jueves, 3 de diciembre de 2015

Una pelea cubana contra...¿las Barbies?



26 de noviembre de 2015

—Tengo que comprarle una lunchera a la niña. No tengo el dinero pero haré el esfuerzo, imagínate la mayoría de sus amiguitos tienen una para la merienda y ella no puede ser menos. La quiere con Dora la Exploradora.

—Y eso no es nada, deja que pase para primer grado, ¡ahí sí que te vuelves loca!, ahora lo último son las mochilas de rueditas con las Barbies, la de la mía me costó carísima.
Mientras espero la guagua, escucho la conversación de ambas madres que ya no es privada, sino más bien pública, porque los criterios de quienes las rodean avivan la polémica ges­tión de compra de las señoras. A ello se aña­de la diversidad de opiniones en cuanto a los nuevos animados de moda: la princesa S­o­­fía, la Doctora Juguete, Angellina Ballerina y no sé cuántos otros dibujos más.
Mientras interiorizo el nombre de tantos personajes infantiles espero oír el de alguno autóctono, quizá el reconocido Elpidio Val­dés, Cecilín y Coti, Chuncha o Guaso y Car­buro. Sin embargo, para decepción mía, creo que pocos recuerdan a estos íconos de la cinematografía nacional.
Una simple mirada a la salida de muchas de las escuelas primarias yumurinas así lo confirman. Los tonos rosas, las Barbies de pulcras figuras, Spiderman, las princesas, resultan los héroes y heroínas que la mayoría de las niñas y niños idolatran, a los que ellos ansían parecerse. Sus estampas ruedan en mochilas, cartucheras, pulóveres y toda suerte de accesorios.
Más allá del gasto que implica adquirir estas colecciones importadas (tela para otro comentario), para satisfacer los exigentes gustos de los pequeños, duele ver como desde tempranas edades las producciones foráneas son implantadas a este grupo etario y ganan cada vez más adeptos, quedando relegadas a la última fila las nacionales.
Las series animadas roban la atención de los infantes, atraídos por las propuestas, ricas en efectos y colorido, y que los alejan cada vez más de los valores y contenidos que defiende la cultura cubana. Por supuesto que se perfilan como más atrayentes, pues incluso muchos de los canales nacionales en lugar de priorizar los contenidos propios, asumen los ex­tranjeros.
No se trata de protagonizar una pelea cubana contra las estilizadas Bratz; tampoco dejar de reconocer que muchas de las propuestas foráneas resultan instructivas; sin embargo, hoy es una tarea pendiente incentivar el gusto de las nuevas generaciones hacia nuestra cultura, valores y símbolos, máximos exponentes de la cubanía, la historia e idiosincrasia nacional.
Gran parte de estas ofertas, porque sería injusto absolutizar (pues algunas se distinguen por su originalidad y tratamiento de los temas), forman parte de una maquinaria cultural que se esfuerza por propagarse y consolidar su mercado consumista en otros pueblos, cuya idiosincrasia y costumbres nada tienen que ver con los productos que intentan legitimar allí.
Sin dudas, se hace muy difícil la competencia contra la promulgación de sus íconos, que cada vez con más fuerza nos impone sus cá­nones de belleza, valores y consumo. Espacio que perdemos además, ante la falta de diversificación, discreta, nula o excesivamente cara presencia de las producciones locales en nuestras redes comerciales.
No obstante, los padres son quienes condicionan el gusto desde tempranas edades; los círculos infantiles y las escuelas también se suman a esta faena. ¿Cómo exigir a los pequeños que conozcan y sientan amor por lo autóctono, si desde que dan los primeros pasos llevan la estampa de Mickey Mouse en el pecho? (Tomado de Girón digital)
Tomado de Granma.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario