Como recordatorio de la publicación hace 25 años del relato El lobo, el bosque y el hombre nuevo, JR se acerca al autor de esta historia
Hace ya 25 años
el relato de Senel Paz El lobo, el bosque y el hombre nuevo revolucionaba
el panorama literario cubano abriendo el abanico temático y las formas de
expresión de nuestra narrativa. Como recordatorio de este hecho, y para sondear
las opiniones de esta figura prominente de la literatura de la Isla, nos
acercamos al autor de esta historia, quien respondió con gentileza a nuestras
interrogantes.
He aquí, pues,
para los lectores de El Tintero algunas polémicas apreciaciones de
nuestro entrevistado.
—¿A qué atribuyes la conmoción que causó en 1990 tu cuento El lobo, el
bosque y el hombre nuevo?
—El cuento daba
respuesta a una demanda temática, a la vez que era un ejercicio de libertad, y
ambas cosas cumplían una aspiración de la gente. Todavía en aquel momento
determinados temas o enfoques no podían formar parte del discurso nacional, a
la vez que el sentimiento de pertenencia a un proyecto y la gratitud inhibían
de la crítica al artista, un fenómeno impuesto a la vez de autolimitación.
«La irrupción
de una generación de artistas jóvenes menos contaminados con dogmas y
compromisos, y por tanto más libres en cuanto a sus sentimientos e ideas,
procedentes sobre todo de las artes plásticas y el teatro, venía modificando esta
perspectiva y con ello liberando a las demás generaciones. El lobo...
fue un poco síntesis de este proceso, aunque al escribirlo yo no pensaba en
nada de esto. En cuanto a la homosexualidad, cierto que mi cuento le abrió la
puerta al tema. El problema es que se me olvidó cerrarla».
—¿Piensas que ha habido un retroceso en el hábito de leer de los cubanos?
—Sin dudas. El
acto de leer ha perdido jerarquía. Los factores son múltiples: desde la
competencia y novedad de otros medios de entretenimiento y conocimiento, hasta
la deficiente difusión y defensa de la lectura, el libro y el autor. En nuestro
caso no solo se trata de promover la lectura, sino de proteger un hábito ya
establecido. Nos quejamos de la habilidad de otros para establecer figuras y
jerarquías sobre cánones del mercado, la ideología o la banalidad, pero a esas
acciones no contraponemos otras dinámicas, efectivas, realmente literarias, en
diálogo con la crítica, pero también con el público.
«Parece que
todavía nos asusta establecer al escritor y al artista como figuras públicas y
preferimos reiterar nombres que nos transmiten seguridad y que pueden estar muy
bien, pero no son los únicos. Nuestra promoción es tan, tan de espaldas al
mercado, que nuestras propias figuras nos las establece desde el exterior... el
mercado».
—¿Crees que hay mucha literatura contemporánea susceptible de ser llevada
al audiovisual? ¿Por qué se ven tan pocas adaptaciones tanto en la gran como en
la pequeña pantalla?
—Absolutamente,
te lo digo de modo responsable porque es algo que he estudiado. En la
literatura cubana, actual y pasada, de ficción y de no ficción, hay mucho y muy
rico material para el cine. Y en la historia, leída como tal o desde la
perspectiva del cine de género. Pero se necesita de una lectura atenta, una
búsqueda activa, profesional, amorosa y permanente por parte de nuestras
instituciones audiovisuales, y ese trabajo no se hace, a pesar de que sería
sencillo y barato, no precisa de un pozo de petróleo.
«El cine como
institución no lee, no se interesa en la obra ni en los autores, no rastrea el
trabajo de estos, no los invita, no los seduce ni los “ficha” y tampoco acude a
la biblioteca. Todo queda a la iniciativa de algunos directores, pero así es
imposible que llegue a sistema. Desde el extranjero sí se lee con atención
nuestra literatura (la que el mercado internacional pone a disposición) y
últimamente se han filmado, como películas extranjeras, libros importantes de
Leonardo Padura, Wendy Guerra y Pedro Juan Gutiérrez».
—¿Cómo ves la narrativa de los más jóvenes y qué piensas que le falta?
—Lo que siempre
necesita la literatura joven es envejecer. La actual literatura de los jóvenes
quizá pasa más inadvertida que nunca, no la vivimos como el tsunami que acabará
con todo aunque luego no sea así. Tal vez porque las revistas no juegan el
papel aglutinador de antes y las digitales y demás posibilidades de la red no
han alcanzado el mismo poder para establecer literatura y autores. Tampoco las
instituciones funcionan como en otros momentos. En mi época los jóvenes
actuábamos y realizábamos nuestros proyectos a través de la Brigada Hermanos
Saíz; pero hoy tengo la impresión de que son las instituciones las que realizan
sus proyectos a través de los artistas.
«Hay, sin
embargo, autores muy interesantes que escriben desde dentro o fuera de Cuba. El
listado es realmente largo y convincente. Jóvenes como Ronaldo Menéndez, Ena
Lucía Portela, José A. Prieto o Pedro de Jesús; o superjóvenes como Osdany
Morales, Jorge Enrique Lage o Anisley Negrín, nombres estos ya definitivos en
nuestra literatura. ¿Les conocemos el rostro, hemos leído sus entrevistas,
promociones de sus obras, sus obras? Esto sin entrar al teatro, escenario ahora
mismo de sucesos muy interesantes en la escritura».
(tomado de Juventud Rebelde)
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