El
Premio Nacional de la Música tenía que llegarle un día a José Luis
Cortés. Personalidad polémica, controvertida, transgresora, si se toma
en cuenta, más allá de filias y fobias, el peso específico de sus
aportes a la música cubana contemporánea, sus méritos poseen una
densidad indiscutible
El Premio Nacional de la Música tenía
que llegarle un día –y así acaba de suceder— a José Luis Cortés.
Personalidad polémica, controvertida, transgresora, si se toma en
cuenta, más allá de filias y fobias, el peso específico de sus aportes a
la música cubana contemporánea, sus méritos poseen una densidad
indiscutible.
En el vórtice de la timba –nombre con el que se conoce la corriente evolutiva del son cubano, en sintonía con la salsa, de los 90 a esta parte— comparte protagonismo junto a Juan Formell, quien con Los Van Van había avanzado esa línea desde mucho antes con el songo.
Es más, José Luis gestó la sonoridad timbera a partir de la experiencia de un ineludible precursor, el Chucho Valdés que en Irakere dedicó una importante parcela a la música bailable. No por gusto él mismo integró la espectacular banda, donde a mediados de los 80 como autor logró pegar Rucu rucu a Santa Clara.
Pero sin lugar a dudas el gran salto renovador lo dio cuando armó NG la Banda. Hay que recordar la significación de esas iniciales: Nueva Generación. Era, en efecto, una nueva generación la que irrumpía en el panorama sonoro de la isla. Y uno de sus más conspicuos representantes, nacido en 1951 en Santa Clara, egresado de la Escuela Nacional de Arte en la especialidad de flauta y rebautizado allí con el sobrenombre de El Tosco, por unas botas rusas que le quedaban grandes, ejercía un liderazgo apreciable en un grupo de músicos que sentía la necesidad de un cambio.
La investigadora Rosa Marquetti sitúa ese tránsito en las grabaciones que en 1986 produjo el músico en los estudios de la Egrem de la calle San Miguel. Fueron cuatro discos que se convirtieron en objeto de culto: Siglo I a.n.e; Siglo II a.n.e; Abriendo el ciclo y A través del ciclo. Compañero de aventura, el saxofonista Germán Velasco, coproductor y autor de algunos de los temas. La mayor parte del material fue aportado por El Tosco. A la temeraria empresa sumó los talentos de varios de sus colegas de Irakere y de otros que luego devendrían figuras claves en la música cubana actual, como los pianistas Miguelito Núñez, Gonzalo Rubalcaba, Miguel Ángel de Armas (Pan con Salsa); y Ernán López Nussa; el bajista Feliciano Arango, el baterista Osmany Sánchez, y el violinista Dagoberto González.
Todo estaba listo para que NG la Banda comenzara su andadura el 4 de abril de 1988. El compositor, instrumentista, orquestador y cantante –esto último con un inconfundible modo de decir— creció y se consolidó a base de ingenio y giros sorprendentes, no siempre bien comprendidos en su momento, pero a final de cuentas, contundentes y definitorios.
En las letras de sus canciones se ubicó el campo más proceloso –recuérdense las polémicas en torno a La bruja, tema que no hizo más que reflejar críticamente la deplorable actitud de ciertos personajes en tiempos de crisis-, pero debe reconocerse su agudeza para captar situaciones y atmósferas de la vida cotidiana y abordarlas desde la ironía y la picaresca.
Por esa cuerda pasan Échale limón y Picadillo de soya, Santa palabra y La cachimba, sin obviar una de las mejores páginas del pop de linaje latino, Necesito una amiga, o una infaltable cumbre del jazz latino, Mambo Murakami.
Se baila con NG y El Tosco, pero sobre todo entra por el oído una tremenda cantidad de música propositiva, mediante los atrevidos arreglos de los metales, el tejido ritmático y las variables temáticas de los coros y montunos.
Formell fue concluyente al decir: «José Luis Cortés fue el que aglutinó, amarró y concretó el boom de la salsa cubana.
Nosotros sembramos la base: Irakere y Los Van Van, pero José Luis fue el genio que se encargó de inventar el motor sonoro que hizo internacional nuestra música bailable».
