Otra vez nuestra Isla inspira asombro, admiración, y múltiples interrogantes. Le ha dado la vuelta al mundo la noticia de que ella será el escenario para el encuentro entre los primados de la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa Rusa. Que Francisco y Kirill puedan dialogar y que esté prevista la firma de una Declaración Común, provoca preguntas tales: ¿Acaso será Cuba tierra de elegidos? ¿Qué milagrosa suerte parece atravesarle?
El encuentro entraña uno de los acontecimientos más trascendentes de la historia de la religión en nuestra Era. Y la Isla «pequeñita», en el fiel de la balanza, obra como espacio para la consumación de ese acto que aplaudirán todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
En honor a la justicia hay que decir que el suceso no nace de la nada, como asunto excepcional que de pronto catapulta a Cuba al estrellato de la cordialidad: el acontecimiento solo es otra nota —sin dudas muy alta— de una larga saga protagonizada por nuestro país, desde hace ya mucho tiempo, en pos de la humanidad.
La reconciliación, gran causa que solo resulta airosa si los partícipes hablan el idioma único de nuestra especie, se suma a una historia de batallas que Cuba ha dado por la felicidad y la paz. Hay una urdimbre de bondad, elecciones todas conectadas entre sí, de la cual vale la pena recordar en este instante histórico el combate contra la discriminación racial en África, contra un apartheid oprobioso, desmantelado, entre otros factores, por el altruismo de los combatientes cubanos.
Igual vale la pena evocar la luz médica de la Operación Milagro que ha devuelto la mirada a millones de seres en Nuestra América, o el arresto de los guerreros de la medicina que fueron a pelear contra el virus del ébola, enemigo invisible y casi invencible, ante el cual los cubanos no retrocedieron jamás.
Todo ese amor por el prójimo trajo estas aguas asombrosas del presente. Y poniendo la mirada en días más recientes, vemos cómo durante el año 2015 el número de visitantes desde diversas latitudes ascendió hasta tres millones y medio, lo cual constituye, como reflexionaba el Presidente Raúl Castro en la más reciente sesión parlamentaria, el más alto crecimiento registrado desde que el país decidió apostar por el desarrollo del turismo.
La Isla —apretada, comercial, económica y financieramente por su cuello— que no deja de apostar por el bienestar de sus hijos y que cuando tiene algo en sus arcas afinca sus conquistas sociales, tampoco se desentiende del respeto a las demás naciones. Es algo que se constata, por ejemplo, en la voluntad de respetar la palabra empeñada ante, como ha expresado el Presidente cubano, procesos de reordenamiento de las deudas con acreedores extranjeros.
Vale seguir mencionando ejemplos de los caminos asumidos por Cuba y que ahora la ponen en la coordenada de un encuentro sin precedentes: la solidaridad intacta con la Revolución Bolivariana de Venezuela y con todos los gobiernos que en el planeta ponderan la dignidad humana, la defensa de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), la Proclama de la América Latina y el Caribe como Zona de Paz, firmada por todos los jefes de Estado y de Gobierno en la II Cumbre de la Celac celebrada en La Habana en enero de 2014; ser escenario y país garante de las conversaciones de paz entre el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo, denunciar el terrorismo donde quiera que el mundo lo sufra, abrir los brazos al mundo al tiempo de insertarse en todos los rincones donde se nos quiera.
En el año que concluye —ha expresado también Raúl en sus palabras de clausura de la más reciente jornada parlamentaria— se fortaleció el diálogo político bilateral con numerosos países, lo cual quedó evidenciado en las visitas a Cuba de 184 delegaciones extranjeras, de ellas 25 encabezadas por Jefes de Estado o de Gobierno procedentes de todas las regiones del mundo.
En septiembre de 2015 —también ha resaltado el Presidente— Cuba participó junto con la mayoría de los Jefes de Estado y Gobierno del planeta en la Cumbre de la ONU para la adopción de la Agenda 2030, la cual aprobó un nuevo marco para el desarrollo sostenible con el propósito de reducir la pobreza extrema, el hambre, las enfermedades, la desigualdad entre géneros, la falta de acceso a la educación, a infraestructuras básicas, y la degradación del medio ambiente.
La lista de razones podría ser más larga. Pero dicho de este modo resulta suficiente para entender que la elección de Cuba para acoger a Kirill y a Francisco en un encuentro de gran alcance, de profunda humanidad, se suma coherentemente a una historia donde aunar voluntades ha estado en el mismísimo corazón del país.
Está claro que Martí caló con ojos de siglos la naturaleza de su Patria, el destino que parece emanar de un amor levantado por sobre todo espíritu de aldea para sentir los pálpitos del planeta. Dijo él que quien se levanta con Cuba se levanta para todos los tiempos: ya había atisbado en las raíces más hondas el apego de los suyos a una generosidad que desconoce todo linde o frontera de egoísmos.
Tomado de Juventud Rebelde
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