Yoerky Sánchez Cuéllar
No hablaré de
los personajes que tejen la trama de una de las más importantes novelas de
todos los tiempos. Tampoco me referiré al autor francés, traducido a múltiples
idiomas y quien ha llenado los estantes de muchas generaciones desde mediados
del siglo XIX… Son otros miserables, como también es otro Víctor Hugo.
La historia no
ocurre en la Francia decimonónica, sino en la Argentina de 2016, donde el
silenciamiento de las voces populares, a partir del ascenso de la derecha, tal
pareciera un capítulo extraído de una serie de ficción. Sin embargo, describe
la más cruda y triste realidad del pueblo argentino.
Víctor Hugo
Morales, el presentador estrella que narró el histórico gol de Maradona contra
los ingleses durante el Mundial de 1986, y al que los cubanos seguimos durante
la transmisión del espacio televisivo De Zurda, fue recientemente despedido de
Radio Continental, emisora donde trabajó durante más de 30 años. Allí conducía
el programa La Mañana, con una gran audiencia.
«Este medio de
comunicación, que no sé de quién es realmente, tiene que cuidar sus intereses y
la manera de hacerlo es no hacer enojar al Presidente, a su Gobierno, que se
lleva por delante con decretos y el pedido y la exigencia de que determinados
periodistas no trabajemos», comentó inmediatamente a sus oyentes.
La voz de
Víctor Hugo molesta a los grandes oligarcas de El Clarín, especialmente a
Héctor Magnetto, empresario que controla más del 80 por ciento de las acciones
de este grupo mediático. Hace apenas dos años Magnetto denunció ante los tribunales
al destacado conductor; pero finalmente, el rico propietario sintió temor y no
dio la cara.
En su libro Audiencia
con el diablo, Morales se pregunta: «¿Por qué un empresario de la
comunicación se atreve a denunciar a un periodista? ¿De qué manera puede
entenderse que el dueño de un multimedios que se define independiente, y que se
dice defensor de la libertad de expresión, pretenda silenciar a un
comunicador?».
Las razones se
encuentran en la confluencia de los medios con el poder. Todo parece indicar
que Magnetto, quien delineó con Carlos Saúl Menem los neoliberales años de 1990
de Argentina, ahora quiere aconsejarle a Macri qué hacer con aquellos que
constituyen un estorbo en su camino, después de las elecciones en las que
perdió el kirchnerismo.
Resulta lógico,
entonces, que entre las primeras víctimas estuviera, precisamente, Víctor Hugo.
Defensor de la Ley de medios y con una ética intachable en su trabajo, desde
sus programas radiales condenó los afanes de privatización de la burguesía y
criticó los principios goebbelianos de convertir cualquier anécdota, por
pequeña que fuera, en una amenaza grave, sobre la base de la exageración y la
desfiguración.
Se lanzan ahora
contra el destacado conductor uruguayo porque les resulta un personaje
incómodo, un hueso duro de roer para las intenciones del nuevo Gobierno. De esa
manera, privan a la opinión pública de una voz contrahegemónica, confrontativa,
un contén mediático frente a las medidas que la derecha argentina pretende
implementar.
Tanta es la
rabia desatada contra él, que un comentarista de El Clarín llega al extremo de
decir que Víctor Hugo Morales «no es un modelo periodístico sino un emblema de
lo contrario. Es alguien que habla sin datos y que ataca sin pruebas.
Es propaganda. Quiere hacer creer que su despido es un caso de libertad de
prensa».
Por eso el
pueblo dio su respaldo al querido narrador, quien ante miles de
simpatizantes llamó a la batalla contra los miserables que lo sacaron de su
puesto: «Luchar es estar informado. Luchen, infórmense. Esa es su
responsabilidad. Estar informados es nuestro mecanismo de defensa».
Tomado de
Juventud Rebelde.
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