Silvio:
Después de
leer en "Segunda Cita" tus entradas de fin de año y los
comentarios
de los segundonautas, recordé este artículo que apareció
en
"Rebelión" hace tiempo, pero que a pesar de su mayoría de edad
mantiene su
vigencia. El autor es Santiago Alba Rico, un periodista
español que
ha vivido algunos años en Cuba y es defensor nuestro a
ultranza
(palabra peligrosa, pero no en este caso). Desde el título
provocador
("La superioridad del capitalismo"), Santiago pone en
evidencia la
injusticia de un sistema que asoma la oreja cada vez que
se le da una
oportunidad, como ya lo hace entre nosotros. Hay gente
que ya ha
olvidado aquello de "Crear riqueza con la conciencia, y no
conciencia
con la riqueza". Me parece oportuno publicarlo para agitar
a otros como
me agitó a mi. Como no tengo blog, aunque estoy pensando
en crear uno
cuando tenga las condiciones adecuadas, te lo paso por si
quieres
compartirlo con los segundocitero@s.
Abrazos
nuevoañeros,
Germán
[Piniella]
1º de enero
de 2015
La superioridad del capitalismo
Por
Santiago Alba Rico
Veamos en primer lugar lo que no es una crisis
capitalista.
Que haya 950 millones de hambrientos en todo el mundo,
eso no es una crisis capitalista.
Que haya 4.750 millones de pobres en todo el mundo, eso
no es una crisis capitalista.
Que haya 1.000 millones de desempleados en todo el mundo,
eso no es una crisis capitalista.
Que más del 50% de la población mundial activa esté
subempleada o trabaje en precario, eso no es una crisis capitalista.
Que el 45% de la población mundial no tenga acceso
directo a agua potable, eso no es una crisis capitalista.
Que 3 000 millones de personas carezcan de acceso a
servicios sanitarios mínimos, eso no es una crisis capitalista.
Que 113 millones de niños no tengan acceso a educación y
875 millones de adultos sigan siendo analfabetos, eso no es una crisis
capitalista.
Que 12 millones de niños mueran todos los años a causa de
enfermedades curables, eso no es una crisis capitalista.
Que 13 millones de personas mueran cada año en el mundo
debido al deterioro del medio ambiente y al cambio climático, eso no es una
crisis capitalista.
Que 16 306 especies están en peligro de extinción, entre
ellas la cuarta parte de los mamíferos, no es una crisis capitalista.
Todo esto ocurría
antes de la crisis. ¿Qué es, pues, una crisis capitalista? ¿Cuándo
empieza una crisis capitalista?
Hablamos de
crisis capitalista cuando matar de hambre a 950 millones de personas, mantener
en la pobreza a 4 700 millones, condenar al desempleo o la precariedad al 80%
del planeta, dejar sin agua al 45% de la población mundial y al 50% sin
servicios sanitarios, derretir los polos, denegar auxilio a los niños y acabar
con los árboles y los osos, ya no es suficientemente rentable para 1.000
empresas multinacionales y 2. 500 000 de millonarios.
Lo que demuestra
la superior eficacia y resistencia del capitalismo es que todas estas calamidades
humanas -que habrían invalidado cualquier otro sistema económico- no afectan a
su credibilidad ni le impiden seguir funcionando a pleno rendimiento. Es
precisamente su indiferencia mecánica la que lo vuelve natural, invulnerable,
imprescindible. El socialismo no sobreviviría a este desprecio por el ser
humano, como no sobrevivió en la Unión Soviética, porque está pensado
precisamente para satisfacer sus necesidades; el capitalismo sobrevive y hasta
se robustece con las desgracias humanas porque no está pensado para aliviarlas.
Ningún otro sistema histórico ha producido más riqueza, ningún otro sistema
histórico ha producido más destrucción. Basta considerar en paralelo estas dos
líneas -la de la riqueza y la de la destrucción- para ponderar todo su valor y
toda su magnificencia. Esta doble tarea, que es la suya, el capitalismo la hace
mejor que nadie y en ese sentido su triunfo es inapelable: que haya cada vez
más alimentos y cada vez más hambre, más medicinas y más enfermos, más casas
vacías y más familias sin techo, más trabajo y más parados, más libros y más
analfabetos, más derechos humanos y más crímenes contra la humanidad.
