lunes, 13 de noviembre de 2017

Tres valores sinfónicos de actualidad

A la creación sinfónica cubana estuvo dedicado el concierto dominical del principal organismo instrumental del país, en el contexto del Festival de La Habana 2017 de música contemporánea, que auspicia la Uneac
A la creación sinfónica cubana estuvo dedicado el concierto dominical del principal organismo instrumental del país, en el contexto del Festival de La Habana 2017 de música contemporánea, que auspicia la Uneac.
Contemporaneidad no necesariamente significa actualidad. Una se refiere a sucesos recientes –en la música occidental de linaje  académico suele delimitarse al plazo que media entre la irrupción de las vanguardias en el siglo XX y el presente–; la otra apunta a la revelación de un espíritu de época y de una identidad.
Las producciones que se presentaron en la jornada responden a este último concepto. Son actuales no porque sus autores hayan escrito ahora mismo o en fechas cercanas, sino por conectarse con la experiencia cultural del público de este tiempo y lugar. Porque también el oyente no puede sustraerse a la idea de que esas músicas, desde prismas diversos, le enriquecen y pertenecen.
En Roberto Valera todos reconocen la indiscutible jerarquía de su obra. Desde sus partituras iniciales para el formato sinfónico –Conjuro con soprano solista, y Devenir–, ha sabido explorar las potencialidades del color y las texturas orquestales a la vez que ha dado muestras de rigor en la construcción y el desarrollo de los aspectos estructurales.
La obra escuchada, Colhuacan, fue encargada por el Ballet Folclórico de Sinaloa. De la encomienda, la cual, por cierto, nunca llegó a concretarse en la escena, quedó una suite para gran orquesta con despliegue y oportunidad para todas las familias instrumentales. El origen de la pieza explica su fragmentación y el carácter programático de sus secciones, en las que Valera, al frente esta vez de la Sinfónica Nacional, consigue ilustrar con ingenio y fuerza la evolución histórica de México en un arco que transita de la Sinaloa prehispánica a la que se debate ante los avatares de este nuevo siglo.  Siento en más de un pasaje la reverencia al sinfonismo de Silvestre Revueltas.
A Carlos Fariñas debemos tenerlo presente en estos festivales y en las temporadas regulares de la Sinfónica. Tanto fue lo que aportó a la cultura musical cubana. Al subir al podio de la OSN, el presidente del evento, Guido López Gavilán, calificó Nocturno de enero como una de las páginas más hermosas del sinfonismo insular. Y lo es, en efecto, por su intensidad lírica, su atmósfera, y la capacidad de despertar emociones en un breve espacio de tiempo.
El propio López Gavilán completó la trilogía autoral con el estreno de la versión sinfónica de Obertura bandida, que toma su título de una precedente escrita para banda de concierto y, también por qué no, de los ardides de los cuales se vale para citarse a sí mismo. Es una obra para gozar, dicho sea el verbo en su exacta significación. Goce rítmico y físico, con el oído puesto en resonancias rumberas y mamberas encauzadas mediante una brillante orquestación.
Antes de que la OSN ocupara lugar en el escenario de la sala Covarrubias del teatro Nacional, uno de los invitados a la trigésima edición del Festival de La Habana, el norteamericano Mac McClure, interpretó obras para piano de los españoles Moisés Bertran, y Francesc Capella; y de la mexicana Gabriela Ortiz.
TOMADO DE GRANMA

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