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Hace unos días quedé desamparada: ¿Dónde está el vitral? El arco vacío me provoca la típica sobrecarga que agobia el alma cuando se pierde algo querido; nadie puede decirme que el vitral no era también mío, era de todos los hijos de Matanzas, de los amantes del patrimonio, y merecía respeto por ser parte del Centro Histórico de la Ciudad, Monumento Nacional.
En el libro Matanzas, Atenas de Cuba, la profesora Alicia García Santana explica que es posible que el medio punto que persistía al interior del palacete constituyera uno de los primeros ejemplares cubanos en hacer uso de cristales de colores contrastantes como los gustados por la vidriera medieval y rápidamente adoptados por tamizar de mejor modo la fuerte luminosidad del clima en la Isla.
Según la investigación de la doctora Alicia, el primero de mayo de 1838 el francés Julio Sagebien firmó contrato para la fabricación “a todo costo” de la casa-almacén que perteneció al hacendado Juan Bautista Coffigny.
Río 41 constituye un clásico exponente del modelo de arquitectura doméstica, que diferenció a la urbe de ríos y puentes en comparación con las manifestaciones homólogas del siglo XIX en Cuba, donde confluían casa, almacén y dependencias para la servidumbre aprovechando el desnivel del terreno en la ribera del San Juan.
Con el transcurso del tiempo, la casona en la esquina de Río y Ayuntamiento sirvió de vivienda, escuela y oficina de la Organización Básica Eléctrica, hasta que por su dañado estado constructivo quedó desocupada en su sección delantera.
En el año 2014 integrantes de la Cooperativa de Construcción Sagebien aminoraron el deterioro del otrora palacete de Coffigny, porque el recinto constituiría la sede de la entonces muy joven Oficina del Conservador de la Ciudad de Matanzas, pero el costo de todo lo requerido era superior al presupuesto.
Ahora sirve de almacén como facilidad temporal para entidades cuyos obreros laboran en la reanimación de otros espacios de la urbe. Los actuales ocupantes aseguran que ya el vitral no estaba cuando se instalaron en el edificio.
Trabajadores de la CNA Sagebien construyeron hace cuatro años una estructura de madera en torno al hermoso vitral de colores para protegerlo, pero posteriormente fue retirada por vándalos, luego a pedradas dañaron significativamente el mediopunto no obstante quedó, en mi opinión, lo suficiente para admirar la composición de cristales y guiarse en función de la restauración. Ahora, no queda nada.
Hace unos dos años desapareció una de las aldabas de la gran puerta principal en Río 41, ahora solo se vislumbran círculos decolorados donde se imponía el par de leones de metal; y quedan pocas de las flechas que adornan obras de magnífica herrería en los balcones.
Unos minutos de conversación telefónica con Leonel Pérez Orozco, el Conservador de la Ciudad, me otorga un poco de esperanza, poco a poco se encamina un proyecto que puede beneficiar a Río 41. ¡Ojalá que agilidad y éxito distingan ese proceso!
Matanzas es ahora destino turístico por sus indiscutibles atractivos históricos, naturales y culturales; ¡no deben persistir en ella los depredadores conscientes e inconscientes del patrimonio! Mi vitral favorito estaba incompleto, pero creo que su valor era más grande que las piezas faltantes. Tengo, tal vez, su última foto, pero no me reconforta.
(Tomado de Agencia Cubana de Noticias)
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