lunes, 15 de enero de 2018

Ileana Mulet y sus azules extraordinarios

Como en puntas de pies, ha ingresado en el escenario de las bellas artes quien lleva la ciudad en su corazón más que en la retina de sus ojos». Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad de La Habana
La pintora entrega a Rafael Solís, director de fotografía del documental cubano Gloria City dirigido por Isabel Santos, una de sus pinturas como recompensa por haber sido el premio (colateral) del Circulo de Cultura de la UPEC. Foto: Valiente, Jorge
Ileana Mulet ha dejado sus huellas sobre San Cristóbal de La Habana. A la ciudad colonial y mágica, Patrimonio de La Humanidad, esta incansable creadora ha regalado una exquisita obra pictórica.
La polifacética artista — pintora, diseñadora, poetisa—, se ha mantenido siempre fiel al paisajismo, con un discurso lírico y a la vez renovador.
En los jardines del Hotel Nacional, entre sus verdes y un invernal cielo azul, Ileana Mulet reivindica con pasión el paisajismo. Foto: Jorge Valiente
Ileana Mulet (Holguín, 1952), ha concordado con la crítica que reconoce en ella influencias del expresionismo y el realismo mágico, nada menos que desde Marc Chagall (Vitebsk, 1887 - Saint-Paul-de-Vence, 1985) y del Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez (Aracataca, 1927​-Ciudad de México, 2014 ).
Pero naturalmente ella llega a su propio lenguaje, un estilo dinámico, libre, fresco, con profusión de colores, donde predominan unos azules extraordinarios, asombrosas combinaciones, líneas elegantes, su luz y sus transparencias. Así nos revela su mundo de ensueños y poesía.
La Habana, está dicho, es la gran protagonista de la obra de Ileana Mulet, pero destacan además series como Rostros; Niños con muros; Jarrones con flores; Mujeres guerrilleras; Puertas; Encuentros; Cuerpos y Puntadas.
Ella es comunicativa y locuaz, apasionada y afable y gracias esas cualidades a pesar de la vorágine de una muy próxima premiación en el 39 Festival de Cine de La Habana (8 al 17 de diciembre), para la cual donó una de sus obras al Círculo de Cultura de la Unión de Periodistas de Cuba, accedió a una entrevista in promptu en los jardines del Hotel Nacional.
–Vamos a intentar una retrospectiva que quizás revele a los lectores algunas claves para comprender aspectos de su obra: la familia, la niñez, los estudios…
Autorretrato, óleo/ tela 1996. Foto: http://imulet.cult.cu/
– «Yo soy una mujer de origen campesino. Nací en Ceuta un lugar  cerca de la ciudad de Holguín (a unos 700 kilómetros al este de La Habana). Mi abuela era quien me cuidaba, porque mi mamá vino para La Habana a trabajar. Ya triunfada la revolución estudiaba en Oscar Lucero, un cuartel convertido en escuela, y estaban captando para la Escuela Nacional de Arte (ENA) y pobrecita mi abuela creyendo que me iba a hacer un bien dijo que no, porque yo era asmática. Fíjate a veces uno puede pensar que el destino existe, porque es la evolución lógica de la vida que no te perdona nada, pero a veces te da segundas oportunidades. Al cabo del tiempo mi mamá  logra traernos a tres de las hijas, yo soy gemela con otra, y fuimos a vivir al reparto Casino Deportivo. Allí yo todo lo que encontraba lo pintaba y escribía poesía. Mi mamá pensaba que era muy lejos para que fuera sola a San Alejandro. Ya en la secundaria me escapé y me fui a hacer las pruebas de ingreso. Ahí inicie una vida. Después he pasado cursos de decoración y de diseño de vestuario. Así que cuando pienso en el desarrollo artístico e intelectual de mi vida nunca me he detenido».
¿Cuándo se sienta ante el lienzo tiene meditado lo que va a hacer o es un impulso? ¿Qué la incita a un tema?
– «No, raras veces, aunque yo creo que nadie tiene un patrón, porque pudiera ser que durante días haya estado elaborando una idea y cuando tenga el lienzo en blanco frente ya casi está la idea, pero es poco probable. Lo  que más sucede es que se produce en los primero tiempos como una tortura, como si en ese tiempo padecieras una inestabilidad psicológica en la cual dices caramba no puedo ver lo que voy a hacer. A veces esa intemporalidad de lo que te está pasando es poco tiempo otras veces dura más».
¿Hace bocetos?
– «Casi siempre hago bocetos en el trabajo por encargo. Por ejemplo tengo el telón de La Boheme de Puccini que me encargó el Teatro Lírico, y el telón y el vestuario del cuadro de Las Brujas del ballet Cuadros de una exposición, del Ballet Nacional de Cuba. Ahí, como es por encargo, si hago cientos de bocetos.  Te diré que al principio en mi obra era más empírica, pero en los últimos tiempos también estoy haciendo bocetos para mis cuadros, sobre todo cuando voy a hacer una exposición.  Por ejemplo ahora estoy haciendo unos bocetos, un preámbulo y una fundamentación  para mi próxima muestra que se va a titular Vértebra, posiblemente para la Bienal de La Habana».
¿Cuál es el tema?
– «Es la unión de dos o más seres humanos que pueden estar en conflicto o no pero que lógicamente no se van a poder separar tan fácilmente».
Hablemos de algunos aspectos técnicos: su paleta de color preferida, los materiales, las texturas, la composición…
