Por Giraldo Mazola
Ser fidelista no es una desviación de la
teoría marxista. Es ser marxista, martiano y tener una confianza infinita en la
genialidad de un dirigente -de los que nacen cada cien años y que nuestra
generación tuvo la suerte de coincidir con él- y de participar bajo su guía en
la gesta definitiva de la redención de la patria.
Esa confianza se va materializando y
consolidando poco a poco, mediante sus acciones cotidianas, sus análisis, su
estilo de encontrarse siempre en la primera línea de cualquier combate contra
enemigos o desastres naturales.
No se trata de una aceptación superficial de
las decisiones o criterios del jefe sino la convicción de que sus opiniones a
veces soñadoras, -pues un revolucionario siempre debe soñar-, aún cuando no se
comprendan en su dimensión al principio, después advertimos que mientras
nosotros habitualmente vemos facetas inmediatas de una situación, generalmente
él suele apreciar aspectos de más largo alcance.
Recuerdo muchas ocasiones en las que yo estaba
sumergido en la cotidianidad y Fidel además de apreciarla se proyectaba a
cuestiones perspectivas donde ese problema perdía su dimensión para ceder el espacio a las de su
perspectiva.
Hay infinidad de anécdotas de esas
ensoñaciones y de esa confianza en la visión de un futuro asequible cuando el
camino presente parecía preñado de obstáculos insalvables. Raúl relata lo que
sin dudas es el ejemplo cardinal de lo que digo al explicarnos el encuentro de
ambos con el diezmado grupo que sobrevivió a la emboscada de Alegría de Pío,
rodeados de miles de soldados y su
afirmación de que con ese exiguo grupo ganaríamos, como ganamos, la guerra que
se iniciaba.
Además lograba contagiarnos de esa confianza
en el porvenir pero educándonos a soñar y a analizar todas las circunstancias
presentes y futuras. Lo percibí cuando René Rodríguez bajó de la sierra en 1957
para llevar al periodista norteamericano Mathews a aquella entrevista histórica
y luego para hacerse cargo de los grupos de acción de la capital, quien venía
permeado de esa forma de pensar y actuar que inculcaba Fidel.
Quiero referir mis recuerdos de un hecho
ocurrido en Camaguey en la década del
70. Fidel impulsaba y supervisaba la ejecución de la infinidad de planes de
nuestro desarrollo no únicamente con reuniones en la capital sino con
recorridos frecuentes por el país. Eran un método muy práctico para constatar
en el terreno su marcha y contagiar a todos sus ejecutores la fe necesaria para
vencer obstáculos que parecían a veces insuperables. No acostumbraba a avisar
con mucha antelación sus visitas ni a anticipar lo que se proponía recorrer o
chequear. Al menos ese es el recuerdo que conservo de Camaguey.
En una ocasión advirtió casi una semana antes
su visita y su interés por visitar las fábricas de fertilizantes y de cemento
de Nuevitas, la playa de Santa Lucía y el Rectángulo Ganadero de Guáimaro.
Tomamos ante el aviso todas las medidas para
revisar y controlar todo lo que estaba en nuestros proyectos de desarrollo y
los fundamentales planes de la agricultura y la zafra.
Héctor Argilés, joven combatiente del 26 de
julio de Regla que se incorporó a las FAR y llegó a ser el jefe de operaciones
de la división 2350 que dirigía el comandante Rogelio Acevedo y era el ariete
defensivo de la capital, era entonces el primer secretario del Partido en
Nuevitas y se dedicó a revisar todo lo que estaba en su jurisdicción.
