Septiembre del 2016
Sus palabras sacudieron la nación. Era un tema complejo, pero había que afrontarlo pues, como él dijo, el primer paso para resolver un problema es reconocer su existencia.
Aquel 7 de julio de 2013 resultó estremecedor ver a nuestro Presidente hablándonos sin rodeos sobre diversos males que empobrecen moralmente al país. La sacudida fue mayor porque lo hizo ante el Parlamento y porque, al igual que Fidel en noviembre de 2005, nos alertó cuánto perderíamos si dejábamos que el vicio se convirtiera en un acompañante «natural» de nuestros días.
Raúl se refirió a por lo menos 45 conductas o tendencias negativas —habían quedado identificadas más de 191— que se han enquistado en nuestra sociedad y amenazan con empequeñecerla. Y explicó que ese cúmulo de malas actuaciones estaba dividido en cuatro categorías diferentes: la indisciplina social, las ilegalidades, las contravenciones y los delitos recogidos en el Código Penal.
«No puede aceptarse identificar vulgaridad con modernidad, ni chabacanería ni desfachatez con el progreso; vivir en sociedad conlleva, en primer lugar, asumir normas que preserven el respeto al derecho ajeno y la decencia», expuso.
A la vuelta de tres años los hechos nos están diciendo que ese valiente discurso todavía no ha sido colocado por todos en la cabecera de la vida y que, al margen de avances en algunos aspectos, no hemos dado el giro de 180 grados necesario en estas circunstancias.
No son aislados hoy los gritos a viva voz en cualquier lugar, la pérdida de valores tradicionales, la música alta en el vecindario «a deshora», el maltrato a inmuebles públicos, la insensibilidad ante malas prácticas, las violaciones de precios, la reventa de productos y otras enfermedades sociales demasiado peligrosas como para dejarlas eternizar.
Una nación que no aspire a la más alta educación —algo inmensamente superior a la enseñanza—, al más grande civismo, ni posea una cultura elevada —que no significa instrucción—, jamás podrá soñar con la plenitud, por más prosperidad económica que posea.
Por eso la alerta del General de Ejército se enlaza de manera perfecta con el proyecto de bienestar económico al que aspiramos y por eso él habló de la importancia de lograr un clima permanente de orden, disciplina y exigencia en la sociedad, como antecedente indispensable que consolide la actualización del modelo económico cubano.
No nos engañemos creyendo que la solución a este «estado de cosas» sobrevendrá en la chistera de un alquimista, ni con una campaña, tampoco con el consignismo, ni siquiera con una hipotética desaparición del período especial.
El propio Raúl dijo que resolver estos problemas tomará bastante tiempo, mas enfatizó que se debía actuar de inmediato pues el delito, las ilegalidades y las contravenciones se enfrentan «haciendo cumplir lo establecido en la ley». Mencionó a la Policía, la Contraloría General de la República y los Tribunales entre los órganos que deben contribuir con ese propósito.
Los medios de comunicación también nos hemos quedado atrás. Nos han faltado la acometividad, la denuncia, el debate, las entrevistas con actores que toman decisiones desde niveles superiores. También se han quedado detrás otros involucrados que, a estas alturas, debían haber empujado y hecho más.
Nuestro Presidente citó, por ejemplo, la falta de exigencia de los encargados de hacer cumplir lo establecido, la ausencia de sistematicidad en el trabajo a los distintos niveles de dirección y el irrespeto que las propias entidades muestran a la institucionalidad vigente.
¿Cuándo se generará un debate nacional, sin formalismos, sobre estas cuestiones? ¿Qué ha pasado desde el 7 de julio de 2013 con los «colectivos obreros y campesinos, los estudiantes, jóvenes, maestros y profesores, nuestros intelectuales y artistas, periodistas, las entidades religiosas, las autoridades, los dirigentes y funcionarios a cada nivel», mencionados en esa memorable intervención?
Cuando concertemos esfuerzos en serio, olvidemos el miedo a buscarnos problemas, generemos un movimiento de masas con el pueblo... cuando promovamos la cultura desde «su concepto más abarcador y perdurable», como enfatizó el General de Ejército, podremos empezar a derrotar la indisciplina, el desorden y otros flagelos que no caben en el verdadero socialismo.
Tomado de Juventud Rebelde
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