Por: Blanche Petrich
Durante la primavera del año próximo, a
más tardar, el presidente Barak Obama visitará Cuba. “Eso creo, y muchos en
Estados Unidos pensamos que así será. El mandatario no va a querer perder la
oportunidad de convertirse en el primer jefe de Estado de Washington en pisar
la isla desde la revolución”, asegura Peter Kornbluth, coautor del libro Diplomacia
encubierta con Cuba.
En este recuento de las negociaciones
secretas entre Washington y La Habana, de autoría de Kornbluth –director del
área de análisis de la organización Archivos de Seguridad Nacional,
especializada en investigaciones basadas en documentación desclasificada– y
William LeoGrande –catedrático de la Escuela de Relaciones Internacionales en
la capital estadunidense y ex asesor del Partido Demócrata– se revela que el
líder de la revolución cubana extendió una rama de olivo a cada uno de los
presidentes con los que le tocó lidiar: 10 mandatarios, desde los tiempos de
John F. Kennedy.
“Todos los presidentes de Estados Unidos, excepto el segundo George
Bush, negociaron algo con Cuba. Eso que presumieron siempre, de que nunca
dialogarían con comunistas, es falso; negociaron todo el tiempo”, comenta
Kornbluth, que también es editor de la revista The Nation.
En entrevista con La Jornada, destaca otra de las sorpresas que
encontró él, que llevaba 20 años investigando episodios del conflicto entre
Cuba y Estados Unidos litigando la desclasificación de archivos secretos de la
Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) y el
Departamento de Estado: “Jimmy Carter nos llegó a comentar que si él hubiera
tenido la oportunidad de un segundo periodo en la Casa Blanca, hubiera
procedido a la normalización de las relaciones con La Habana. Precisamente como
lo ha hecho ahora Obama, también en su segundo lapso presidencial”.
Explica que la idea que llevó a LeoGrande y a él a escribir este libro,
que cuenta con un prólogo de Jorge Domínguez, otro de los más destacados
cubanólogos en la academia estadunidense, fue poner en claro que hay toda una
narrativa diferente y desconocida hasta ahora en la relación entre los dos
países que hasta hace poco eran enemigos. Y dejarlo sentado como un precedente
que ayudara al actual mandatario en su proceso de acercamiento.
Diez lecciones y
una perspectiva
El libro trata de extraer las lecciones
de este pasado. Señala: “En octubre de 2014 le entregamos al presidente un
texto que llamamos ‘las 10 lecciones del pasado; perspectivas para el futuro’.
Asistimos a sesiones informativas en el Departamento de Estado, logramos
hacerlo llegar al Consejo de Seguridad”. Un mes después de este cabildeo de los
autores, se dio a conocer el comienzo del deshielo.
–¿Cuál ha sido la reacción del gobierno
al libro?
–Públicamente ninguna. Pero sabemos que
en un momento, después del lanzamiento, en el Departamento de Estado hubo un
instante de pánico. Pensaron que de alguna manera ya estábamos sobre la pista
de su negociación secreta. Cuando vieron el libro se dieron cuenta de que la
narración termina justo antes de su operación.
–Si todos los presidentes de Estados
Unidos tuvieron negociaciones secretas con Cuba, ¿cuál es la novedad en el
acercamiento de Obama?
–Todo. Excepto Carter, Obama es el
único que se propone una normalización de las relaciones. Es la primera vez que
Estados Unidos da pasos unilaterales. Carter siempre actuó bajo iniciativas
bilaterales, como la creación de las oficinas de intereses en Washington y La
Habana. Otros presidentes tomaron medidas quid pro quo (una cosa por
otra). Algunos, como Clinton, dieron pasos que él llamó respuestas
calibradas o graduales. El problema es que cada una de estas estrategias dieron
tiempo a los enemigos de los cambios hacia Cuba a organizar sus reacciones y
derrotar esas políticas. Esta es una constante en esta historia.
“Obama entendió dos cosas: que el quid
pro quo y las medidas graduales no funcionaban y que, por el propio interés
de Estados Unidos, los cambios debían ser unilaterales. Una política de
acercamiento fue más eficaz que una de aislamiento.