Nuevitas contaba en 1959 con apenas unos 10
mil habitantes y un puerto que solo trabajaba medio año en correspondencia con
la producción de azúcar y unas pequeñas industrias locales. El desempleo
reinaba y la pobreza caracterizaba esa bella ciudad camagüeyana. Del proceso de
industrialización propuesto por el Che ya operaba la planta de electrodos y la
de alambre con púas, el combinado industrial Esteban Lugo, la fábrica de
cemento, la termoeléctrica 10 de Octubre y el complejo químico de
fertilizantes. El puerto dejó de ser monoexportador de azúcar para convertirse
en la tercera terminal marítima del país en carga general y en el puerto
alterno del de La Habana, manipulando más de un millón de toneladas métricas de
mercancías. Se le añadieron una base de almacenamiento de combustibles y otra
de amoniaco en Pastelillo, por donde también se realizan exportaciones de
cemento. Las seis unidades de la termoeléctrica aportaban más de 600
megawatts-hora. El coloso productor de fertilizantes garantizaba el abono
nacional para los programas agrícolas cañero y de cultivos varios a diversas
regiones. Este florecimiento de modernas industrias representó la capacitación
de miles de hombres y mujeres de allí, de Camagüey y de todo el país para el
funcionamiento de las grandes plantas y las operaciones portuarias. Surgieron
miles de empleos en las importantes ramas industriales y portuarias, y en la construcción
de presas, acueductos y viviendas, para garantizar el hábitat a las nuevas
familias que el propio desarrollo promovió en la región. Detrás vinieron las
inversiones sociales de escuelas de todos los niveles, politécnicos, aulas
universitarias, policlínicos, un hospital con excelentes servicios médicos y de
urgencia, casas de cultura, redes de comunicaciones, emisora de radio y un
canal de televisión. Su población creció hasta más de 40 mil habitantes.
Cuando se produce esta visita de Fidel, apenas
catorce años después el cambio era extraordinario.
Además del control de los datos de la siembra
de caña y las reparaciones en los dos centrales del municipio, Argilés los
visitó repetidamente para precisar la situación así como los proyectos de
expansión citrícola de Sola, la construcción de caminos, la marcha de las
fábricas de cemento y de generación eléctrica, los planes de vivienda y la
siempre tensa situación del puerto.
Incluso fue personalmente a recorrer el primer
pedraplén que hacíamos de alrededor de dos kilómetros para unir el cayo
Sabinal, con 335 kilómetros cuadrados y 33 de playas -que fuera base de
operaciones de corsarios y piratas y de leyendas de tesoros enterrados,- y la
tierra firme que ejecutaba el Chino, Rolando Cabrera, combatiente del ejército
rebelde, con una pequeña brigada de equipos viejos consistente en un par de
bulldozers, varios camiones y un cargador. Recibía el reporte diario de la
marcha de ese trabajo pero lo visitó un atardecer. Cuando marchaba con el Chino
dentro del cayo se sorprendió con un ruido no conocido y el Chino le aclaró que
a esa hora cientos de los flamencos de Santa Lucía volaban por encima de la
bahía hasta las casimbas del cayo. Se pusieron a observar y vieron varias
decenas que venía planeando bajo para descender en ellas.
Desde luego fue exhaustivo en la revisión de
la situación de las fábricas de fertilizantes y cemento donde felizmente todos
sus índices de producción marchaban bien y también de la playa de Santa Lucía.
Allí si había un buen enredo. La construcción de la carretera asfaltada que la
comunicaba con la capital marchaba a un ritmo aceptable pero no así el primer
hotel y el campamento que edificábamos en la playa con constructores de la CJC.
El primero tenía un atraso de más de cinco semanas que después de numerosos
chequeos sólo era posible reducirlo muy poco por la ruta crítica de la obra.
En fin que esperábamos que nos costaría una
buena reprimenda cuando el comandante constatara esto. Incluso algunos pensaban
que el conocimiento del atraso era la causa de la visita.
Al fin llegó Fidel e inició en la mañana
siguiente el recorrido anunciado acompañado de Raúl Curbelo y Jaime Crombet,
primer y segundo secretario del Partido en la provincia y de Argilés. La visita
a la fábrica de Fertilizantes y a la de cemento fueron muy positivas por las
frases estimulantes que dijo a los colectivos de trabajadores. Percatándose de
la satisfacción del Comandante por la visita a las dos fábricas y el diálogo con
sus obreros, al salir de la de cemento Argilés le plantea: “Comandante quisiera
de ser posible una ayuda suya,” y Fidel le responde enseguida
preguntándole qué ayuda quiere y entonces le sugiere que sería recomendable
pasar por algunas calles de Nuevitas para saludar a la población. Fidel le
indica al chofer que tome por donde él le indique y así los carros pasaron por
la calle principal y otras avenidas donde el pueblo al ver la caravana y
percatarse que iba Fidel, empezaron a salir de las casas, los comercios,
saludándolo con tal efusión que fue realmente impresionante.