¿Por qué tenemos
que salvar eso? ¿Por qué tiene que preocuparnos la crisis? ¿Por qué nos
conviene encontrarle una solución? Las viejas metáforas del liberalismo se han
revelado todas mendaces: la “mano invisible” que armonizaría los intereses
privados y los colectivos cuenta monedas en una cámara blindada, el “goteo” que
irrigaría las capas más bajas del subsuelo apenas si es capaz de llenar el
cuenco de una mano, el “ascensor” que bajaría cada vez más deprisa a rescatar
gente de la planta baja se ha quedado con las puertas abiertas en el piso más
alto. Las soluciones que proponen, y aplicarán, los gobernantes del planeta
prolongan, en cualquier caso, la lógica inmanente del beneficio ampliado como
condición de supervivencia estructural: privatización de fondos públicos,
prolongación de la jornada laboral, despido libre, disminución del gasto
social, desgravación fiscal a los empresarios. Es decir, si las cosas no van
bien es porque no van peor. Es decir, si no son rentables 950 millones de
hambrientos, habrá que doblar la cifra. El capitalismo consiste en eso: antes
de la crisis condena a la pobreza a 4.700 millones de seres humanos; en tiempos
de crisis, para salir de ella, sólo puede aumentar las tasas de ganancia
aumentando el número de sus víctimas. Si se trata de salvar el capitalismo -con
su enorme capacidad para producir riqueza privada con recursos públicos- debemos
aceptar los sacrificios humanos, primero en otros países lejos de nosotros,
después quizás también en los barrios vecinos, después incluso en la casa de
enfrente, confiando en que nuestra cuenta bancaria, nuestro puesto de trabajo,
nuestra televisión y nuestro ipod no entren en el sorteo de la superior
eficacia capitalista. Los que tenemos algo podemos perderlo todo; nos conviene,
por tanto, volver cuanto antes a la normalidad anterior a la crisis, a sus
muertos-en-otra-parte y a sus desgraciados-sin-ninguna-esperanza.
Un sistema que,
cuando no tiene problemas, excluye de una vida digna a la mitad del planeta y
que soluciona los que tiene amenazando a la otra mitad, funciona sin duda
perfectamente, grandiosamente, con recursos y fuerzas sin precedentes, pero se
parece más a un virus que a una sociedad. Puede preocuparnos que el virus tenga
problemas para reproducirse o podemos pensar, más bien, que el virus es
precisamente nuestro problema. El problema no es la crisis del
capitalismo, no, sino el capitalismo mismo. Y el problema es que esta crisis
reveladora, potencialmente aprovechable para la emancipación, alcanza a una
población sin conciencia y a una izquierda sin una alternativa elaborada. Se
equivoque o no Wallerstein en su pronóstico sobre el fin del capitalismo, tiene
razón sin duda en el diagnóstico antropológico. En un mundo con muchas armas y
pocas ideas, con mucho dolor y poca organización, con mucho miedo y poco
compromiso -el mundo que ha producido el capitalismo- la barbarie se ofrece
mucho más verosímil que el socialismo.
Por eso hay que auparse en los islotes de conciencia y en los grumos de organización. Cuba bloqueada, Cuba azotada por los vientos, Cuba pobre, Cuba incómoda, Cuba a veces equivocada, Cuba improvisada, Cuba disciplinada, Cuba resistente, Cuba ilustrada, Cuba siempre humana, mantiene abierta una tercera vía, hoy más necesaria que nunca, entre el capitalismo y la barbarie. Si no podemos ayudarla, podemos al menos ayudarnos a nosotros mismos pensando en ella con alivio y agradecimiento.
Por eso hay que auparse en los islotes de conciencia y en los grumos de organización. Cuba bloqueada, Cuba azotada por los vientos, Cuba pobre, Cuba incómoda, Cuba a veces equivocada, Cuba improvisada, Cuba disciplinada, Cuba resistente, Cuba ilustrada, Cuba siempre humana, mantiene abierta una tercera vía, hoy más necesaria que nunca, entre el capitalismo y la barbarie. Si no podemos ayudarla, podemos al menos ayudarnos a nosotros mismos pensando en ella con alivio y agradecimiento.
Tomado del Blog Segunda Cita de Silvio Rodríguez
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