Foto: Kaloían |
¿Silvio?
¿Silvio Rodríguez? ¿Va a cantar Silvio Rodríguez?” En el sexto año de la Gira por los barrios,
todavía se encuentra una reacción como esta. Así cada concierto es, de algún
modo, el primer concierto. Esta vez lo dijo Carlos, albañil en un barrio en
ruinas, cuyos interiores con las lluvias de este enero “han sido duchas. Nunca
vamos a dejar de tener trabajo aquí”.
El escenario
se coló en una calle estrecha, Santa Rosa, entre las casitas. Muchos vecinos
tuvieron un palco lateral en el propio balcón de su casa. Desde ahí se pudo ver
también hace apenas meses cómo mataban en una fiesta a un niño de 15 años.
“Esto siempre ha sido tranquilo. Ahora es cuando la juventud se ha puesto un
poco majadera”, dice María Antonia, que vive en el barrio hace 60 años.
“No todo el
mundo da concierto en un barrio… ¡¿Caliente y marginal?! Eso nada más que lo da
Silvio. Él viene a la caliente. Coño, para alegrar al pueblo… porque esto es
pueblo, esto no es glamour y mucho menos pasarela”, me dijo Patricia Francia un
par de horas antes de la presentación.
“Si tú no
conoces la raíz, no puedes conocer las hojas. Primero hay que conocer la raíz,
saber si está mala, si hay que sanarla. Y como mejor se sana es viniendo a
ella. Por eso este concierto sana. De ahí sale un árbol bonito. Hoy vamos a
cocinar temprano para venir a verlo”, agregó antes de perderse caminando entre
la multitud que miraba la prueba de sonido de Ivette Letussé y su grupo,
invitados del concierto 71 de esta gira.
Lucía, Pepe Mujica y
Ariel Bergamino, embajador de Uruguay en Cuba, conversan en la casa de un
vecino en El Pilar. Foto: Kaloian.
Poco después
llegó Pepe Mujica
con su esposa, Lucía Topolansky. “Esto vino como anillo al dedo”, comentó el ex
presidente reparando en que era la última noche de su estancia en La Habana.
También para el propio Silvio fue un concierto memorable. Así lo escribió en su
blog,
El barrio de
El Pilar es humilde, siempre lo ha sido. Es parte de los alrededores de la
antigua Plaza de Cuatro Caminos, donde La Habana de los 50s iba en busca de la
mejor comida china, sobre todo tarde en la noche. Yo conocí esa costumbre
porque cuando me iba al cine los viernes con mi tío Angelito, siempre
acabábamos allí. Después emprendíamos el regreso Belascoaín arriba, hasta San
Miguel, donde vivíamos.
Muy cerca de
allí, en la calle Desagüe, en los números 108 y 110, quedaba el edificio donde
después del triunfo revolucionario funcionó el semanario Mella, talleres
incluidos. Ahora sólo hay ruinas. Me pregunto por qué, de toda esa calle, donde
único hay ruinas es precisamente en aquel lugar. Allí, cuando yo tenía 15 años,
conocí a Victoriano de las Causas, a Guillermo Rodríguez Rivera y a muchos
otros compañeros. Allí me inicié en el dibujo y profundicé en muchas otras
cosas que me han servido para toda la vida.
Para llegar a
mi destino también pasé por la popular esquina de Infanta y Manglar, y un poco
más adelante por el parque de la Escuela Normal, punto de referencia habanero.
Volví a ver el Pontón, centro de deportes donde hacíamos preparación militar en
los días de la Crisis de Octubre y donde dos años más tarde, en 1964, fui
citado para incorporarme al Servicio Militar Obligatorio.
Profundizando
en esa zona está El Pilar, barriecito caliente y amoroso que se volcó a la
calle, a los balcones, que inundó las aceras de jóvenes, hermosas mujeres, niños
con ojos grandes y ancianos sonrientes. Es una maravilla sentirse abrazado por
la gente, que te conozcan, que te digan mi niño, o yo soy de la vieja guardia,
déjame darte un beso mi amor, yo soy la hija de fulano, que estuvo contigo en
Angola, en fin…
Y para colmo
la visita de Pepe y de Lucía, veteranos de las entrañas populares, sonriendo y
sentenciando “La verdad es que la gente vale la pena” y uno balbuceando “Vaya
si la vale”. Cuando la gente supo que Pepe estaba allí, tronó la ovación y él
saludó.
También
estaba nuestro hermano Tony Guerrero, que fue a llevarme algo que me había
prometido. Primera vez que no sube a cantar. “El Necio” lo extrañó.
Al final,
despidiéndose, Pepe nos dejó el premio de decir que estar allí había sido
cerrar con excelencia la visita a Cuba. Y me contó que cuando joven había sido
alumno de José Bergamín, quien le había dicho que la poesía era “contar las
cosas con otras palabras, pero no con cualquieras”.
El que pida
más es un goloso.
Tomado de Cubadebate.
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