jueves, 18 de mayo de 2017

¿Así se baila en Cuba?



Generalmente las colaboraciones de Guillermo me llegaban con la frase: “Mira a ver si esto te sirve para el blog”. Y a veces sus valiosos envíos coincidían con el momento de cambiar la entrada; otras, debían esperar hasta que hubiera un hueco. En raras ocasiones se me quedó una de sus reflexiones sin publicar durante más de una semana. La que hoy publico es uno de esos raros casos, seguramente porque cuando me la envió yo tenía material acumulado, o estaba viajando, o se me traspapeló, o lo que fuera. El programa del que habla creo que ya no lo ponen por televisión, pero las ideas que le generaron siguen siendo vigentes.
srd (Silvio Rodríguez Domínguez)

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Por Guillermo Rodríguez Rivera
“Bailando en Cuba”, obviamente, quiso andar por las huellas de  “Sonando en Cuba”, el espacio que le antecedió con mucho éxito.

“Sonando…” se dio a la búsqueda de jóvenes cantantes, y promovieron a varios de muchas facultades y talento que, sin muchas dificultades y en breve tiempo, podrían pasar a integrar la nómina de nuestros cantantes profesionales. La idea de Paulo FG funcionó adecuadamente.
Es cierto que desde la Corte Suprema del Arte, pasando por el programa de José Antonio Alonso y hasta llegar al más reciente “Todo el mundo canta”, había en Cuba y vinculada a la radio y después a la televisión  –ellas han sido las lógicas receptoras y difusoras de esos nuevos cantantes– una tradición de concursos en los que se iniciaron algunos importantes artistas cubanos.
El proyecto de “Sonando en Cuba” tuvo, además, el buen criterio de hacerse nacional, y de no limitarse  a la presencia de concursantes de La Habana: los que vivían en el mismo ámbito donde se convocaba la competencia y que, por ello, podían acceder fácilmente a ella.

Cuando se anunció “Bailando en Cuba”, recordé aquel espacio televisivo que fue “Para bailar” que, en verdad hizo más exitosos a sus animadores que a las parejas de bailadores que desfilaron por él, pero que ayudó a los jóvenes a recuperar una tradición bailable que parecía perdida o al menos traspapelada.
Pensé que el nuevo programa se daría a la tarea de rescatar las ricas maneras de bailar que fue conformando ese pueblo de bailadores que es Cuba y que ello implicaría el rescate de géneros musicales de nuestra tradición que han ido desapareciendo de los sitios donde se baila en el país.
Se ha entronizado una especial pobreza entre nuestros jóvenes bailadores: se baila casino, que se ha querido ver como un género de nuestra danza, y que no fue más que la manera que encontraron los bailadores de introducir variedad para bailar las largas piezas –podían durar 30 minutos– que tocaba Benny Moré y su Banda en las tardes bailables del Casino Deportivo[1]: de ahí el nombre que distinguió al baile. El otro baile es el que se ha llamado, más vulgar que popularmente, el “perreo”, caracterizado por los movimientos pélvicos inspirados en la monótona rítmica del reggetón.
Las parejas que se presentaron en las primeras emisiones de “Bailando en Cuba”,  bailan como lo hacen los  cuerpos danzarios de los cabarets cubanos o como lo hace el ballet de la televisión: no parecen conformarse con ser bailadores sino que aspiran a convertirse en bailarines.
Desconozco la asesoría que pueda brindar “Bailando …” a las parejas escogidas para presentarse en el espacio, pero alguna anuncia que va a bailar una rumba y emplea pasillos de la rumba en algo que estiliza los modos propios del género casi hasta hacerlos desaparecer. Algunas parejas afirman que les interesa bailar los géneros de nuestro folklore, pero no es eso lo que hacen.
Yo imaginaba el programa como un medio para ayudar a nuestros bailadores –en su clara mayoría son nuestra juventud–, a recuperar algo que les pertenece y que el complejo de los medios masivos cubanos y extranjeros les pueden hacer ignorar, olvidar o deformar. Creo que hay que ir un poco más allá de valorar el desempeño de la pareja en la ejecución de la danza. Más allá de la atendible precisión en la técnica danzaría, creo que hay que ir a un fondo cultural más hondo. ¿No cabría ampliar el jurado calificador con personas que conocieran a profundidad y complejidad elementos básicos de nuestra cultura, más allá de lo estricto del baile?
Es algo que deben tener presente los muy capaces coreógrafos que integran el jurado y los demás realizadores de “Bailando en Cuba”. Los  cubanos van a bailar de todos modos: ¿no sería la misión del programa procurar que bailaran lo mejor y de la mejor manera?  

Tomado de Blog Segunda Cita del Trovador Silvio Rodríguez 

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