Luego están otras contribuciones: la concepción de espectáculos, el desarrollo de conjuntos de jóvenes flautistas en formación, la forja de solistas vocales e instrumentistas, la producción de discos a cantantes foráneos y del patio, sus descargas jazzísticas y la incursión en el bolero.
Este es un apretado perfil del recién proclamado Premio Nacional de la Música, un artista que todavía tiene mucho que decir.
Tomado de Granma
En el vórtice de la timba –nombre con el que se conoce la corriente evolutiva del son cubano, en sintonía con la salsa, de los 90 a esta parte— comparte protagonismo junto a Juan Formell, quien con Los Van Van había avanzado esa línea desde mucho antes con el songo.
Es más, José Luis gestó la sonoridad timbera a partir de la experiencia de un ineludible precursor, el Chucho Valdés que en Irakere dedicó una importante parcela a la música bailable. No por gusto él mismo integró la espectacular banda, donde a mediados de los 80 como autor logró pegar Rucu rucu a Santa Clara.
Pero sin lugar a dudas el gran salto renovador lo dio cuando armó NG la Banda. Hay que recordar la significación de esas iniciales: Nueva Generación. Era, en efecto, una nueva generación la que irrumpía en el panorama sonoro de la isla. Y uno de sus más conspicuos representantes, nacido en 1951 en Santa Clara, egresado de la Escuela Nacional de Arte en la especialidad de flauta y rebautizado allí con el sobrenombre de El Tosco, por unas botas rusas que le quedaban grandes, ejercía un liderazgo apreciable en un grupo de músicos que sentía la necesidad de un cambio.
La investigadora Rosa Marquetti sitúa ese tránsito en las grabaciones que en 1986 produjo el músico en los estudios de la Egrem de la calle San Miguel. Fueron cuatro discos que se convirtieron en objeto de culto: Siglo I a.n.e; Siglo II a.n.e; Abriendo el ciclo y A través del ciclo. Compañero de aventura, el saxofonista Germán Velasco, coproductor y autor de algunos de los temas. La mayor parte del material fue aportado por El Tosco. A la temeraria empresa sumó los talentos de varios de sus colegas de Irakere y de otros que luego devendrían figuras claves en la música cubana actual, como los pianistas Miguelito Núñez, Gonzalo Rubalcaba, Miguel Ángel de Armas (Pan con Salsa); y Ernán López Nussa; el bajista Feliciano Arango, el baterista Osmany Sánchez, y el violinista Dagoberto González.
Todo estaba listo para que NG la Banda comenzara su andadura el 4 de abril de 1988. El compositor, instrumentista, orquestador y cantante –esto último con un inconfundible modo de decir— creció y se consolidó a base de ingenio y giros sorprendentes, no siempre bien comprendidos en su momento, pero a final de cuentas, contundentes y definitorios.
En las letras de sus canciones se ubicó el campo más proceloso –recuérdense las polémicas en torno a La bruja, tema que no hizo más que reflejar críticamente la deplorable actitud de ciertos personajes en tiempos de crisis-, pero debe reconocerse su agudeza para captar situaciones y atmósferas de la vida cotidiana y abordarlas desde la ironía y la picaresca.
Por esa cuerda pasan Échale limón y Picadillo de soya, Santa palabra y La cachimba, sin obviar una de las mejores páginas del pop de linaje latino, Necesito una amiga, o una infaltable cumbre del jazz latino, Mambo Murakami.
Se baila con NG y El Tosco, pero sobre todo entra por el oído una tremenda cantidad de música propositiva, mediante los atrevidos arreglos de los metales, el tejido ritmático y las variables temáticas de los coros y montunos.
Formell fue concluyente al decir: «José Luis Cortés fue el que aglutinó, amarró y concretó el boom de la salsa cubana.
Nosotros sembramos la base: Irakere y Los Van Van, pero José Luis fue el genio que se encargó de inventar el motor sonoro que hizo internacional nuestra música bailable».
Luego están otras contribuciones: la concepción de espectáculos, el desarrollo de conjuntos de jóvenes flautistas en formación, la forja de solistas vocales e instrumentistas, la producción de discos a cantantes foráneos y del patio, sus descargas jazzísticas y la incursión en el bolero.
Este es un apretado perfil del recién proclamado Premio Nacional de la Música, un artista que todavía tiene mucho que decir.
Tomado de Granma
No hay comentarios.:
Publicar un comentario