La autora de un
libro inimitable como Casas del Vedado y de su inquietante Nosotras
o de En familia, el que quizá sea su cuento más antologado, llega hoy a
sus 80 años, tras una vida en la que ha sido reportera, guionista de radio y
televisión, y profesora de Periodismo, especialidad de la que se graduó en la
Escuela Profesional Manuel Márquez Sterling en 1958, año que marcó el inicio de
una fructífera vida profesional. Tras cursar la primera enseñanza, realizó
estudios inconclusos de artes plásticas en la Escuela San Alejandro. Trabajó en
las redacciones de Revolución, La Calle y La Tarde. Hizo reportajes para Pueblo
y Cultura, Cuba, y los noticieros de Radio Reloj y CMQ-TV. Perteneció al
Departamento Latinoamericano de la Agencia de Noticias Prensa Latina. Ha
visitado España, México y Estados Unidos.
Con esa
sencillez que siempre le caracteriza, ese llegar e irse como entre telones o a
veces parecer uno de sus misteriosos personajes difusos tras las mamparas,
apenas el reflejo de algo intangible en espejos de opacidad inaudita o la trama
que se adivina en un desvaído gobelino, esta señora que nació el 17 de enero de
1936, en Cienfuegos, responde a mis preguntas haciendo un breve y hondo
recuento de una vida dedicada a la escritura, que le deja un saldo positivo de
haberse ganado lectores de verdad que la siguen devotos, porque tras sus
páginas siempre hay algo nuevo que entrever.
Un breve
recorrido por su obra hace recordar que su primer libro, La reja (Ed.
Revolución), data de 1965 y luego se produce un salto de casi 20 años hasta que
en 1983 aparece Casas del Vedado por la Editorial Letras Cubanas, obra
que le valiera su Premio de la Crítica. Luego seguirán en este orden: Castillos
de naipes (Ed. Unión, 1998), Ronda en el malecón (Ed. Unión, 2004), Apenas
murmullos (Ed. Letras Cubanas, 2004), Casi todo (antología personal)
(Ed. Unión, 2006), De pájaros invisibles (Editorial Popular, Madrid,
2009), En el limbo (Ed. Letras Cubanas, 2009), Tras la quinta puerta
(Ed. Unión, 2014), y An Address in Havana/ Domicilio habanero (Ed.
Cubanabooks, USA, 2015).
Como novedad de
este año, debe aparecer por Ediciones La Luz (Holguín) El color del cristal
con que se mira, un volumen de cuentos de humor negro. En todos y cada uno,
María Elena Llana siempre ha sido ella misma y otra muy diferente, pues de
libro a libro, se la puede ver en nuevas facetas creativas, lo cual indica que
es una narradora de ojo avizor y que no se acomoda en una misma línea creativa,
sino más bien todo lo contrario, aunque en sus obras hay temas revisitados como
la ausencia, la nostalgia, la soledad, el miedo, lo onírico y la vejez.
De hecho, hará
unos tres o cuatro años, me sorprendió gratamente al anunciarme que escribía
una especie de saga de literatura para niños y ya ha cumplido su promesa con
dos obras publicadas por la Editorial Gente Nueva: Sueños, sustos y
sorpresas (2011) y Desde Marte hasta el parque (2015). Esto no es
gratuito, pues en más de una entrevista ha confesado que de adolescente
prefería escribir cuentos de hadas e infantiles y hasta inició una novela de
misterio por entregas durante su ingreso al bachillerato. Ajena a casi todo,
María Elena persiste en una literatura que solo busca al ser humano auténtico,
con historias que nos asombran e inquietan y que poco (o nada) tienen que ver
con algo que hayamos leído antes. Eso la hace una voz literaria original y
auténtica, una creadora única y diferente, cuyas obras pueden decir mucho y
comunicar con los jóvenes.
—¿Qué tramo hay recorrido desde la narradora que fuiste en La reja, publicado en la mítica
colección Dragón de los años 60 del XX, hasta la que eres en tu obra más
reciente?
—Un tramo largo
como la vida —vivida, pensada, sentida—, pero en ese primer libro dejo
apuntadas las vertientes en las que quiero trabajar: hechos (anécdotas tomadas
de la realidad), narraciones (la ficción realista) y divertimentos (lo
fantástico, extraño, absurdo).
«Todas las he
cultivado y en mi libro más reciente Tras la quinta puerta, se
entreveran un poco esas modalidades, pero hay mayor intencionalidad en lo
fantástico que es lo que me plantea un reto mayor y una mayor satisfacción al
lograrlo».
—Pienso que siempre has sido una narradora con un mundo muy propio, ajena a
modas, corrientes o cualquier tipo de restricción estilística que te inserte en
un grupo determinado. ¿Es algo intencional o fue motivado por el modo en que te
asaltó la literatura en cada momento?
—Tal vez sea
porque he escrito, fundamentalmente, para mí misma, con el idioma como máxima y
casi única premisa formal, y eso, aun siendo intencional, acepta el «asalto»
del momento como una constante. En ese caso, a la hora de conformar un libro la
recomendable unidad se logra no por el tema sino por el tono.
—¿Qué consejos puedes darles a los jóvenes narradores de hoy?
—Creo que más
que aconsejar a los jóvenes, hay que leerlos. Por mi parte, el elogio y el
reconocimiento que más estimo es el que viene de ellos.
—¿Ha sido el periodismo amigo o enemigo de la escritora que hay en ti?
—Nada que
proceda del Periodismo, la carrera que elegí, que ejercí toda mi vida
profesional y que amo, puede ser un enemigo para mí. Le debo el concepto de la
claridad y la precisión que exigen los temas más subjetivos que son,
precisamente, los que prefiero.
—Por último, tus lectores quisieran saber en qué nuevo proyecto literario
estás trabajando...
—Quisiera
saldar deudas conmigo misma. Me debo una recopilación de crónicas, un libro de
viajes, visto desde lo profundo del lugar y de sus gentes, uno sobre mi
experiencia en Angola, como profesora de Periodismo. Y a petición del público
—mis amigos, claro—, unas memorias que incluirían a personajes y personajillos
del coctelito intelectual que conocí a partir de 1959, año en el cual comienza
mi vida adulta, pensante… y memoriable.
Tomado de
Juventud Rebelde.
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