Por Rolando López del Amo
En su definición del
concepto de revolución, Fidel incluyó la idea de cambiar todo lo que deba ser
cambiado, claro está, para el perfeccionamiento de nuestro socialismo. Nuestro
socialismo a mi modo de ver, tiene tres
componentes esenciales: independencia nacional, justicia social y solidaridad
internacional.
A partir de la idea de Fidel
mencionada anteriormente, Raúl, al hacerse cargo de la presidencia del país
dejó bien claro que él no había sido electo para liquidar el socialismo. Las
reformas que impulsa bajo la denominación de actualización de nuestro sistema
persiguen el objetivo de una sociedad socialista próspera y sostenible. Y en
ese camino no habrá concesiones de principios. Todo eso está dicho con claridad.
Como las teorías tienen que
probar su validez en la práctica, a partir de nuestra propia experiencia vamos
rectificando errores y buscando nuevas vías para lograr el objetivo anunciado.
El sueño de una sociedad
comunista en la que cada ciudadano reciba de ella según sus necesidades tras el
aporte de su trabajo y capacidades, requerirá de una sociedad humana muy
distinta a la actual, lo que el Che llamó un hombre nuevo. Ya Engels había hablado
de un ser humano con un desarrollo integral. Recordemos la frase de que en el
futuro no habrá pintores, sino hombres que, entre otras cosas, pinten. Pero el
hombre nuevo no es un producto de laboratorio, sino el resultado del
contradictorio desarrollo de la sociedad humana. En su creación intervienen
múltiples factores, desde los económicos, hasta los éticos. Existen modelos de
tales hombres y el Che, como antes Marx,
Engels, Martí, o Ho Chi Minh y Nelson Mandela después, son algunos de ellos,
por sólo citar a seis grandes ya fallecidos. Llegar hasta su altura es un
camino aún largo para la humanidad toda.
En nuestro caso, contamos
con millones de mujeres y hombres que tienen a los mencionados como paradigmas
y han demostrado, en la práctica, su capacidad de actuar, trabajar y luchar por
el bien ajeno hasta más allá del precepto bíblico de ama a tu prójimo como a ti
mismo. Esa fuerza es la vanguardia probada de nuestro pueblo.
Con una vanguardia ejemplar
y consecuente se puede mover a toda una nación.
La actualización de nuestra
experiencia socialista es tarea ardua y compleja. El mundo en el que vivimos está estructurado bajo
la dirección del capitalismo internacional en su fase superior. Es, al mismo
tiempo, un mundo
desigual, donde sobreviven formas de vida primitiva en estado tribal y Estados
feudales. Lo predominante está basado en el afán de lograr riquezas materiales.
Tanto tienes, tanto vales.
Los propietarios de las
grandes fortunas pretenden regir el
mundo de acuerdo con su conveniencia y se reúnen anualmente para
intercambiar ideas de cómo hacerlo. Ellos aspiran a que no existan gobiernos
que disientan de sus mandatos y operan con el látigo financiero en sus manos.
Poderoso caballero es Don Dinero, como advirtió hace siglos el poeta español
Francisco de Quevedo.
Cuba ha tenido que
desarrollar su revolución bajo la brutal presión de la potencia más poderosa
del mundo contemporáneo. Durante años neutralizamos los efectos genocidas del
bloqueo gracias a la enorme ayuda del campo socialista encabezado por la URSS.
Después vino lo que en la práctica fue un bloqueo adicional al existente.
Hemos sobrevivido, pero eso,
con ser mucho y de una dimensión épica, no es suficiente. Se trata de cómo, sin
renunciar a nuestros valores fundamentales, les damos base material. Y esa base
hay que crearla dentro del mundo real que nos rodea e interactúa con nosotros.
A nadie escapa que esto
requiere inteligencia y conocimientos, estudio y trabajo, crear condiciones
para el mayor desarrollo de nuestras propias fuerzas productivas, combinando
las distintas formas posibles y vinculándonos con el potencial extranjero sobre
bases mutuamente beneficiosas. Y esto es, por decirlo de alguna forma, una
revolución dentro de la revolución.
Para que esta nueva etapa
nos resulte beneficiosa y no cercene o quiebre los logros materiales y
espirituales de estas más de cinco décadas de poder popular, es fundamental el
papel de la vanguardia política y del sistema institucional cubano.
Como llega el fin de la
presencia física de la dirección histórica de la revolución, con la autoridad
que nadie les discute, para que haya continuidad en el cambio generacional hay
que tener un programa claro y fortalecer el vínculo cotidiano entre dirigentes
y dirigidos. Esa ha sido la clave del éxito de nuestra resistencia victoriosa:
la sólida unión entre dirigentes y dirigidos. Sí, en la unión ha estado nuestra
fuerza.
El tiempo apremia. No es hora de ser aldeanos vanidosos, sino de seguir lidiando con el gigante de las botas de siete leguas con la inteligencia de Meñique y la onda de David al cinto.
El tiempo apremia. No es hora de ser aldeanos vanidosos, sino de seguir lidiando con el gigante de las botas de siete leguas con la inteligencia de Meñique y la onda de David al cinto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario