Uno de cada tres cubanos tiene un familiar en el exterior. Y
aunque para el país este haya sido siempre un asunto complejo, marcado
por historias dolorosas y manipulaciones externas, emigrar desde
cualquier lugar es tan natural como caminar. Solo que no es así cuando
el estímulo o el freno a ese flujo se convierte en pieza política para
el desmantelamiento del proyecto social de una nación.
Este contexto nos ha hecho afrontar la migración con un doble filo
más punzante que el que suele tocar a otras naciones. Por un lado, están
los humanos anhelos de quienes van a probar suerte en otros lugares del
mundo, y por el otro, los clasificadores políticos enemigos que los
muestran como prófugos de un proyecto social.
Silencios, manipulaciones, vacíos y ataduras al pasado siguen
marcando el fenómeno migratorio cubano. Sin embargo, mientras el país
anda por nuevos caminos en el tratamiento a su política migratoria, ¿por
qué EE. UU. se mantiene anclado al ayer que tanto propone olvidar?
La migración es obsesión para muchos y, a la vez, resulta de las
cuestiones menos abordadas por los medios de comunicación. Por esa
razón, y por la suerte de contar en nuestro país con estudiosos como el
Doctor en Ciencias Filosóficas Antonio Aja Díaz, director del Centro de
Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana y del Programa de
Estudios sobre Latinos en los Estados Unidos, de Casa de las Américas,
Juventud Rebelde
se acercó a las características de la migración cubana, la realidad de
los países de la ruta del Sur y las consecuencias demográficas,
políticas y sociales de este fenómeno para Cuba.
Doctor Antonio Aja Díaz.
—¿Cuáles son las manipulaciones o mitos que ha enfrentado el fenómeno migratorio cubano?
—Se ha manipulado el tema, al punto de generar como matriz de opinión
que la emigración cubana comenzó en la segunda década del siglo pasado.
Pero Cuba es un país con saldo migratorio negativo (más emigración que
inmigración) desde 1929, cuando dejaron de inmigrar hacia aquí
poblaciones desde Europa y el Caribe. Comenzó un proceso de salida hacia
Estados Unidos, Europa y otros destinos del Caribe, y se conformó una
tendencia de Cuba como país de emigración.
«Después de 1959 aumentan los flujos de migrantes, cambian sus
características y adquieren un contenido político diferente. EE. UU. se
convierte en el principal receptor de cubanos y en el antagonista
fundamental del proyecto político, económico y social de Cuba. Usa la
migración como punta de lanza para atacarlo y convierte a los emigrantes
en rehenes de la relación.
«Otro mito es que todo el que estaba allá era parte del exilio. Y es
cierto que una parte lo fue, pero luego se conformó una emigración. La
población cubana que migró en los primeros años se convirtió en la
“oposición”. Salieron con sentido de temporalidad, hasta que cambiara el
sistema, pero las tácticas para cambiar el camino de la Revolución no
resultaron. Poco a poco se formó un exilio que transitó a emigración,
porque siguieron llegando cubanos a ese país.
«Es una falsa creencia también la de que los migrantes cubanos del
año 1990 para acá son los balseros. La migración nuestra es
esencialmente por vía legal: utilizan países puentes para llegar a EE.
UU. o se quedan en esos lugares de tránsito. Pero se piensa así porque a
los balseros se les ha dado una connotación mediática, política y
humana, al poner en riesgo sus vidas, con la Ley de Ajuste Cubano que lo
propicia, pues facilita que lleguen indocumentados y el Gobierno los
acoja como refugiados políticos.
«Está el mito de que todos los cubanos del enclave del sur de la
Florida han sido exitosos. La realidad es que se trataba de oleadas
migratorias de clase alta en las que una parte se había llevado el
erario público de Cuba y otra lo tenía afuera. También recibieron ayuda
económica de Estados Unidos con el programa de refugiados cubanos.
«Eran portadores de capital humano; sabían gerenciar el capitalismo
desde Cuba y lo hicieron allí. Tuvieron relativo éxito, reproduciendo la
estructura clasista cubana hasta 1959, pues no todos se hicieron ricos.
La mayoría se insertó en un mercado laboral favorable por la
solidaridad étnica, económica y política.
«Finalmente, se ha construido la historia de que huyen de la
Revolución y el socialismo, algo que tiene que ver con la leyenda de que
los pobladores del campo socialista huían por esas causas. En eso hay
de todo. Están las primeras oleadas migratorias, que salían porque sus
propiedades habían sido nacionalizadas y no compartían el proceso
político. Pero después salen otros grupos que no tienen que ver con esa
historia, pero se insertan en cadenas migratorias y continúan un proceso
que se asemeja cada vez más a lo que ocurre con los migrantes del
mundo.*1
«Las investigaciones demuestran que en los años 90 y a principios de
este siglo, los migrantes cubanos buscaban, esencialmente, un espacio
económico diferente. Eso es parte de los grandes corredores migratorios
del mundo: se va desde los lugares de menos desarrollo a los de más,
donde el diferencial salarial y profesional es importante».
—¿Qué similitudes y diferencias marcan la migración cubana en
comparación con la del mundo en cuanto a causas de viaje y
características sociales de los migrados?
—Nos asemeja al mundo ser una migración que busca empleo y responde a
redes sociales de familiares o amistades. Otras semejanzas son la
circularidad y la temporalidad: las personas viajan a ver cómo les va.
Eso sucede porque la política migratoria cubana se ha ido
contemporizando.*2
«Somos similares respecto a quienes migran, que es una población
joven en la que aumenta la feminización (son más los hombres, pero
migran más mujeres que antes), y van con niños, población migrante que
también ha aumentado.
«Igualmente, se utiliza desde Cuba la ruta del Sur, como la usan
otros migrantes latinoamericanos, para llegar a Estados Unidos. También
son objeto de tráfico humano, debido a la ley que los incita desde el
país receptor.*3
«No podemos olvidar que el proceso es parte de una historia
migratoria mundial. Cuba no puede aislarse de la migración. Los grandes
flujos migratorios del mundo han conformado culturas, políticas y
fronteras. Nuestra cultura es un ajiaco con la presencia de inmigrantes y
es impensable evaluarla sin su migración, con la circularidad que hoy
la caracteriza, y con las relaciones transnacionales, parte de la
esencia del desarrollo relacionada con los procesos migratorios,
culturales, laborales y económicos (a través de las remesas).
«Una diferencia nuestra es que los cubanos tienen preferencia para
viajar a Estados Unidos, por el acuerdo migratorio que compromete a esa
nación a otorgar unas 20 000 visas para que las personas de origen
cubano migren.
«Lo otro que pesa enormemente es la Ley de Ajuste Cubano de 1966,
hecha para ajustar el estatus migratorio de los cubanos que habían
llegado allá, pero dejó abierto su término de expedición y se mantiene;
no existen en EE. UU. indocumentados cubanos. También distingue a la
migración cubana el tratamiento político que se le da allí».*3
—¿Hacia dónde viajan los cubanos y por cuáles vías?
—El principal país receptor del mundo es Estados Unidos. También lo
es para Cuba. En los estudios de migración existe una ley que dice que
migración genera migración. Sin embargo, hay redes sociales de migrantes
cubanos en otros lugares. Canadá y España son destinos frecuentes,
igual que otros países europeos. En los últimos 20 años, Centroamérica y
el Caribe se han convertido en destinos cubanos, pero hay cubanos en
casi todo el mundo. Una parte viaja temporalmente de colaboración, y eso
hace que Cuba tenga población fuera, aunque no sean migrantes
definitivos.
—¿Cuál debe ser el rol de los países involucrados en el corredor del Sur ante la situación actual de migrantes?
—Ser un país de tránsito implica que unas personas transiten en busca
de su objetivo y otras se queden. Cada nación tiene derecho a aceptar o
no a la población que entienda, y posee una política, declarada o no,
hacia la migración. Desde mediados de la década del 60, Latinoamérica,
Centroamérica y el Caribe son emisores de migración, y la ruta del Sur
es una vía de llegar a EE. UU.
«El contexto es más complejo desde que se convirtió en un tema
mediático hace dos años, además de que antes los migrantes no pagaban lo
mismo y los devolvían o contrataban como indocumentados. La situación
cubana —que no comenzó con las circunstancias recientes de Costa Rica y
Nicaragua— también estuvo callada. Muchas veces se organizaba el tráfico
desde el sur de la Florida, en embarcaciones por el sur de Cuba para
llegar a Gran Caimán y seguir a Centroamérica y EE. UU.
«Cuando se conoció que Estados Unidos y Cuba restablecían relaciones,
para algunos se convirtió en una preocupación por la expectativa de que
en algún momento se cerraría la frontera norteamericana para los
cubanos y dejaría de existir la Ley de Ajuste, algo que EE. UU. ha dicho
que no cambiará.
«Sin embargo, el 17 de diciembre ocasionó un incremento de personas
que utilizarían esta ruta y un corredor de migrantes con baja
significación se convirtió en un problema migratorio importante. Los
países receptores y de tránsito tienen en sus manos qué hacer. El país
de origen interviene para exigir que no se violen los derechos humanos
de sus ciudadanos y diciendo, como hizo Cuba, que el cubano que desee,
puede retornar. Pero quien ha tomado esa decisión sigue apostando por
llegar a Estados Unidos, por la motivación de la Ley de Ajuste, la
política pies secos-pies mojados y el programa de Parole. En el fondo
del problema está EE. UU., que pudiera actuar quitando la ley y
modificando las políticas.
«El proceso del sur tiene que ver con la política que asuma el lugar
donde están los migrantes. Las soluciones han sido con acuerdos
tripartitos en los que Cuba está, pero no es esencial. Otra parte del
asunto es quién paga, pues ningún país está obligado, por eso una parte
de los migrantes ha salido y otra no. Ahí pesa la ley de la migración de
que cada quien responde ante su acto migratorio. Pero lo que hace el
tema más sensible es que son seres humanos.
«Hoy existe una crisis de refugiados en el mundo, además de la crisis
migratoria, que tiene que ver con las disfuncionalidades económicas y
sociales. Lo primero que pueden hacer es dar una solución humana al
proceso, y lo segundo es no prestarse para que el corredor siga
funcionando por las fronteras nacionales».
—¿Qué consecuencias demográficas, sociológicas y políticas tiene ser un país emisor de población?
—La cuestión fundamental para analizar el asunto del envejecimiento
poblacional es que la fecundidad es muy baja, pues desde 1978 la mujer
tiene alrededor de 1,6 hijos, cifra por debajo del nivel de reemplazo
necesario. A ello se suma una creciente baja mortalidad y alta
expectativa de vida, dos de los grandes logros de la Revolución. Estos
elementos definen un proceso creciente de envejecimiento poblacional.
Cuba es el país más envejecido de América Latina y el Caribe.
«La población de 60 años y más crece más que la de cero a 14 años y
que la de 14 a 59. Este proceso de envejecimiento está marcado por menos
nacimientos, y por la migración, pues se pierde población con capacidad
productiva y reproductiva, y se profundizan los desafíos demográficos.
«El escenario demográfico de Cuba tiene dos componentes de países
desarrollados: la baja fecundidad y la baja mortalidad. Pero las
naciones con esas características reciben migración y Cuba pierde
población económicamente activa y joven que necesita.
«Cuba precisa —y lo ha comenzado a hacer con más fuerza después del
Decreto Ley 302— dar un tratamiento diferente a la migración. Se
requiere que la población esté aquí, que jóvenes y profesionales se
queden, o que vayan y vengan y la transnacionalidad no signifique
pérdida de población.
«El desafío es trazar políticas diferentes, resaltando que
necesitamos población. Es importante estar y no irse. Aunque es esencial
atender la calidad de vida de la población envejecida, hay que velar
por la de los jóvenes, y por su participación y compromiso, porque ellos
serán los envejecientes del futuro, en una población que decrecerá
hasta llegar a unos diez millones de habitantes, cifra en que debe
estabilizarse. Si ese proceso marcha con un número de nacimientos
necesarios para mantener la reproducción de la fuerza de trabajo, el
país funciona.
«Se necesita una política de población que asuma la migratoria. Se
podría debatir si seremos un país que tenga inmigración, no solo por
retorno de cubanos, sino por otras poblaciones. Ese es un asunto a
estudiar para determinar necesidades e intereses económicos,
demográficos y antropológicos, antes de diseñar una política
preferencial a la inmigración.
«El desarrollo económico del país decidirá mucho. En la medida en que
la implementación de los Lineamientos económicos y sociales ofrezca
resultados y el PIB crezca de manera sustentable para que los cubanos
vean el progreso como expectativa real, las circunstancias serán más
favorables. Eso no significa un retorno masivo de cubanos: eso no se da
en ninguna migración. La solución no está en que todos retornen —si lo
hacen los envejecidos, solo aumenta el envejecimiento—; hace falta
circularidad.
«Parece que la política cubana se mueve en esa dirección; por eso se
reformó la legislación migratoria con el Decreto Ley 302, que elimina el
no retorno definitivo a los cubanos que emigraron. Eso hace que puedan
entrar y salir y no se consideren migrantes definitivos, sino
temporales, siempre que pasen un año fuera de Cuba, aunque tengan carné
de identidad y residencia aquí, pero también tienen residencia en algún
otro lugar donde posiblemente asuman otra ciudadanía».
—¿Qué políticas públicas diseñan los gobiernos para retener a su población? ¿En cuáles podría pensar Cuba?
—El diseño actual de la migración internacional ocasiona que existan
países emisores netos de migración y receptores netos de remesas, y
también protagonizan retornos o circularidad. En esas naciones, o hay
leyes que definen el proceso, o lo dejan abierto a lo que va sucediendo.
«Hay países que ponen controles a la pérdida de población joven
calificada. Respecto a ello, existen dos realidades: una es el robo de
cerebros (organizado por centros económicos profesionales,
organizaciones internacionales y países emisores de esa población) y
está la migración calificada (la persona no necesariamente se inserta a
su profesión, sino que busca qué hacer y muchas veces protagoniza un
descenso en la calificación). En cualquiera de los dos casos, es una
pérdida para el país de origen.
«Cuando la educación es gratuita, hay países que ponen años de
servicio, antes de emigrar, para el profesional recién graduado. Cuba
tiene que moverse en ese orden de manera inteligente y pensar cómo
preservar a sus profesionales. Hay que buscar políticas en las que la
circularidad sea importante. Como el sistema educacional es gratuito, no
solo se puede apostar al compromiso, sino al asunto de cómo retribuir
la educación. Pero tiene que tener un término.
«El retorno es un proceso lento, no solo por la normativa que lo
condiciona, sino porque no retornan todos. El que se asienta,
normalmente retorna temporalmente. Puede que en sus últimos años quiera
morir donde nació, pero evalúa costo-beneficio. No solo son migrantes
económicos, porque se trata de un complejo motivacional mayor. Pero
cambios en la parte económica pudieran ser motivos para volver.
«Atraer a los jóvenes pasa por que sientan que lo que se hace en el
país es suyo. Es parte del compromiso, porque esta es una obra diferente
a la del capitalismo. Pero ese compromiso es muy activo en el orden de
cómo participa y se relaciona con el mundo. Que el joven salga y
conozca: el desafío está en que el proyecto económico sea viable.
«Como Cuba es un país pobre, no puede renunciar a que su población
sienta un compromiso con la nacionalidad y la cultura. En la medida en
que la pirámide profesional y laboral esté como debe, será un paliativo a
que no aumente la migración profesional. El compromiso sentimental es
importante, aunque tiene que ir unido a la satisfacción de otras
necesidades».
*1: Migración mundial y latina
•La cifra de migrantes internacionales alcanzó un máximo histórico en 2013, con más de 232 millones de personas.
•Europa y Asia acogen casi dos tercios de la migración internacional.
Estados Unidos encabeza la lista por países y está entre los cinco con
mayor población latina.
•Uno de cada seis habitantes en
EE. UU. es latino.
•La migración latinoamericana y caribeña es 13 por ciento superior al total de los migrantes internacionales.
•Cuba ocupa el lugar 16 entre los países de la zona que aportan migración internacional.
•Los mexicanos ocupan el primer lugar entre los grupos hispanos en
Estados Unidos (63 por ciento), los puertorriqueños son el segundo
(nueve por ciento), y los cubanos ocupan el tercero (cuatro por ciento).
Fuente: Al cruzar las fronteras, 2014, Antonio Aja
*2: ¿Por qué no cambiar antes el Decreto Ley 302?
«La actualización de la política migratoria tiene en cuenta el
derecho del Estado revolucionario de defenderse de los planes
injerencistas y subversivos del Gobierno norteamericano y sus aliados.
Por tal motivo, se mantendrán medidas para preservar el capital humano
creado por la Revolución, frente al robo de talentos que aplican los
poderosos».
Así, el Gobierno cubano dio a conocer los cambios de su política
migratoria «para ajustarla a las condiciones del presente y el futuro
previsible», plasmada en el Decreto Ley 302, que eliminó el
procedimiento de solicitud de Permiso de Salida para los viajes al
exterior y dejó sin efecto el requisito de la Carta de Invitación.
La política migratoria del país se ha caracterizado por un componente
defensivo, acorde con el enfrentamiento al principal receptor de su
emigración, según Antonio Aja en Al cruzar las fronteras. El Doctor
ilustra que en 1961 la Ley 98 introduce la necesidad de contar con un
permiso para salir o entrar al país y la consideración de la salida como
definitiva cuando no se retornaba con el plazo fijado o se viajaba con
ese propósito. A principios de los años 80 hubo etapas de
flexibilización en esta política.
La relación con la emigración cubana en el mundo evidencia elementos
de continuidad y cambio, e indica el reconocimiento del replanteo, en lo
políticamente posible, de la política migratoria de Cuba, como sucedió
en enero de 2013, con el Decreto Ley 302, según estudia Aja.
En las rondas de conversaciones que han sostenido las delegaciones
cubanas y estadounidenses sobre este tema, se han condenado las leyes y
políticas que aún frenan las relaciones normales entre Cuba y Estados
Unidos en este campo y limitan el quehacer de la Isla en el propósito de
contemporizar aún más su política migratoria.
*3: América Latina se levanta por la migración cubana
Varias semanas atrás cancilleres de nueve países de la región
latinoamericana enviaron una carta al secretario de Estado del Gobierno
estadounidense, John Kerry, con el propósito de solicitar una reunión de
alto nivel que revise la política migratoria de esa nación con Cuba.
Los ministros de Relaciones Exteriores de Ecuador, Colombia, Costa
Rica, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Panamá y Perú
expresaron su preocupación por los ciudadanos cubanos que exponen sus
vidas buscando llegar a Estados Unidos a través de sus países y «son
víctimas de las mafias dedicadas al tráfico de migrantes, la explotación
sexual y los asaltos colectivos».
Denunciaron que la Ley de Ajuste Cubano y la política «pies
secos-pies mojados» son un estímulo al flujo desordenado, irregular e
inseguro de estos cubanos, y su revisión es un primer paso para detener
el agravamiento de esta situación que, por tener dimensión regional,
merece una respuesta coordinada.
*4: ¿Qué leyes o políticas estadounidenses impiden las relaciones migratorias normales con Cuba?
•
Política de pies secos-pies mojados: Confiere a los cubanos un tratamiento único, al admitirlos de forma inmediata y automática, sin importar las vías que utilizan.
•
Ley de Ajuste Cubano: Creada para dar tratamiento preferencial a la legalización de los inmigrantes cubanos.
•
Programa de Parole para profesionales médicos cubanos: Alienta al personal cubano de la salud a abandonar sus misiones en terceros países y emigrar a Estados Unidos.
Tomado de Juventud Rebelde.