– «Las texturas me encantan, no me puedo separar de la espátula, de determinados instrumentos que tengo para rayar, para torcer.  Puede ser que haga una obra completamente con transparencia y aguada, pero lo más posible es que le ponga algo de textura. Te explico por qué es uno de los  fundamentos de mi obra. Todo este tiempo que he ido pintando el tema de la ciudad me ha  obligado a respetar la condición de la ciudad vieja. Aunque yo no tengo preferencia de paleta de color el azul es algo que cae sobre mí y no me abandona. Tengo anécdotas que por un año he guardado el azul para no verme obligada a tomarlo. Aunque tengo exposiciones de rostros, de cuerpos, no se divorciaron nunca del tema de la ciudad. Lo hice un poco para borrar la idea que tienen algunas personas al respecto de nosotros los que trabajamos el tema del paisaje. Algunos peyorativamente, o no se dan cuenta que te están intentando minimizar, y dicen: ah, si tu eres la que haces las casitas».
Pequeño puerto. Foto: http://imulet.cult.cu/
– Precisamente venía la pregunta de la influencia que ejerce La Habana en su obra…
– «Y yo me adelanté en tu tiempo, pero es que creo que La Habana me lo ha dado todo, me abrió las puertas. Acabo de escribir un libro que se llama Huellas sobre la ciudad, sueños de papel, un proyecto que inicie en 2016 con mi exposición Huellas sobre la ciudad en el Castillo de la Real Fuerza. Tiene las poesías que se hayan escrito por autor alguno sobre La Habana, y luego remembranzas, opiniones de críticos y periodistas acerca de mi trabajo con la ciudad, de hecho son casi 500 paginas. Si salgo con buen puerto va a ser publicado por la Editorial Boloña de la Oficina del Historiador. Ahí se va a ver la solidez de mi trayectoria y por que defendí la ciudad y el paisaje como tal».
– Es la magia que tiene La Habana…
– «Cuando comencé la ciudad estaba en los primeros pasos de restaurarse, muy endeble, pobrecita, las calles con basura, lloraba la ciudad a cada rato y Eusebio Leal y otros la querían escuchar, pero no había quizás mucho dinero para invertir en ella. Y me decían porque la pintas, por qué la reivindicas. Yo respondía: ustedes no son capaces de ver que La Habana está diseñada para verla de un metro hacia arriba y a partir de ahí vas a ver balcones, medio puntos, rejas, puertas, y lo mas importante, un cielo casi siempre azul y unas nubes blancas. En este momento que estamos conversando, a pesar que estamos en etapa invernal ese es el cielo que tenemos».
La pintura se hace en soledad, pero es para miles de miradas ¿Le  interesa esa retroalimentación?
– «Te voy a decir que en mi caso ese paisaje no es inocente, llega al público. Me escriben en las memorias de las exposiciones sus experiencias, sienten emociones. Me interesa, me conmueve. En una muestra mía hay animales, personas mirando detrás de las puertas, hay conflictos emocionales, hay manchas penosas, de alegrías, hay luces, sombras».
¿Qué la decide a exponer?
– «Desde el comienzo use una frase de Eusebio Leal. Un buen día en el Museo de la Ciudad, donde tengo una obra permanente, abría una exposición y lo invité, y allí él vio que yo pintaba la ciudad y establecimos una relación de amistad para siempre. Otra vez le pedí un espacio transitorio en ese mismo Museo, y le digo, mire Eusebio yo quería saber si puedo vender una obra si alguien se interesa y él me respondió: tienes  que venderlo, regalarlo y hacerlo que trascienda. La obra ha de hacerse para que trascienda y el artista es una persona que tiene que vivir. Yo a veces tengo el estudio abarrotado de obras. Cuando empiezo a hacer exposiciones aquí o fuera empiezo a ver a un público agradecido. Hay que sacar la obra hacia donde las personas la puedan ver. He participado en Arte en La Rampa con un stand y colaboro en estos momentos con el proyecto Arte en Casa y cuando sale cualquiera de esos útiles del hogar, bandejas, relojes de pared, cestos multipropósitos que tienen una ciudad mía enorme, a la gente le gusta y se interesa en conocer al artista. Te repito, la obra se hace para que trascienda».
– Acaba de ofrecer una obra suya como premio en este Festival…
–«Yo siempre lo he hecho. Pienso que vivimos en un país rodeado de un mar maravilloso, somos muy dadivosos, creemos en la cultura, porque es una de las cosas que nos ha salvado de muchos momentos difíciles como nación. Tenemos que incrementar cada día mas la cultura, incrementar esa sensibilidad y llevarla al pueblo, a los distintos sectores y es la única manera que tu tienes de congratular al otro, con lo creas. Esto ha sido como un pequeño granito de arena, una pieza pequeña, a línea, con dos-tres colores».
– ¿La Habana?
– « Aquí vivo y creo. Para mí es como si fuera el mundo. Viajo mucho por mi trabajo, y muy rápido siento una gran melancolía».

Ileana Mulet ha dejado sus huellas sobre San Cristóbal de La Habana, una ciudad mágica y misteriosa. Ella muestra sus columnas y balcones, sus campanarios y tejados, sus calles y arcadas, y suma todos los personajes y animales que nacen de su infinita imaginación.

Tomado de Granma.

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