobre una situación que
—asegura— tiene más contras que pros: “No son pocos los jóvenes empleados por
conocidos y hasta familiares. El gesto suele verse como ayuda, y esos lazos
parecen la mejor garantía de que no habrá dificultades, pero, ojo, porque no es
de iguales una relación bajo esos términos.
“Las palabras
se las lleva el viento, y ante una enfermedad, accidente laboral,
incumplimiento de lo pactado u otro problema, el que está ilegal saldrá siempre
perdiendo. No tiene a quién quejarse ni qué exigir. Nada lo ampara ni respalda.
Su posición es de subordinación, y semejante situación termina por dañarlo,
desde el punto de vista psicológico y social: autoestima, sentimientos,
conciencia, valores, comportamientos, imagen…
“Está
ampliamente documentado por estudios, en los cuales jóvenes desvinculados
aseguran sentirse mal vistos por la gente que sabe o intuye que trabajan ‘por
fuera’; cuestionamiento al que suman la inseguridad, el saberse en una posición
ambigua, incómoda, ante las autoridades de la sociedad, con la amenaza perenne
de una inspección, una denuncia o una redada. Vivir en tamaña zozobra no es
bueno y tiene consecuencias”.
¿Y LA FAMILIA?
¿Nadie hace nada en los hogares de esos jóvenes? ¿No se dan cuenta de lo que ocurre ni ven el peligro? ¿Cómo queda la familia en todo esto?
Antes de “bombardear” a la experta, me hice esas y otras preguntas: ¿Dónde quedó la frase “pobre, pero honrado”, que como lección de vida tanto escuchamos?
¿Y LA FAMILIA?
¿Nadie hace nada en los hogares de esos jóvenes? ¿No se dan cuenta de lo que ocurre ni ven el peligro? ¿Cómo queda la familia en todo esto?
Antes de “bombardear” a la experta, me hice esas y otras preguntas: ¿Dónde quedó la frase “pobre, pero honrado”, que como lección de vida tanto escuchamos?
Que conste,
esos padres y abuelos no eran extraterrestres. Habría que estudiar cómo, cuánto
y por qué la ilegalidad se ha extendido y echado raíces en nuestras vidas, al
punto de que en determinados ámbitos es socialmente aceptada o al menos
tolerada, y a la vista pública se quebrantan normas e ignoran disposiciones.
María Josefa
acepta el desafío. Para ella, además de célula básica de la sociedad, la
familia es pieza clave en este asunto.
“Con razón
dicen que cada casa es un mundo. ¿Cuántos hogares vemos, en que cada quien vive
su vida y el muchacho hace y deshace sin que le pongan frenos? Y no hablemos de
aquellos donde se aplaude, alienta y hasta se conmina al joven a que ‘luche’ lo
suyo.
“Sin embargo,
hay familias que sí se oponen, por las buenas e, incluso, a las malas, pero
terminan cediendo, bajo protesta y un sentimiento de culpa, por no poder darle
al hijo lo que pide y para él quisieran.
“Algunas se
consuelan pensando que al menos el muchacho está tranquilo, haciendo algo,
ganando su dinerito, y no reparan en el daño, en cuánto va resquebrajándose su
sistema de valores, porque sí, muchos de esos jóvenes expresan frustración,
vergüenza o intentan disimular, pero los hay que te cuentan sin tapujos qué
hacen, de qué viven y afirman no importarles lo que piensan los demás”.
RAZONES EN LA BALANZA
“¿Por qué
insistimos tanto en los jóvenes, si el fenómeno no tiene edad? Es que las
primeras experiencias laborales resultan decisivas, nos marcan y definen.
“Igual, en esa
etapa las relaciones sociales pesan mucho, tanto, que es una de las ventajas
que reconocen los jóvenes cubanos al trabajo en el sector estatal y que —junto
a garantías, seguridad y posibilidades de superación que brinda— hacen que
continúen prefiriéndolo a cualquier otra modalidad de empleo.
“No es lo mismo
trabajar solo o con otra persona, que en un centro donde hay gente de cualquier
edad y, especialmente, coetáneos, con intereses similares; un lugar al que van
no solo a hacer lo que les toca y ganar dinero, sino para relacionarse, y son
convocados a una actividad política, una reunión sindical, y organizan una
fiesta, un campismo, una salida al cine o la playa.
“Otra buena
razón es que, para los efectos legales, el trabajo ‘por la izquierda’ no es
trabajo. Los jóvenes viven el presente. El futuro les parece remoto. No tienen
la experiencia ni miden las consecuencias. Quieren divertirse, comprarse ropa y
zapatos de marca, y hacen algún trabajito, pero llegará el día en que deban
pensar en la jubilación, y entonces esos serán años en blanco.
“Existe una
terrible falta de cultura, tributaria y de la legalidad en su conjunto, a nivel
social y, por supuesto, en las nuevas generaciones. Cultura es conocimiento y
respeto, pero para eso resultan imprescindibles la más amplia divulgación, la
educación sistemática y, sobre todo, el hacer cumplir las leyes, aunque el
ejemplo de Aniet nos recuerda que hay casos y cosas.
“Es que
legalizar un trabajo ocasional puede devenir odisea, la gente le huye al
papeleo, repele la burocracia, y tal vez habría que pensar en aligerar los
trámites para contratos eventuales, ser más flexibles y puntuales al fijar el
monto del impuesto, que no puede ser igual si trabajas de viernes a domingo,
que toda la semana, o dos horas y no la jornada entera.
“Con nuestros
derechos, sucede igual que con los deberes. No sabemos cuáles son ni cómo
defendernos cuando son violentados. No hace mucho, en un estudio en un
municipio de la región oriental detectamos una inestabilidad laboral fuera de
lo común en una paladar.
“El horario
excesivo y un salario mucho menor que en otros establecimientos eran las causas
visibles, pero detrás de eso, había varios trabajando sin licencia. Para
pagarles sin perder, el empleador quitaba, a los legalmente contratados, parte
de lo que les tocaba, y está claro que esos ‘por la izquierda’ tampoco recibían
lo justo. De manera que todos eran explotados.
“Cosas así
suceden y no hay cultura de reclamar. Hasta los que tienen sus papeles en regla
piensan: para qué buscarme enemistades y líos, quién va a defenderme, si no me
conviene, me voy. Nada, que en esto hay mucha tela por donde cortar”.
Ciertamente, el
tema se las trae, pero algo me ha quedado muy claro y es que, con perdón de la
semántica y de la opinión del delegado al X Congreso de la UJC, comoquiera que
se mire y lo nombren, el trabajo informal será siempre a cuenta y riesgo, no
por cuenta propia, y a juzgar por la suma de evidencias y argumentos, el
peligro —especialmente para los jóvenes— es extremo.
TOMADO DE DIARIO GRANMA
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