Al concluir el recorrido Argilés le informó la
marcha de la construcción del pedraplén a Sabinal y las dificultades motivadas
por la situación de los equipos y el comandante le asignó, anotándolo en su
libreta, varios equipos nuevos que llegaron una semana después y dieron un
impulso decisivo a aquella obra.
Durante el trayecto a Santa Lucía fue
apreciando la construcción de la carretera asfaltada que comenzaba a sustituir
el pedraplén que ejecutaba con escasos equipos el entusiasta jefe de viales de
la provincia Quiroga y que comenzaba a cambiar la imagen del acceso a la playa.
Santa Lucía, a 120 kilómetros de Camaguey,
tiene una faja de arena fina de más de veinte kilómetros de playa arenosa de
origen coralino y es después de Varadero la mayor potencial playa del país. El
ancho promedio de la franja de arena es de quinde metros. Sus aguas son muy
tranquilas, transparentes y de fondos arenosos ideales para el deporte náutico,
la pesca superficial, la foto-caza submarina y los baños de mar. Una extensa y
bien conservada barrera coralina, parte de la mayor del hemisferio occidental,
se extiende paralela a la costa a dos
kilómetros de ella y limita las áreas para baños de mar.
Había entonces decenas de casas construidas
por hacendados camagüeyanos y unas pocas edificaciones rústicas hechas después
del triunfo de la revolución. El terraplén que lo comunicaba capital, que ahora
se asfaltaba, estaba en mal estado y la carencia de instalaciones populares y
de agua potable limitaba su disfrute por la población. Se iniciaba, con la
carretera, ese primer hotel y la construcción de la presa Atalaya, la solución
de esos problemas que darían facilidades para su disfrute.
La playa está limitada al sur por la más
grande salina del país separada de la franja arenosa por la laguna natural El
Real, poblada por el mayor conglomerado de flamencos rosados del país.
Frente al hotel en construcción, lo esperaba
un grupo más nutrido. El jefe de la obra ofreció cifras y datos y explicó las
causas del atraso donde en efecto incidían factores objetivos pero también
muchos derivados de nuestra inexperiencia y deficiencias.
Fidel escuchaba atentamente la información
mientras observaba el entorno. Dio algunos pasos a su izquierda y derecha. Casi
finalizaba el jefe de la obra cuando lo interrumpió en voz baja: ¿Para dónde
vuelan los flamencos?
Todos los presentes se miraron unos a otros y
nadie tenía la respuesta para esta inesperada pregunta. Argilés en un extremo
se adelantó un poco y para alivio de todos dijo: "Comandante, al atardecer
vuelan muchos de ellos a través de la bahía para las casimbas del cayo Sabinal.
Las vi hace poco cuando revisaba el trabajo del pedraplén”
Fidel volvió a caminar mirando ahora hacia la
laguna y comenzó a acercarse a los jeeps sin decir nada del atraso de la obra
que nos tenía en vilo. Se detuvo y nos explicó a todos lo que me pareció
después que era el motivo de su visita a ese lugar.
Con palabras más elocuentes y precisas que las
que logro recordar dijo que Santa Lucía sería la playa de los trabajadores
camagüeyanos y una de las orientales del norte de esa provincia.
Y ahí se remontó a pensar viendo ante sí lo
que requeriría varios años materializar y que la mayoría de nosotros no veía
con esa claridad sumergidos en los problemas difíciles de la terminación de las
obras iniciales. Para ello tenemos que terminar la presa y la conductora que la
abastecerá de agua potable, concluir la carretera que la une a la de Nuevitas y
la que acabamos de comenzar, que irá por la costa norte. Aquí habrá que edificar
una decena de hoteles pero no como este, tendrán que ser más verticales o
extendiéndonos a lo largo de la playa para no reducir la capacidad de la
laguna. Con lo que me dicen de los flamencos esto no los afectará y seguirán
constituyendo un bello ornato para todos y una prueba del respeto que debemos
brindar a nuestra naturaleza.
Hoy, treinta años después, muchos de aquellos sueños son realidades. Santa Lucía cuenta con cinco hoteles de categoría con más de 1 000 habitaciones y dos centros de buceo y deportes náuticos.
Hoy, treinta años después, muchos de aquellos sueños son realidades. Santa Lucía cuenta con cinco hoteles de categoría con más de 1 000 habitaciones y dos centros de buceo y deportes náuticos.
TOMADO DE BLOG SEGUNDA CITA DEL TROVADOR SILVIO RODRIGUEZ.
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