“La segunda lección era más
simple: dirigirse a los cubanos con respeto a su calidad de nación soberana. Y
lo hicieron: les hablaron en un tono moderado, los escucharon, Obama llamó a
Castro, lo validó como presidente. Eso funcionó más que toda la historia de
imposición imperialista y condescendencia del pasado”.
La vía secreta,
desde Kennedy a la fecha
Kennedy, recuerda Kornbluth, pasará a
la historia como el presidente de la crisis de los misiles, de la invasión a
Bahía de Cochinos, el que implementó planes de desestabilización, como Operación
Mangosta. Pero no como el mandatario que empezó a negociar en secreto con
Cuba. Y este diálogo estaba en curso cuando fue asesinado.
–¿Qué fue lo que más le sorprendió en
los hallazgos de su investigación?
–Dos cosas. Una, que Fidel Castro le
ofreció una rama de olivo prácticamente a cada uno de los 10 presidentes de
Estados Unidos con los que trató. Casi nunca trascendió públicamente. Pero
vistos en su conjunto, ofrecen una imagen de Castro como un gran diplomático.
Después de Bahía de Cochinos, Fidel mandó al Che Guevara a una reunión
secreta en Montevideo con un personero de la Casa Blanca; después de su
asesinato el presidente cubano usó a una reportera de ABC, Lisa Howard, para
ofrecer a Lyndon B. Johnson continuar las negociaciones. A Nixon, como mandatario
electo, le mandó un mensaje de distensión a través de un intermediario suizo,
aunque ambos ya se conocían y se caían muy mal.
“Lo mismo pasó con Carter, cuando Fidel
dijo a Diane Sawyer, de ABC, que Carter era un hombre honorable con quien se podría
tener una buena relación. Con Reagan constan también múltiples intentos. Hay
todo un registro de que Fidel Castro, una y otra vez, intentó decirle a Estados
Unidos ¿por qué no podemos coexistir? Y uno tras otro lo ignoraron y
desestimaron sus iniciativas.
“Vale la pena tomar en cuenta esto
cuando recordamos la reacción de Fidel Castro a la noticia del restablecimiento
de relaciones bilaterales. Él no se pronunció sino seis semanas después del 17
de diciembre. Incluso en Miami se rumoró que no comentaba el hecho porque ya
había muerto. Y al final se conoció una carta muy larga que escribió a la
Federación de Estudiantes de Cuba reconociendo su apoyo al principio
internacional de la convivencia pacífica entre las naciones y a la prerrogativa
del presidente de Cuba (su hermano Raúl) de tomar las decisiones en ese
sentido. No fue un apoyo explícito, sino soterrado. Pero por eso importa tener
a la vista el registro completo sobre sus propias gestiones en ese sentido.
Canje de presos:
una carta bajo la manga
En la conversación con Kornbluth,
relata cómo él, en algún momento, fue uno de los intermediarios de los
contactos secretos de la negociación para la liberación del contratista
estadunidense Alan Gross.
“En dos ocasiones visité a Alan Gross en
prisión y llevé mensajes de un lado al otro, buscando su liberación. La última
fue en 2013. Salí con la sensación de que el tiempo se acababa, que en ese
punto del proceso toda posibilidad de un cambio de política pasaba
necesariamente por la liberación de Gross. No había de otra.
“La Habana proponía canjearlo por los cinco agentes que estaban presos
en Estados Unidos. Washington no aceptaba ese canje por considerar que Gross no
era un espía. Fue entonces cuando Obama metió en el paquete al espía de la CIA
Rolando Saraff Trujillo. El canje de los cinco fue por él, y Gross salió como
un gesto humanitario”.
(Alan Gross fue arrestado en La Habana
en diciembre 2009, por intentar establecer sistemas de comunicación por
Internet cifradas entre Estados Unidos y sectores específicos de la disidencia
cubana en la isla. Washington nunca reconoció que el contratista hubiera hecho
algo ilegal).
Tomado del Blog de Silvio Rodríguez Segunda Cita
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