Por Guillermo Rodríguez Rivera
Fernando
Ravsberg me parece un muy respetable periodista y, por eso, me lo pienso
bien cuando discrepo de alguno de sus artículos, y mucho más cuando me decido a
contradecir por escrito uno de ellos: ahora quiero discrepar de su reciente
trabajo en el que califica de “clase magistral de comunicación política”, el
discurso pronunciado por el presidente de los Estados Unidos en el Teatro
Nacional de La Habana.
Tiene sentido
que Obama dirija su discurso preferentemente a los jóvenes, porque son los que
actuarán en el futuro pero, también,
porque son los que no han vivido la historia de la Revolución Cubana.
Incluyó una
cita del Martí más universal, del aforismático Martí de La Edad de oro;
una cubana entrevistada después dijo que nos habló de un Martí que “no
conocemos”. Si así lo entendió, debió ser más justa y decir con humildad
singularizada, del Martí “que no conozco”, porque “Tres héroes” lo conocen los
niños en Cuba.
Nos remitió a
unas comunes raíces de esclavistas y esclavos para norteamericanos y cubanos,
pero nuestros líderes independentistas abolieron la esclavitud desde que
combatían contra España. Los fundadores de la democracia estadounidense
mantuvieron la esclavitud tras un siglo de independencia. Martí escribió de una
América del Norte “que ahoga en sangre a sus indios” y de Nuestra América “que
ha de salvarse con sus indios”.
Los
colonizadores españoles aniquilaron a nuestros indígenas. En Estados Unidos
fueron los ciudadanos de su democracia quienes los mataron primero y luego
acorralaron en reservaciones a los que quedaron.
Obama casi
igualó las dos Américas, pero no son iguales. Los norteamericanos desarrollaron
la idea del panamericanismo: América unida pero con la hegemonía
estadounidense. Bolívar, a inicios del siglo XIX pretendió una Hispanoamérica
unida, y Martí, en sus finales, creyó en la unidad latinoamericana. Ambos
próceres pensaban en la proximidad de los pueblos al sur del Río Bravo. Alguien
dirá que todo eso es pasado, pero el pasado genera marcas decisivas para el
porvenir.
Nuestras
oligarquías prefirieron la cercanía de la potencia anglosajona, blanca y rubia.
Casi dos siglos de hegemonía de los Estados Unidos nos convirtió en países
subdesarrollados en los que, además, proliferaron execrables tiranías
sostenidas por los paladines de la democracia.
Yo creo que
los Estados Unidos siempre han practicado aquello que Martí llamó en
ellos “el culto desmedido a la riqueza” y, por ello, su prioridad ha sido
siempre sostener sus intereses económicos. ¿O es que los quince meses de buenas
intenciones de Obama nos han hecho olvidar más de un siglo, primero de dominio
y después de agresiones, cuando se nos ocurrió hacer una reforma agraria?
Es cierto, al
decir de Ravsberg, que Obama “apuntó al corazón cubano”. Aldo Baroni llamó a
Cuba “país de poca memoria”. Yo prefiero creer que el corazón cubano no tiene
cabida para el rencor, aunque sabemos recordar.
Creo que esos
“disparos” solo pudieron conmover lo más externo de nuestra sensibilidad. Obama
tenía – así lo hiciera solo “de dientes para afuera”-- que empezar por ser el
primer presidente de los Estados Unidos que se disculpara por el daño que sus
autoridades han hecho a Cuba.
Me pareció
irrespetuoso que dijera que los cubanos deben decidir el destino de su país,
porque desde 1959 rescatamos ese derecho sin aguardar que nadie nos
autorizara.
Me parece
inconcebible que Ravsberg considere las palabras de Obama, una declaración que
“terminaría el derecho de los Estados Unidos a intervenir en los asuntos
internos de la isla”. Hace 82 años que fue derogada la Enmienda Platt y, desde
entonces, los norteamericanos no tienen ese “derecho” que nos impusieron en
1901, cuando ocuparon Cuba, aunque en
1961 organizaron y armaron una invasión que vino a Cuba para derrocar a un gobierno
que detestaban. Cuando en 1898 declararon la guerra a la decadente España
colonial, proclamaron en la Joint Resolution que “Cuba es, y de derecho debe
ser, libre e independiente”. Los mambises pelearon junto a los norteamericanos,
pero los del norte subrayaron que la victoria era únicamente suya. El general
Leonard Wood, jefe del gobierno interventor, le señaló a los cubanos que
redactaron la Constitución de 1901 que si no se incorporaba a ella la Enmienda
Platt, no habría república. La Cuba “libre e independiente” pasó a ser un
protectorado de los Estados Unidos.
Confío en que
Ravsberg me entenderá si le digo que yo admiro a Obama y que creo que, al
tratar con Cuba, ha hecho mucho, si tenemos en cuenta los valores que él
representa. El orgullo cubano reacciona enseguida cuando tratamos con los
grandes poderes de este mundo porque, varias veces, han querido tratarnos como
si fuéramos un pueblo de segunda. Acaso ese sea el primer obstáculo a salvar
con los imperiales Estados Unidos. Ravsberg les concede una gran ventaja, pero
los cubanos no hemos resistido tanto tiempo sino para hacer las cosas como
queremos. Creo que la vida nos ha preparado largamente para enfrentar, en la
guerra y en la paz, ese difícil problema que son las relaciones con los Estados
Unidos.
Tomado del Blog
Segunda Cita de Silvio Rodríguez. Trovador
No hay comentarios.:
Publicar un comentario